Tuesday, December 04, 2007

MEMORIAS DE ADRIANO

La literatura contiene en su interior a la vida, nos lleva a otros lugares, pone frente a nosotros personajes de épocas anteriores o por venir, ambientes lejanos. Estos aspectos se encuentran en la novela histórica Memorias de Adriano, donde Marguerite Yourcenar, después de aproximadamente treinta años de investigaciones en bibliotecas, de viajar a la Villa Adriana, a los lugares frecuentados por el emperador romano, de observar esculturas y ruinas, de iniciar y abandonar en más de una ocasión el libro, de entrar en la desesperación de un escritor que no escribe, nos entrega la vida de un hombre cuando éste se encuentra próximo al mausoleo.
La novela refleja, incluso en su estructura, la vida del emperador Adriano –la de cualquiera de nosotros–. Narrada en primera persona, refiriéndose en poquísimas ocasiones una segunda –Annio Vero (Marco Aurelio)–, va de la juventud, en búsqueda constante, llena de ideas sin materializar y de actos que tienen la finalidad de volverlas sólidas, hasta los deseos de interrumpir la respiración con la propia mano. El libro se puede abordar desde aristas diferentes: un político que lega su experiencia a quien, mucho después de su muerte, heredará el imperio, un hombre enfermo hablándole con cariño a su nieto, ansioso por dejar sus asuntos en orden.
En cada letra se enreda la política y sus frases, que siguen conformando el vacío discurso de los aspirantes a cargos de elección popular, la enorme cascada de nombres –funcionarios, gobernadores de provincias, consejeros, poetas, médicos–, la preocupación por un futuro donde el mundo se busca otros dueños, el amor hacia un favorito ahogado a los veinte años, durante un viaje a Egipto, el dolor de una agonía tan larga como se la deseó un enemigo.
Inicia con un “Querido Marco:”, frase dirigida al futuro emperador Marco Aurelio. Este primer capítulo es una carta donde se resume la intención del libro; le cuenta del médico, de su enfermedad, de sus costumbres y placeres perdidos de a poco. Esta parte y el capítulo final es donde la referencia a una segunda persona está más presente.
Dentro del conocimiento de la política, del gobernar, escuchar, defender y servir al pueblo, hay frases repetidas hasta la memorización por quienes se dedican a esa misma actividad actualmente, quienes tienen entre sus logros el haber vaciado las palabras, el desgastarlas de tanto pisar sobre ellas. Y tanto es así que al leer la novela, cincuenta años después de publicada, el mismo discurso se transporta a las páginas y desplaza la caligrafía de Marguerite Yourcenar, devaluándola, volviéndola un manual para diputados y senadores.
En cuanto a una frase subrayada en la correspondencia de Flaubert por la autora nacida en Brucelas en 1903, acerca de un período donde el hombre estuvo solo –los dioses ya no estaban y Cristo aún no aparecía–, ubicado entre Cicerón y Marco Aurelio, lo que refleja no es tanto la soledad como lo imperioso de acudir a un ser superior, o en todo caso fabricarlo. El emperador que gobernó Roma desde el año 117 hasta su muerte en el 138, fue iniciado en ciertos cultos con un baño de sangre de toro, y se refiere en repetidas ocasiones a los dioses, tal vez no muy convencido, pero cuando muere su favorito, el joven Antínoo, Adriano lo deifica; aunque su culto desapsareció con él. En la novela traducida por Julio Cortázar los hombres no estuvieron solos, por lo menos no el emperador: creó un dios y así mantuvo caliente el recuerdo de quien ofreció la vida en un sacrificio para alargar la del emperador.
Y al igual que Antínoo, hundidos en el barro del Nilo, en un mundo de columnas y bustos de mármol, olvidándonos de referencias históricas y dejando pasar el río de nombres y cargos, es un placer sumergirse en la narartiva elegante de Marguerite Yourcenar, en su compromiso con el emperador y su tiempo, con quien se dirige a su alma como “mínima, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo” y encontrarnos tal vez con nuestra vida hecha párrafos.

LYDIA CACHO

Infancia Común, integrantes del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM y otros grupos que apoyan la campaña contra la explotación sexual infantil, "¡simplemente no lo aceptamos!" estamos reuniendo firmas de protesta por el fallo de la SCJN. Las entregaremos a los magistrados este jueves 6 de diciembre en la SCJN a las 12:00. Queremos reunir firmas en papel y por correo-e.
Si quieren adherirse al texto siguiente, favor de mandar sus datos (nombre completo, credencial de elector o institución u ocupación) a: expresionpublica@gmail.com a mas tardar el jueves 6 de diciembre a las 9:00 am.

TEXTO
La decisión de la Corte (SCJN) que avala la impunidad, la corrupción de Mario Marín, y la red de pornografía y pederastia. ¡Simplemente no la aceptamos!
Olga Sánchez Cordero, Margarita Luna Ramos, Salvador Aguirre Anguiano, Mariano Azuela Güitrón, Sergio Valls Hernández, Guillermo Ortiz Mayagoytia: su fallo arrasa con todo sentido de justicia. ¡Es una vergüenza!
Los firmante protestamos y exigimos su renuncia. Demandamos alto a la impunidad y justicia para Lydia Cacho.
Diciembre 2007
Nombre y firma Credencial de elector o institución
--
Lucía Melgarlucia.melgar@gmail.com

Tuesday, November 20, 2007

FELICIDADES!!!!!!


Muchas felicidades a Alejandro Badillo, excelente joven escritor avecindado en Puebla, actual becario del FONCA y asiduo colaborador de la revista Crítica y bebedor de vodka y cerveza Nochebuena, por haber obtenido la primera mención en el Premio Nacional de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción, organizado por la Secretaría de Cultura de Puebla... Esperamos los osos con beneplácito, mi estimado!!!!!!

Judith.

Wednesday, November 14, 2007

Y LOS DIOSES SE HICIERON ARENA

La noche del lunes 12 de noviembre, Día Nacional del Libro, se presentaron los libros ganadores de los premios nacionales Gutierre de Cetina, de poesía, y Alejandro Meneses, de narrativa, ambos en su segunda edición.
Profética fue el espacio perfecto para celebrar la literatura y en mi caso, la vida y obra de mi maestro, Alejandro Meneses, para recordarlo antes de iniciar la lectura de un fragmento de “A solas”, cuento incluido en Dios de arena.
En el libro Los días y sus designios, Álvaro Solís evoca lugares y personas donde su infancia camina y respira, olas enormes, el mar de su Tabasco; en Dios de arena, deidades de piedra vuelven a erguirse, a exigir corazones en alto sobre adoratorios, almas adquiridas muchos años después del propio nacimiento se desprenden de las páginas, brillo de obsidiana y plumas de quetzal, la muerte en forma de un camino que sólo puede ser recorrido en compañía de perros pelones, Latinoamérica precolombina –tierra de nostalgias por las que la autora siente tristeza.
Los poetas Enrique de Jesús Pimentel y Víctor Rojas, representantes de dos de las entidades convocantes del concurso, fueron los encargados de comentar ambas obras. Víctor Rojas leyó la cuarta de forros de Los días y sus designios: “Autor de una ya extensa obra lírica a sus treinta y tres años, Álvaro no escapa a la tentación de cantar a esta edad, la del Cristo azul de López Velarde, la edad en que Huidobro confiesa haber nacido. Pero la mirada del poeta tabasqueño es otra, no pretende atrapar lo trascendental ni busca la refundación de la poesía, emprende el viaje de la memoria a través de los sentidos y en contacto permanente con el mundo cotidiano que rodeó su infancia”.
En Dios de arena, las frases se tienden por caminos llenos de huellas viejas, intentan recrear la atmósfera del encontronazo con la cultura europea que terminó con su forma de vida y creencias, con sus dioses. La cuarta de forros de este libro dice que “el diseño narrativo de Judith Castañeda se sustenta en la urdimbre morosa y detallada de imágenes que, más que definir, sugieren un acontecer a veces inasible. Ponderada por su capacidad de crear atmósferas envolventes y por el uso del lenguaje cercado por la feracidad de lo poético, la obra que obtuvo el Premio de Cuento Joven Alejandro Meneses en su edición 2007 rinde un interesante homenaje al desaparecido escritor de quien fue alumna la galardonada. Dios de arena es un conjunto de cuentos donde el imperio de lo onírico no está reñido con la exploración de un territorio histórico poco escrutado por la narrativa contemporánea. Un tiempo en que los dioses antiguos se convertían en arena y los caminos terminaban frente a un “muro lleno de lagrimones pardos”.

Wednesday, October 31, 2007

MOZART / BEETHOVEN




Dos películas acerca de la vida de dos compositores aparecieron con diez años de distancia. Un pie en la biografía, el otro en la imaginación. "Amadeus", de 1984 y "Amada inmortal", de 1994, nos acercan a Wolfgan Amadeus Mozart y Ludwing van Beethoven a través de la mirada y la voz de un tercero. En el caso de la cinta dirigida por Milos Forman, un acabado Antonio Salieri, desde una silla de ruedas, habla con el sacerdote luego de un intento de suicidio. En la película protagonizada por Gary Oldman se trata de la búsqueda de la heredera del músico: unas cartas son el pretexto para que el secretario del recién fallecido teja una especie de álbum fotográfico durante su investigación. El fondo de ambas situaciones difiere: en tanto a Beethoven se le cumple la última voluntad, Mozart está siendo recordado por quien se considera su asesino.
En ambas cintas los compositores, personificados por Tom Hulce y Gary Oldman, se muestran en escenas desgarradas, tambaleándose con una botella, el zumbido que no abandona el oído nunca, conciertos ante un público canino, ruegos por una sola lección, la cabeza reposando sobre el piano –así la música encontrará la ruta–, la soledad a ras de suelo, humedecida con una hilera de orina.
Al inicio del relato de Salieri, como jugando, él trata de reconocer el rostro de quien ha admirado desde niño, de Mozart; la primera mujer entrevistada en “Amada inmortal” confunde a Beethoven con otro pianista. En los dos casos el que intenta reconocer al compositor, al genio, recibe una sorpresa, un golpe desagradable: un muchacho obseno y sus juegos debajo de la mesa con una muchacha, alguien confundido con un sirviente. En uno nacerá una envidia furibunda, deseos de aplastar cualquier acción del antes admirado; en la otra, ganas de echarle los brazos al cuello.
La música se vuelve un personaje en ambas cintas, es el fondo perfecto para un carruaje mortuorio, un cuerpo envuelto en una sábana y varias paletadas de cal; para un niño que, huyendo de los golpes del padre, quien quiere dar a luz a fuerzas a un Mozart, se aleja corriendo y al fin, en un lago, parece recostarse sobre el cielo, sobre las estrellas –es entonces cuando a la distancia, el anciano compositor, ante la orquesta, ya no escucha el zumbido de su completa sordera, sino su propia sinfonía, la Novena.
Hasta el final, la vida de ambos personajes se centra en la música: en el lecho de muerte disponen de papel pautado, tinta y pluma. En el caso de “Amadeus” sabemos que escribe su propia misa de muertos, finalmente inconclusa.
Podríamos seguir uniendo hilos entre situaciones parecidas, tendiendo comparaciones; mejor es disfrutar de las excelentes actuaciones de Tom Hulce y Gary Oldman, de F. Murray Abraham, de la música de Mozart y Beethoven.

Friday, October 26, 2007

SE PRESUMEN CULPABLES

A veces las confesiones se escapan por resquicios sin que lo notemos, es decir, relatamos algo que queríamos mantener en secreto. Esto también ocurre en la literatura, como podemos constatarlo en las siete narraciones que componen el libro de Juan Villoro Los culpables, editado por Almadía, una editorial oaxaqueña en la que el autor busca acercarse a un número mayor de lectores.
Las páginas nos entregan cuentos en primera persona, lineales, con varios regresos a un pasado anterior a la primera palabra. Los narradores son personas que habitan espacios diferentes: mariachis, empleados de una compañía que comercializa agua embotellada, limpiadores de ventanas, aspirantes a guinistas, a poetas, periodistas extranjeros. Los une la inconformidad de encontrarse en el rincón donde están, que se revela a través de sueños donde conducen un Ferrari y atropellan sombreros de charro hasta dejarlos “lisitos, lisitos”, de vivir en el aire –trasbordando y perdiendo aviones–, de pases a un excompañero que juega en el equipo contrario, de intentar guiones y poemarios, sin lograrlos.
Entramados en un lenguaje sencillo, en párrafos de lectura disfrutable, salpicados de humor, existen culpables y empujados a sentirse culpables, como en “Mariachi”, cuento que inaugura la publicación: el padre y la apariencia del personaje lo obligan a dedidarse, sin desearlo, a la música vernácula. En otros la culpa es compartida, hombres que irrumpen en relaciones para luego confesarlo con guiones cinematográficos y cuentos, que dejan el camino limpio para que el otro aborde a una mujer en pago por un engaño pasado. También hay culpas que saldan una deuda: en “El silbido”, cuento que refleja la pasión de Juan Villoro por el fútbol soccer, el pase a un excompañero que milita en el equipo contrario, que culmina en la anotación y los abucheos en el graderío, paga la ayuda recibida luego de un atentado en un restaurant.
Durante la presentación del libro, el autor mencionó la naturalidad del habla en los personajes de Juan Rulfo; fuera de esas páginas ninguno diría lo que dice o se escucharía falso, y dentro de ellas cada frase brota natural. Tintes de esta característica, además de metáforas y símiles muy al estilo del escritor nacido en Apulco, permean las narraciones de Los culpables. Un mariachi a quien le disgustan los “transportes que cagan”, un hombre que lo hacen sentirse un “televisor que sólo transmite ceniza”, masajistas que afirman que “los fantasmas se aparecen, los muertos nada más regresan”, escritores que han convertido una computadora en “un doméstico Xipe Topec, Nuestro Señor el Desollado” por medio de papelitos que pega en el monitor, contenedores de ideas para el nunca escrito guión.
Como los personajes, podríamos sentirnos culpables al entablar relaciones bígamas, jugarle bromas pesadas a los amigos o ejercer profesiones que quisiéramos abandonar en los próximos diez segundos cuando mucho, pero no tendríamos dicha sensación al pasar una tarde en compañía del escritor nacido en el Distrito Federal y sus narraciones, responsables tan sólo de crear una atmósfera donde la lectura no representa culpa alguna.

JUAN VILLORO

El pasado 16 de octubre, en Profética, el escritor Juan Villoro presentó su libro de cuentos Los culpables. Editado por la editorial oaxaqueña Almadía, consta de siete narraciones. Pasadas las siete y media de la noche, pude ver a un escritor de charla amena, a un aficionado al equipo de fútbol Necaxa hablando de lo que harían en España si un equipo se cambiara de sede, de casa, a un director técnico cambiando papeles –José Luis Sánchez Solá, entrenador del Puebla, pidiéndole un autógrafo a Juan Villoro.
El autor de Safari accidental y Dios es redondo, nacido en el Distrito Federal, se sentó a solas detrás de un vaso de agua y habló por más de una hora ante un auditorio que llenó el patio de la casa antigua ubicada en la esquina de la 3 sur y la 7 poniente. El Necaxa, su permanencia en las fuerzas básicas del equipo Pumas, Juan Rulfo, la necesidad de llegar al posible lector por medio de editoriales independientes, fueron algunos de los puntos que tocó en su charla.
A los cuentos de este último libro los une el carácter de culpable de los personajes, quienes tienen algo que ocultar, algo que relatan sin darse cuenta, sin la intención de hacerlo, como si las palabras se escaparan sin su permiso. A lo largo de cada página nos encontramos con un lenguaje ameno, sencillo, de lectura ágil, con frases cargadas de humor.

Tuesday, October 16, 2007

¿DE CUAL RAZA? (el regreso)

¿Qué habría pasado de seguir con la sabiduría de los incas, de los mayas, en lugar de apegarnos a una lista de libros prohibidos por la santa inquisición, bajo pena de convertirse en pollo rostizado?
Ya no vale la pena preguntarse, pero la nostalgia no deja de llamar a nuestra piel…
El día de la raza, ¿de cuál raza?
la que los cascos de unos venados sin cuernos aplastaron contra el barro
la que vio como sus dioses eran piedra luego arena luego nada bajo sus pies desnudos
la que deambuló como si no conociera el suelo
la que arrojó piedras a una persona que sólo el aire podía acariciar
la que creyó que las divinidades podían tener respiración y sombra
¿o la que bebió sangre y metió en sus bolsillos de viaje tanta riqueza y títulos nobiliarios como cupieron?
Es todo...

Friday, October 12, 2007

12 DE OCTUBRE TAMPOCO SE OLVIDA


Ahora quieren restaurar la casa en La Antigua, ¿acaso el ocupante pondrá otra vez el peso de la armadura entre esas piedras?

¿Era necesario aplastar cabezas, quebrar arcos y flechas, obligar al sol a permanecer sobre un imperio siempre, trasplantar ciudades al otro lado del mar, instituir listas de libros que sólo pueden ser leídos fuera del alcance de cualquier ojo humano, hacer dormir al jaguar que los naturales llevaban en el pecho, darle otra vestimenta, otra finalidad, a un mismo cuerpo -al que exige latidos y gotas rojas, calientes, para no morir de hambre? ¿Fue justo humillar la persona del pueblo, arrearla a las orillas de un lago siempre visto, matar a quienes vivían en ese trozo de cielo, a los dobles de las piedras -a las piedras mismas?

No.

¿De cuál raza es el día?

De ninguna.

Los peninsulares siempre tendrán una marca negra a media frente: culturas muertas y sin un lugar donde llevarle el pésame a modo de rosas, vistas por debajo del hombro, confiriéndoles una estatura que no alcanza los tobillos rosados de los nuevos dueños.

PREMIO NOBEL DE LITERATURA

Tomado de la edición electrónica del periódico mexicano La jornada.
Francfort, 11 de octubre. La prensa alemana aplaudió casi de manera unánime la elección de conceder a Doris Lessing el Premio Nobel de Literatura 2007.
“Con el galardón se reconoce a una escritora que ha demostrado con su biografía ser una digna portadora de este reconocimiento. Primero como feminista, luego como luchadora contra el colonialismo y la hegemonía blanca, con una escritura expresiva, crítica y sobre todo legible. Que ha interesado y alcanzado a mucha gente y que ha tenido efectos trascendentes, por ejemplo, en el problema racial en África”, señala el diario Schwarzwälder Bote.
En un tono similar se expresa el diario Mannheimer Morgen: “Hay que buscar mucho para encontrar una autora o autor que represente con toda su persona y obra los temas que conmovieron al mundo durante los pasados 50 años. Lo mismo si se trata de la esperanza de un futuro mejor, que con regularidad desencanta, que ante la preocupación sobre la supervivencia de la humanidad, la igualdad de género, la brecha entre el primer y el tercer mundos, entre las culturas o el fin de las utopías. Doris Lessing abordó todo esto en sus libros y con ello abrió a sus muchos lectores y lectoras un nuevo espacio visionario de experiencias”.
Heredera de Virginia Woolf
Una vez más se equivocaron los editores y críticos que tenían sus apuestas hechas, pero no contaban con la gran dama del feminismo, Doris Lessing, heredera del legado de Virginia Woolf.
Aunque se hablaba de ella como posible candidata desde hace 30 años, nadie tenía su nombre en sus quinielas.
En la Feria del Libro de Francfort, donde se encuentra estos días reunido el mundo editorial, la noticia fue una sorpresa mayor.
El escritor italiano Umberto Eco fue el primero en reaccionar durante la presentación de la versión en alemán de su libro Historia de la fealdad. “Es una merecida premiada”, dijo Eco.
“Doris Lessing tiene una gran y singular alma literaria”, señaló el autor de El nombre de la Rosa, sin dar más detalles.
No fue de la misma opinión el influyente crítico literario de origen polaco, Marcel Reich-Ranicki, quien es temido y respetado por igual, pues no contuvo su decepción.
Reich Ranicki señaló que el mundo literario anglosajón cuenta con mejores exponentes, mencionando a Philip Roth o John Updike. Aunque reconoció haber leído tal vez unos tres libros de Lessing, hace mucho, no le impresionaron, dijo.
El crítico literario, famoso por sus cáusticos y lapidarios comentarios, afirmó que las decisiones de la Academia Sueca ya no le sorprenden, pues ha tenido ya otras decepciones durante los pasados años, cuando la concesión del máximo galardón de la literatura ha sido totalmente incomprensible.
Como ejemplo mencionó al dramaturgo italiano Dario Fo y a cierta escritora de lengua germana, refiriéndose a la austriaca Elfriede Jelinek, premiada en 2004.
Sorpresa pero caras sonrientes hubo en la editorial 4th. Estate, sello que maneja la obra de Lessing en inglés y que pertenece al grupo editorial Harper Collins.
Su director, Nicholas Pearson, se mostró emocionado, pero reconoció que la noticia lo sorprendió.
“No contábamos con ello, pero sin duda es un premio merecido”. Pearson dijo que la obra de Doris Lessing “nos ha permitido echar un vistazo a la vida interior de las mujeres”.
Una gran algarabía reinaba en la editorial alemana de Lessing, Hofmann & Campe, cuyo director, Günter Berg, también celebraba su cumpleaños. “Una vez que se difundió la noticia, entrada la tarde, la ola de felicitaciones no paró”, dijo Berg.
“Una buena decisión, que llega 20 años tarde”, resumió la crítica literaria Denis Scheck.
En el ámbito político también hubo reacciones. La presidenta del partido Los Verdes, Claudia Roth, elogió a Doris Lessing como una de las grandes escritoras de la literatura contemporánea. “Con su obra articula las aspiraciones y experiencias de mujeres de una manera impresionantemente poética, impulsando la emancipación femenina en todo el mundo. Se ha distinguido a una intelectual emancipada que es merecido ejemplo para muchas escritoras y numerosas lectoras, como yo”, dijo Roth en Berlín.
Saludo desde el Parlamento alemán
Doris Lessing, casada en segundas nupcias con el comunista alemán Gottfried Anton Nicolai Lessing, tiene en Alemania un sobrino político, el líder socialista, Gregor Gysi, cuya madre, Irene, era hermana de Gottfried.
Gysi felicitó ante el pleno del Parlamento a su tía, diciendo que se alegraba de tener un Nobel en la familia.
El líder del partido Die Linke dijo que vio a su tía la semana pasada en Hamburgo y que ha leído todos sus libros. Destacó tener un buen contacto con ella desde los tiempos de la antigua RDA (República Democrática Alemana), cuando en plena guerra fría, Lessing ofreció refugio a su madre y hermana en Gran Bretaña, en donde estarían más seguras. “Un gesto sumamente generoso”, dijo. En su biografía, el elocuente político describe a su tía como una mujer introvertida que irradia una gran inteligencia.

Thursday, September 20, 2007

EL SANTO DEL PUEBLO (fragmento)

Va un fragmento del cuento que leí en la premiación del segundo concurso de Cuento Joven Alejandro Meneses 2007, convocado por Ediciones de Educación y Cultura, Editorial LunArena y Profética, Casa de Lectura, el pasado 3 de agosto, en Profética.
"No quiero ir, pero soy su último descendiente. Sólo mi sombra avanza junto a mí, un óvalo negro bajo la mañana. Volteo, las puertas cerradas a ambos lados de la calle. Ni un susurro, los aullidos de los perros. El camino hacia la iglesia es mucho más largo cada marzo, me jala de los tobillos, provoca tropiezos.
El atrio es un montón de sombreros, cabezas pequeñas, trenzas a modo de corona y rebozos descoloridos. Una hilera de ropones crece delante de la iglesia, vistiéndola de blanco igual que los claveles, rosas y alcatraces que traen de la ciudad, que miran hacia el altar y los pasillos. No es necesario empujar hombros, los cuerpos se apartan al roce del bastón sobre la tierra seca. Desde mi juventud atravieso el mismo año: los sombreros alzados, las miradas se despeñan, me tocan los pies. Adelante, rostros de niños sin bautizar, sonrisas amarillas y negruzcas, incompletas. Voces parecidas a silencios me ruegan por la cosecha, por el hijo enfermo: “Si señala hacia el cielo, si me ve, el sol de mañana calentará a mi niño”. Evito sus ojos, las súplicas son de humo, ni siquiera agitan las hojas de los eucaliptos.
De pronto un jalón. El ardor me hace voltear. Un hombre tiene una mecha pequeña, gris, entre los dedos, y la pone en la mano de un espectro de mujer.
–Perdone usted, tata, dicen que las reliquias son buen remedio para los males incurables.
–Mi niña suda gotas como de hielo, habla cuando está sola en el jacal. No pude traerla, ahora tendré que esperar hasta el otro año para bautizarla.
Quedo un momento ante las dos miradas negras, me froto la coronilla y vuelvo a caminar. La iglesia. Llego al altar sin ver la explosión de blancos, vuelta a la derecha, sigue la capilla dedicada al más antiguo de mis abuelos, la banca recién barnizada, sólo para mí. Podría recorrer la ruta aun estando ciego. Un mechón, pienso con la barbilla enterrada en el pecho, antes fue recoger la tierra debajo de mis pasos, rasgarme la camisa y acariciar el bastón; seguro después querrán un ojo o mi último latido.
Me siento ante un espejo de madera: mi antepasado cubierto con pliegues blancos y azules, de rodillas, junto al índice levantado de Jesús. Los pómulos huesudos de cuando yo era joven. Atrás, el enorme Cristo, mural de plumas. Volteo. Las tres bancas detrás de mí están vacías. Más allá, la gente que colmaba el atrio llena los asientos, el pasillo, se pone de puntitas para ver la imagen de mi abuelo, al sacristán, que toca las baldosas con una rodilla antes de encender las dos velas del altar.
La gente le abre paso al nuevo sacerdote, a una fila de mujeres con envoltorios blancos entre los brazos. El hombre sigue hasta el retablo color oro, ellas se reparten en las bancas reservadas. La ceremonia anual del bautismo.
El sacerdote no nació aquí, llegó al pueblo a principios de semana. Su primera ceremonia fue el entierro del viejo padre José. El sacristán lo mira con el entrecejo fruncido, el hombre de casulla verde levanta los brazos y tropieza a lo largo del sermón tantas veces pronunciado por el padre José. Habla hacia la cúpula de mosaicos turquesa y ultramar, lleno de espacios en blanco, amarillo y negro –ángeles alrededor de la aureola de mi abuelo–. Cierra los ojos, se queda en silencio. Sonrío, de seguro olvidó la siguiente palabra.
Esto no va a durar mucho; después de misa, entre bocado y bocado, las mujeres se encargarán de tejer la historia de mi familia, que se limita a la del beato considerado santo. Y el sacerdote joven, de cabellos escasos, me llamará a la sacristía al terminar el desayuno, preguntará si es cierto, si en verdad Jesucristo bajó de entre las plumas para bautizar a mi antiguo pariente, cuántos milagros se le atribuyen y en qué situación está la causa para canonizarlo. Yo asentiré. Y de nuevo perderé mi nombre para ser el último pariente del santo, el tata".

LO SOSPECHABA... Y ACABO DE COMPROBARLO

Desde ayer, al teclear la dirección fuerapalou.blogspot.com en la computadora, se desviaba el camino hasta abrir la página principal de blogger. No podía ser error de la página, pues al ver otros blogs sí se me permitía... Empecé a tener cierta sospecha, tal vez sin fundamentos (sí, cómo no!!!!!) como de que alguien se había erigido en dueño de la internet en el interior de la UDLA -donde trabajo, felizmente, en una librería.
Hace unos minutos mi hipótesis se confirmó. La imagen negada, la del "rector precioso", quien exhibe un bonito turquesa en los párpados y un rojo profundo que oculta sus labios, detrás de un círculo como los usados en las advertencias de "No estacionarse" o "Prohibido el paso", apareció a todo lo ancho de la pantalla...
Este espacio llevó para ustedes un capítulo más de la novela 1984, ¡ah, no, perdón!, de la censura en dicha universidad.
Seguiremos informando (si es que este blog puede volver a ver la luz allá en la UDLA).

Tuesday, September 04, 2007

LA MONTAÑA DEL ALMA

En el año 2000 se concedió el Nobel de Literatura a su autor, Gao Xingjian –poeta, dramaturgo, pintor, novelista–, nacido en 1940, de nacionalidad china y refugiado en París desde 1988. La montaña del alma, libro escrito entre 1982 y 1987, puede verse como una reunión de relatos independientes, la crónica de un probable viaje a través de China por parte del autor, antes de abandonar el país, o como las notas de un “Él”, un escritor incomprendido que aparece hasta el capítulo 72.
La novela inicia en segunda persona, con un encuentro casual en un ferrocarril. El personaje conoce la existencia de un sitio llamado la Montaña del alma o Lingshan. En los capítulos, cada uno de ellos cortos e independientes, se alterna la primera y la segunda persona –a veces se salta de una a otra en un mismo capítulo, incluso en el mismo párrafo–. El texto se halla impregnado de aspectos modernos y antiguos de la cultura china, que están muy cerca unos de otros, como en la realidad: los bambúes se mecen ligeramente, hay pandas, té, se recuerda la Revolución Cultural, la reeducación por el trabajo en el campo, aparecen monjes taoístas, funcionarios comunistas, templos en ruinas, el peregrinaje hasta el último rincón del país, imperante en la época de Mao. Por ese lado, la Montaña del alma intenta realizar un bosquejo del alma de China.
Al final, el lector se pregunta si el personaje cumple su meta, si logra localizar Linshang. La alternancia de las voces nos da una pista. El “tú” y el “yo” tal vez se refiera a la conciencia, al yo interno hablándole al personaje. Ese yo interno quizá sea el desconocido del ferrocarril, quien estuvo en la Montaña del Alma. Y el personaje, sin saberlo, puede estar viajando en este mismo sitio durante toda la novela: se pierde entre la bruma, se hospeda con personas que investigan el comportamiento de los pandas, conoce a varias mujeres y recopila canciones tradicionales en Linshang.
La frase: “Y además, ¿quién conoce el mecanismo del alma?”, de Bernard Malamud, epígrafe inicial en el libro de cuentos Ángela y los ciegos de Alejandro Meneses, nos ofrece una hipótesis acerca de la nula o casi nula continuidad entre los relatos que forman la novela. El alma es capaz adoptar la apariencia de una montaña, de un pasajero en el ferrocarril, guarda el recuerdo del olor que tiene el regazo de nuestra madre, el paisaje en torno al primer enamoramiento, la oscuridad de la muerte, los minutos anteriores al presente y el temor o la esperanza por los venideros. Es decir, no tiene una forma definida ni un orden específico, es como cada quien la percibe. Tal vez la novela sea simplemente el alma del personaje o el personaje recorriendo, sin saberlo, los rincones de su propia alma, de su Linshang.
La montaña del alma rescata tradiciones, creencias, poetas de siglos pasados, y su lectura es disfrutable. Destaca el lenguaje sencillo, la permanente duda –“Ni tú mismo sabes a ciencia cierta por qué has venido aquí”–, lo sensorial sobre las acciones. También se nota el excesivo uso del pretérito perfecto –“Te has subido a un autobús de línea. Y, desde la mañana, el viejo bus reconvertido para la ciudad ha traqueteado durante doce horas seguidas por las carreteras de montaña...”– y algunas frases españolizadas –“Por tanto, no estáis solos, otra persona habita en la planta superior”–, fruto, supongo, tanto de la probable nacionalidad de los traductores y editores –recordemos que el mayor porcentaje de editoriales proviene de España–, como de la dificultad que supone traducir el idioma chino, lejano y aislante incluso para sus propios hablantes.

Wednesday, July 25, 2007

EL COLOR DE LA ATMÓSFERA.

"La atmósfera puede ser el tema, entonces la historia resulta accesoria", dijo en repetidas ocasiones Alejandro Meneses a sus alumnos, durante entrevistas y charlas prolongación de los talleres del jueves. Una atmósfera difusa envolvió siempre sus cuentos, abarcando el título: Noche adentro, Ángela y los ciegos, Vidas lejanas, Casa vacía, sugieren velos, viento color ocre, atardeceres de colores deslavados.
Desde Días extraños, editado en 1987 por la Universidad Autónoma de Puebla, tonos cenicientos permean atmósferas tejidas con minuciosidad. Un ejemplo se encuentra en el cuento "Cuando sueñe, sueñe usted con eso", el que inaugura su primer libro. Asistimos a dos lecturas bajo la misma tarde. Una carta, un libro; el jardín, la recámara. Al principio el espacio es luminoso, el papel de las páginas ciega, las sombras son trazos de carbón. Poco a poco, mientras la tarde se retira, la luz va vistiéndose de plomo, se convierte en otra, en la que cambia el tono a los colores; es el momento en que no sabemos si saldrá la luna o un gallo nos despertará: "Ella se asomó a la ventana, tú alzaste la vista: sólo pájaros atravesando la ciudad en esa hora en que los objetos pierden su volumen y comienzan a ser sombras que se desplazan a los rincones en busca de calor". El cuento termina vestido de negro, donde bombillas tristes cuelgan allá, a lo lejos.
Esa oscuridad gruesa se traslada a "La noche del gato", cuento que forma parte de Ángela y los ciegos, el segundo libro de Alejandro Meneses, editado en el año 2000 por Ediciones Cal y arena. Aquí las penumbras se hacen presentes desde el inicio cuando el personaje–narrador llega a Puebla, proveniente de Morelia, después de más de siete horas de viaje, con dolor de muelas: "Abrir la puerta fue entrar a una jungla interior: en la oscuridad –sus ojos brillaban entre la maleza– latía la presencia de un felino carnicero, comedor de hombres. En el cielo lejano, un relámpago; su estruendo retumbó en los cristales de la casa. Regresó la lluvia".
La atmósfera turbia está en la casa después de un apagón, en el mundo que sólo sabe girar después de varios sorbos largos al ron, pero más que nada, en la soledad –Ángela lo abandonó– y en la incertidumbre, que contagia a quien se asoma al texto, de ignorar si está despierto o dormido, si la visita nocturna es parte del sueño: "...dormí; tal vez, porque en mi recuerdo hay un espacio de silencio, indoloro...
Hasta que alguien encendió un cerillo y me hizo despertar. El dolor era un latido tenue, ya sin espinas. Sumergido en la sabiduría inversa del ron, vapuleado, no sabía qué pasaba".
Quizá sea Vidas lejanas, editado por ABZ Editores, el libro que guarda más elementos de la biografía de su autor. Las narraciones, algunas incluidas en las recopilaciones Casa vacía y Noche adentro, encierra parientes, principalmente femeninos: tías, madres; también abuelos, hermanos, primos. Nunca padres –ellos se fueron antes del primer párrafo–. Los cuentos están cercados por lluvias furiosas, por montañas azules, espumosas de nubes, que se derraman "como un vaso lleno sobre las orillas del pueblo". Los envuelven la viruta y la luz enferma. Los escenarios recurrentes son poblaciones de Tlaxcala: Huamantla, Altzayanca –el lugar de nacimiento de Alejandro–, Panzacola; sólo una colonia local: la Santa María (a la que añade la terminación "de los Niños"). La menciona en "Escalera al cielo", Hombre en la luna", "Un extraño en el paraíso".
Quienes estamos familiarizados con la colonia Santa María, la percibimos como a través de un filtro amarillo, fracturado, rescatado de algún baúl de tapa abierta o con agujeros. Siempre polvosa.
Este es el escenario de "Volver a casa", el único cuento de este libro narrado desde la tercera persona. La atmósfera responde a la percepción de la Santa María: tardes "pasadas por cloro", el humo de un sillón "viejo, rellenísimo de estopa" que se incendia, el insomio en la cárcel, brasas de cigarros suspendidas en la oscuridad, de nuevo la lluvia.
En "La bella vida", que aparece tanto en la antología De párvulas bocas como en el libro póstumo Tan lejos, tan cerca, publicado en el 2005 por Ediciones de Educación y Cultura, las penumbras son la atmósfera: casetas telefónicas por la madrugada, hablar con la contestadora, bares donde el sol no se asoma más allá del umbral, el rostro de alguien iluminado a medias por la pantalla de una computadora: "cantante a sueldo, trovador de veras borracho, la guitarra sólo le da un punto de apoyo en el aire para no irse de hocico, para tomar distancia de la penumbra distorsionada, movediza".
La frase de André Gide que inaugura el cuento "Cabaret para ciegos" –Crea el infinito con lo impreciso y lo inacabado– se amolda a la visión que Alejandro Meneses tenía de la literatura. Él prefería el velo que cubre una certeza, las estructuras rotas, los finales puestos en el principio o a la mitad, no ceñirse a la receta de planteamiento, nudo y solución.
La literatura es la vida, nos dijo, nos sigue diciendo; como en ella, lo único seguro son las dudas, lo inconcluso. Y es precisamente esto lo que añade tonos y partículas en suspensión a la atmósfera reinante en la escritura del autor nacido el Altzayanca y muerto en la ciudad de Puebla hace dos años.
Por suerte para nosotros, sus narraciones difusas, de sueño penumbroso, no se evaporan al término de la lectura; se quedan esperándonos en el estante, en la mesa de noche, para cercarnos de nuevo cuando abrimos sus libros.

Judith Castañeda Suarí.

Wednesday, June 20, 2007

PIERNA A LA CACEROLA (Fragmento)

En esta ocasión arranco la página y la pego en la pared. Debajo de los párrafos, dos manos y un cuchillo posan con un plato de carne cruda. El pesado recetario de tapas brillantes es el guardián de las otras fotografías, la misma carne en dos momentos: atada como si envolviera un regalo, junto a cebollas rojizas y frascos disfrazando de laboratorio una cocina; y dorada, transpirando jugo, dentro de una cacerola. Son filetes que custodian un relleno aderezado con laurel y coñac.
Como en el primer intento, no me importa comprobar si ese color pálido, casi enfermizo, es el de los filetes de cerdo; de cualquier manera nunca sigo las recetas como si se trataran de una fórmula para analizar químicos. Me agrada el juego de inventar sabores, un poco de vino o cerveza en lugar de jugo de naranja, carne de ternera cuando no tengo filete a la mano. La cocina es mi centro de operaciones, un aromatizante cuyas manos inyectan a la casa la esencia del café o los chipotles. Ni por la noche, cuando me recostaba junto a la espalda de Sergio, abría el cortinaje de terciopelo vino o las ventanas; el perfume debía dormir acariciándome el cuello, metido en mi abrazo aún al despertarme.
Cuando Sergio volvía de la oficina, sosteniéndose de su sombra, no era el atardecer el que entraba por el pasillo y subía las escaleras colgado de sus zapatos, sino la noche. No me visitó en la cocina ni una vez, siempre fue derecho a nuestra habitación. La voz de alguna soprano, el ruido de lluvia y el vapor, me indicaban el religioso cumplimiento de su rutina: la ducha, la televisión, el sueño. Nunca me imaginé entrando al baño, abrazándolo sumergidos en la tina o bajo la tormenta de gotas tibias, vestida con su aliento. Bañarse, leer, dormir, cocinar, hay actividades que no requieren de más de una persona. Quizás él también era consciente, por eso tampoco me interrumpía.
Mi rutina, como la suya, se completaba. Un veintiuno y dos ceros parpadeando en el horno de microondas y le subía una charola. Café con un chorrito de licor de naranja, pastas aún palpitantes por el calor. Él, con los brazos sirviéndole de almohada, mirando en la televisión al hombre que imita al presidente, serio ante las risas de utilería, apenas si curveaba los labios para dedicarme una sonrisa.
–No cenaste.
–Sí; compré algo antes de venir–, le respondía al comediante de las manos enormes y el mechón de la coronilla levantado. Cambiaba de canal, un salto de tres metros en la pantalla y el enceste con el reloj en ceros.
Siempre intenté llegar hasta él. Inclinarme para sisear en su oído, dejar un camino de azúcar y canela sobre su rostro, besarlo en la comisura de los labios, fueron recetas fallidas. Él me imponía distancia con palabras y bostezos: “¿Por qué no vas a lavarte el cabello?, hueles a ajo”. De nuevo la palidez de su espalda, los ronquidos. Las razones para alejarme: tengo sueño, hoy estuve muy ocupado, mañana debo llegar antes, ¡cuánto te tardas!, hueles a cebolla...
Entonces me metía debajo de la sábana y por la mañana, la cena recalentada lo esperaba en el comedor. Sergio salía de la habitación acomodándose la corbata, los cabellos oscuros. Apuraba de un solo sorbo el café y se iba sin siquiera mirar las galletas. Un beso en la frente, labios que no acaban de posarse, y un portazo. Mi memoria lo guarda ante los partidos de basketbol, roncando, detrás de la puerta o en la oficina. Nunca sueño su piel de azúcar quemada bajo la ducha, o a mí misma, en la cocina, custodiada por su abrazo mientras pequeñas llamas hacen hervir la salsa de jitomate que acompañará al spaguetti.

Wednesday, June 06, 2007

A VER SI NO SE LOS LLEVAN...

El gobierno de la capital mexicana arrancó el programa para prestar entre los usuarios del metro 250.000 ejemplares de su séptima antología que busca promover la lectura durante el recorrido entre estaciones del subterráneo.
La secretaria capitalina de Cultura, Paloma Saiz, indicó que esta antología reúne a diez escritores mexicanos entre quienes están Elena Poniatowska, Enrique Serna, Juan Villoro, Silvia Molina, David Martín del Campo, David Huerta y Enrique González Rojo.
Con la nueva etapa suman siete las antologías que se han prestado a los viajeros y las autoridades han destacado que una gran cantidad de libros son devueltos para ser leídos por otros usuarios.
Saiz indicó que esta nueva etapa del programa busca ganar nuevos lectores, "consolidar otros que lo son de manera eventual y proporcionar lecturas a quienes no pueden adquirir libros por problemas económicos".
La funcionaria que ha estado a cargo del programa desde su arranque afirmó que una mayoría de usuarios devuelven los libros, aunque en ocasiones se los llevan a sus casas para terminar de leerlos.
Las obras que se prestan son colocadas en estanterías en las entradas y salidas de las estaciones del Metro y los usuarios cuentan con el apoyo de los jóvenes de la Ola Cultural, explicó Saiz.
Actualmente el servicio se ofrece en la línea que va de norte a sur, de la estación Indios Verdes a Universidad, pero las autoridades quieren extender el programa a otras líneas del metro que diariamente transporta a unos cinco millones de personas.

Thursday, May 31, 2007

EL TREN AMARILLO

La llegada el próximo miércoles de 'el tren amarillo' con Gabriel García Márquez como uno de los pasajeros a su natal Aracataca, en el norte de Colombia, marca el inicio del proyecto turístico la 'ruta de Macondo', el pueblo mítico en la obra del novelista. El viejo sueño de volver a unir por tren a Santa Marta y las localidades que llevan a Aracataca, la tierra del premio Nobel de Literatura de 1982, en un recorrido de menos de 70 kilómetros pretende convertir el tramo en un corredor turístico.
Se pretende recuperar todas las estaciones de la antigua ruta del tren: Bonda, Gaira, Pozos Colorados y la zona bananera a través de esas estaciones.
García Márquez, en 'Vivir para contarla', decía que en la ruta "cada río tenía su pueblo y su puente de hierro por donde el tren pasaba dando alaridos, y las muchachas que se bañaban en las aguas heladas saltaban como sábalos a su paso para turbar a los viajeros con sus tetas fugaces".
Cuenta el mismo García Márquez que en un viaje para vender la casa de Aracataca en los primeros años de la década de los 50 del siglo pasado, su madre dijo: "¡La estación! Cómo habrá cambiado el mundo que ya nadie espera el tren".
Ahora lo que se busca es que esa estación no esté solitaria y que la misma máquina despierte con su silbato la alegría y se impulse así 'La ruta de Macondo' para visitar la Casa-Museo y demás atractivos descritos por el autor de 'El otoño de Patriarca'.
Pedro Bonilla, de la Corporación Tayrona que pondrá en marcha el proyecto, ha dicho que "el tren amarillo de Macondo es una petición de toda la población y una deuda con todos los habitantes, que a lo largo y ancho del recorrido tienen un gran legado cultural".
El gobierno colombiano está remodelando la casa natal de García Márquez en Aracataca. Para ello ha dispuesto unos 530.000 dólares y confía en que el autor de 'Cien años de soledad' la inaugure en marzo del año entrante cuando cumpla los 81 años de vida.

Monday, May 28, 2007

PUEBLA CAMPEÓN!!!!!!!!!

Estamos de vuelta en la Primera División Nacional, señoras y señores!!!!!! El equipo blanquiazul derrotó a su similar de Sinaloa, los Dorados, en una final bastante sufrida.
Por mi parte, deseo, pido, exhijo, que el técnico José Luis Sánchez Solá se quede al frente de la escuadra... Es de los mejores.
Un saludo a toda la afición y allí estaremos, en ese estadio que lució pletórico este fin de semana, vestido de franjas azules...

III ENCUENTRO DE MUJERES QUE ESCRIBEN

Esto, probables visitantes, es una recopilación de impresiones acerca del III Encuentro de Mujeres que Escriben, celebrado el día miércoles 23 de mayo del año en curso. Esperando de todo corazón que no desistan en su asitencia el próximo año...

Presagio de Alicia y el diablo
Lina Zerón

La tarde presagiaba lluvia. El segundo patio de La Casa Amarilla cubierto por una enorme lona de color amarillo fosforescente, soportada por unas vigas de acero era el escenario del III Encuentro de mujeres que Escriben. Había colocadas una mesa para cuatro cubierta por fieltro verde y un hermoso arreglo florar de rosas y margaritones, unas 60 sillas y dos bocinas de pedestal una al frente y otra posterior.
Las 17:15, turno de Eve Gil que nos presentaba su cuento: “Alicia o el diablo”, la presentación de la autora corría a cargo de Victoria V. Pérez. Comenzaron los relámpagos acompañados de un estruendoso aguacero y copos de granizo, recordé cuando de pequeños mi abuela nos decía que apagáramos las luces y desconectáramos todos los eléctricos ya que podíamos atraer un rayo con la antena del televisor. Eve se esforzaba por alzar la voz y hacerse escuchar, Victoria miraba hacia arriba, todos estábamos atentos al cuento de Eve sin dejar de preocuparnos por la cantidad de agua que se almacenaba en la lona del lado izquierdo, presagiando que el Diablo del cuento de Alicia haría presencia esa noche. Pensé que el diluvio traspasaría la lona cayendo como cascada sobre los asistentes. Maricarmen Jiménez y Raquel Gutierrez iban y venían tratando de conseguir otro salón o de subir el volumen al micrófono para que no compitiera con la dulce voz de Eve, de pronto un sonido igual al que hacen los buñuelos al romperlos en dos pero con amplificador para un estadio de futbol, se escuchó por todo el patio, ¡craz, craz, craaazzz! el plafón de acrílico que soportaba la gruesa lona repleta de lluvia, lo mismo que una camilla a un herido, se vino abajo en mil pedazos, justo arriba de la mesa de lectura. Eve Gil, Victoria y Raquel corrieron hacia la ventana de la biblioteca situada a sus espaldas, un enorme pedazo de acrílico cayó de filón sobre la cabeza y la espalda de Eve, cosa que aminoró el golpe que recibió en el pié protegido por sus inseparables tennis sin lastimarla, esta vez su Ángel de la Guarda venció al diablo del cuento. Victoria se fue deslizando hacia la derecha y Raquel intentaba esconderse tras la bocina, para protegerse por ella como si fuera un paracrílicos en vez de paraguas, su cara reflejaba terror y sorpresa, su bastón cual herido de muerte yacía a medio patio. Las asistentes de la primera fila fueron alcanzadas por enormes proyectiles mientras corrían, dejando bolsos y prendas en las sillas, al compás de los crujidos del techo transparente que seguía desprendiéndose. Eve se agarraba la melena con ambas manos y sus ojos abarcaban casi toda su cara. Varios corrimos hacia el lado izquierdo, por donde llovía pedacería de plafón, tratando de protegernos, los otros se replegaron contra la pared del lado derecho. Con sorpresa y horror Maria del Carmen García Aguilar levantaba su mano izquierda de donde brotaba sangre, yo imaginé un hueso traspasando la piel, pero por fortuna no fue tan grave, eso nos dijeron las que la llevaron al hospital. Algunos valientes decidimos volver a atravesar el patio retando al Demonio de Alicia para subir por las escaleras al segundo piso y continuar con la lectura en el salón 4, llegamos hasta ahí para concluir la lectura de Eve Gil, continuar con la mia para cerrar con Rosa Nissán. Durante hora y media mas, el cielo de plástico no dejó de tronar cual cascos de caballos despavoridos, ni el techo dejó de escupir pedazos de plástico.
La cena postraumática en el Hotel Palace fue muy cálida. Rosa, Eufrosina, Eve y yo intercambiamos correos, teléfonos y confidencias. En la bolsa de cada una yace en el fondo un pedazo de acrílico que nos regaló la noche como recuerdo de una bella tarde de romántica lluvia y lectura de cuentos.

¡Sálvese quien pueda!
Isabel González.

La mayoría del tiempo logro marear mis miedos, los escondo en un cajón bajo llave o me la paso haciendo mil actividades para hacerme "coco wash" de que la vida es eterna. El miércoles, el cajón se abrió y pareciera como si el cerrojo se botara para escupir las palabras que tanto temo: no seas imbécil, si tu vida y la de los demás pende de un hilito que no puedes controlar. Estabamos enmedio de la presentación de la super escritora Eve Gil, un aguacerazo marca "diablo" hacía difícil su lectura. Eve, como invocando a un dios benévolo, miraba al cielo implorando misericordia con una sonrisa pícara en los labios. Yo no dejaba de mirar el techo, una burbuja que crecía cada vez más, se instalaba en el techo y la lona cedía ante el peso. "Nos vamos a empapar, donde esto caiga", pensé. "Bueno, una mojadita no cae mal a nadie. Ya que deje de llover pues la crítica del cuento está super buena". De pronto un tronido me puso alerta, sentí como un trueno susurrándome al oído. Mis piernas corrieron sin mi permiso, en segundos estaba a salvo, apiñada con muchas mujers que asombradas no daban crédito a lo que pasaba. Los gritos femeninos ahogaban el desplome, todos teníamos cara de desamparo, como de niños cuando la maestra les descubre una acordeón. Parecía una orquesta en la que el director se ha quedado dormido: corazones, crujidos y gritos formaban un coro desacompasado. Ante el desconcierto tomé la mano de Mary Carmen, veía sus dedos sangrando, una burbuja morada como si del techo se hubiera trasladado ahí, a ese espacio reducido de carne. Le tomé la mano y le dije, parece que no es muy grave. Ella me dijo auuuch, me duele. "Soy una metiche, pensé". Pues el caso es que ya no volví a ver a la herida. Salté el patio corriendo mientras me encaminaba al coche y el cielo me bautizaba con gotas gigantescas. llegué a mi casa y me comí un tazón repleto de palomitas con varias salsas, una quesadilla de pan árabe y una lechita sabor vaililla. Abracé a mis hijos como si fuera la última vez. Total ¿alguien me asegura que mañana estaré despierta para saber si subí un poco de peso?

¡Ángel de mi guarda, dulce compañía!
Virginia Hernández Enríquez.

Después de la agradable jornada que vivimos en el III Encuentro de Mujeres que escriben, de repente, el diablo hizo su aparición, nunca sabremos si la Alicia del cuento de Eve Gil, lo trajo arrastrando desde tan lejos. De repente, entendí lo lenta que soy para reaccionar ante el peligro, aunque un reflejo instintivo me llevó a refugiarme contra el vidrio de la biblioteca, lugar atinadísimo para que caiga una esquirla y lo rompa. Me vi después junto con Raquel y Maricarmen Jiménez convertidas en cedazos bermellón. Mi ángel de la guarda que siempre ha sido un ángel musculoso e inteligente me condujo hacia el refugio al que acudieron todos, e invocando la jaculatoria infantil: ¡Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me dejes sola ni de noche ni de día! calmé mi miedo. El estruendo que hacía el techo me parecía realmente demoníaco, pero la convención de ángeles de la guarda que se llevaba de forma alternativa y subrepticia junto con el encuentro de escritoras, fue lo que permitió desbaratar los poderes malignos que pretendían destruirnos.
Las mujeres somos fuertes, los ángeles que son andróginos, también. Después de acompañar a Maricarmen García al médico y de charlar y comentar con ella sin parar el incidente, ambas hicimos catarsis y nos sentimos más tranquilas. Lamentamos no poder regresar al Encuentro que por lo que me enteró continuó y fue de lo mejor, siento haberme perdido el comentario de Victoria, la presentación de Lina y de Rosa. A pesar de ello, sé que nuestros encuentros continuarán, ya que nuestro femenino y feminista poder ha exorcizado al diablo.

23 de mayo: El día que se nos cayó un pedazo del cielo
Mary Carmen García.

Al despertar tenía las ideas confusas, un leve dolor en la cabeza me hizo tratar de recordar lo qué me había sucedido. De momento unas ligeras punzadas en mi mano izquierda acentuaron los malestares y la intención de los recuerdos. Traté de reconocer mi mano, mis dedos; los “parches” en el dedo índice y en el de en medio, en la palma de la mano y el dorso me lo impedían; lo blanco de las gasas contrarrestaba con el color de mi piel, ¡además de morena, cómo me ha quemado el sol! –pensé. Para obligarme al movimiento me llevé esa mano a la cabeza y sentí una inflamación; el brazo también me dolía, ¿por qué?
Cerré los ojos, suspiré hondo y me propuse recapitular lo que pasó: La tarde de ayer transcurría amenamente, después de la comida satisfechas y alegres de que todo marchaba muy bien, nos dispusimos a continuar con nuestro encuentro, el sabor que la sesión de la mañana era tan grato, que esperábamos seguir saboreando y disfrutando de las letras.
Empezó a llover, no era extraño, ha estado lloviendo todas las tardes. Habían transcurridos algunos minutos cuando la lluvia arreció y empezó a granizar, una leve inquietud se empezó a manifestar, puede ser porque no se escucha bien –pensé-; el micrófono no era suficiente para acallar el ruido del agua cayendo sobre el domo amarillo que con la luz de la tarde había adquirido una tonalidad luminosa. A ratos parecía que el agua se calmaba para después volver con mas fuerza. El ruido constante me obligó a voltear hacia el domo, una ligera turbación se apoderó de mí al recordar los sucesos pasados en la Facultad de Filosofía, ahí se cayó una lona y ocasionó el accidente. Aquí era un domo, además las estructuras que lo sostenían eran de metal, aquí no podía pasar nada, -especulé.
El ruido de agua cayendo en el domo era cada vez más fuerte... Paty Galán y yo, para estar más cómodas, habíamos puesto nuestras carpetas, bolsos y libros en la silla de en medio; Martita Porras estaba a mi derecha, Tlaloc ha de ser machista y ya no quiere oírnos -le dije. También le advertí que una parte del domo tenía demasiada agua acumulada. ...... La lluvia se intensificaba más, no podíamos oír, ..... Solución: acercar más la mesa hacia el público. Yo estaba sentada en primera fila y al centro, la mesa me quedó casi como para comer. Pese a mi desasosiego, no quería perder detalle: el diablo se hizo presente tanto en la estupenda narración de Eve Gil como de los precisos y atrayentes comentarios que Victoria había empezado a hacer..... A pesar de la cercanía, el sonido se volvió a ahogar... inquieta nuevamente, volteé hacia el domo, el agua se acumuló más,.... regresé mi atención a la mesa, en ese momento se escuchó un crujir tan fuerte que no logré identificar de dónde venía, quise levantarme rápidamente y la mesa me lo impidió, casi al mismo tiempo escuché un gran estruendo acompañado de un raudal de agua y fragmentos de acrílico, cuando logré llegar a la esquina, donde ya estaban mis compañeras, no había donde resguardarse, me sentí vulnerable; supe, en cuestión de segundos, lo que podía pasarme..... al momento vi como venía hacia mí un trozo de ese acrílico que minutos antes había estado vigilando.... levanté el brazo izquierdo tratando de cubrirme y corrí al pasillo esperando que no me alcanzara otro proyectil. .... No sé si gritamos, no sé cómo corrimos, pero los pedazos de cielo seguían cayendo, los ruidos nos ensordecían. Por un leve dolor, me toqué la cabeza con la mano cortada y su propia sangre y el malestar me hizo pensar que esta lesionada.
¡Claro que también estaba asustada! Sin embargo y pese a ello, no dejé de pedir mis cosas que seguían placidamente instaladas en la silla... mi saco, mi carpeta y mi bolso parecían aguardar la continuación de nuestro encuentro, junto a ellas.... mi silla vacía. ...Me sentí mareada, ¿te sientes mal?, ¿Qué te pasó?, ¿te lastimaste? Fueron las voces que oí. Quise poner inmediatamente la mano bajo la lluvia para quitarme la sangre. Las imágenes de lo que pudo hacer sido un desastre me empezaron a abrumar; subí con Mary Carmen Jiménez para que me “curaran” la mano, me revisó la cabeza que seguía doliéndome. La mano había dejado de sangrar sumergida en un vaso con agua helada que también aminoró el dolor. Vicky atenta a mí y a mis cosas, desde ese momento no se apartó de mi lado. Dejé mi texto escrito para Rosa Nissan –que era el último que se leería esa tarde- y me fui con mi doctora. ..... Más dolor, inyecciones, abrir las heridas, cerrarlas, un reconocimiento minucioso ¡Nada grave! Pero las curaciones, por unos días, tendrán que seguir.
Poco a poco reconstruí los recuerdos como si cada pedazo de domo que cayó pudiera aunarse nuevamente y devolverle al conjunto de ese edificio su “antes”, porque quiero suponer que no volverán a colocar otro domo. Esas casas fueron hechas sin techos, con sus patios al aire libre para que corriera el agua, mojara sus lajas y humedeciera la tierra, pero necios les ponemos techos, cerramos sus ventanas, abrimos puertas, levantamos paredes y la naturaleza y el tiempo esperan para pasar la factura.... ¿cuánto más vamos a ver?
MORALEJA: Las situaciones de riesgo si pueden evitarse.

El mensaje
Victoria Pérez Jvostova
Inspirado en las minicrónicas de Lina Zerón.

Sabía que el día, 23 de mayo de 2007, algo iba a suceder. Lo que no sabía era qué y cómo.
Cuatro compañeras y yo estábamos organizando el Tercer encuentro de mujeres que escriben. El análisis del primer capítulo de la novela de Amelia Domínguez La sangre también recuerda y la reflexión sobre el cuento Alicia o el diablo de Eve Gil que tenía que preparar para este evento hicieron que acabara con mi frasco de multivitamínicos enriquecidos con ginseng. El día anterior al encuentro, después de una larga reflexión sobre las cuestiones intertextuales, me acosté muy tarde. Enseguida, Morfeo hizo acto de presencia por medio de un sueño extraño. Un enorme globo rosa flotaba en mi dirección. Al acercarse a mi cara produjo un ¡PUM! que me despertó. Abrí los ojos y volteé a ver el retrato de mi madre, mi ángel protector desde hace cinco años. ¿Si es un mensaje, le pregunté, qué significa? ¿Acaso será el fracaso de mi estreno como analista?” Sonriendo desde la foto sobre el buró la imagen de mi madre me tranquilizó: “Calma, sólo es un sueño”. “Pues, sí, pensé, ¿cómo puede fracasar algo que fue preparado con tanto esfuerzo?. Además, mi análisis junto con las pastillas de Saridón y un termo con té verde, traído de mi natal Ucrania, ya están bien guardados en mi enorme y fea bolsa negra que uso últimamente”. Caí en los brazos de Morfeo por segunda vez. En mi inconsciente, el diablo de Tsvetaeva explicaba a Gesualdo Mesina la importancia del poder interpretativo para la mente analítica.
La mañana del día del encuentro parecía ser paradisíaca. Helios en su apogeo, las flores de colores brillantes, las sonrisas amables, el olor a café y mi inseparable taza del té verde junto con las lecturas efectuadas por las mismas escritoras –que más puede pedir una– creaban un ambiente cuyo calificativo oscilaba en algún lugar entre lo académico, lo femenino y lo amigable (Dios, perdona a quienes van a decir que éste no existe).
En la tarde, después de la jornada matutina y rica comida ofrecida por el Postgrado, regresamos al lugar de nuestro encuentro donde ya se encontraban los amantes de la escritura femenina, listos para escuchar a las siguientes participantes. Aunque los rayos de Helios ya no calentaban tanto, bajo el plafón de acrílico que cubría el patio de la Casa Amarilla hacía calor. El reloj marcaba las cinco de la tarde y la hora de mi segunda intervención se acercaba. Torturado por el sol, mi cuerpo pedía piedad. Raquel Gutiérrez y Judith Castañeda terminaron con éxito su presentación y nos dieron paso a Eve Gil y a mí. Cuando la escritora sonorense comenzó la lectura de su cuento, el todopoderoso escuchó mis plegarias y cubrió el azul de los cielos con densas nubes negras. Conforme la exposición iba avanzando, escuché las primeras gotas de lluvia caer sobre el techo de acrílico. “Que llueva que llueva, la virgen de la cueva”, pasaba por mi cabeza mientras vi que al micrófono le subieron el volumen. “A pesar de mi pasado ateo, Dios no me abandona”, pensé. Mis piernas que ya conocen los primeros síntomas de várices no dejaban de dar las gracias al tiempo que el público, hecho una enorme oreja, trataba de escuchar lo que les narraba la escritora. ¡Claro, quien iba a perder el cuento de la mismísima Gil! Bajo una tremenda granizada Eve contaba la muerte de Gesu Mesinas: “!PUM¡, repitió Charlotte como si fuera un juego... ¡PUM, PUM¡ repitió horadando con el dedo la sien de la boquiabierta muchacha...”. En este momento la imagen del globo rosa produciendo el ¡PUM¡ me vino a la mente. “Bueno, después de todo, que significa este mensaje”, pensé. No pude terminar mi decodificación , pues ya era mi turno. Estaba explicando la diferencia que existe entre el diablo con los ojos blanquiazules de Tsvetaeva y el diablo de Gil, cuando los cielos se abrieron y sobre la Tierra calló tremenda lluvia. En unos momentos, después de generar unos cuantos ¡PUM¡, ¡PUM, PUM-PUM¡ el techo de acrílico que no aguantó la gran cantidad de agua acumulada se calló sobre nosotros. Por fin pude interpretar el mensaje.
Terminé de presentar mi análisis en un lugar seco y seguro. Cuando anunciaron el receso, fui a ver el patio. En medio de los restos del techo y sillas tiradas yacía el letrero con mi nombre. Con tinta corrida por la lluvia y pisado por tantos que corríamos en búsqueda de protección, tenía aspecto amargado. “Las huellas del diablo”, pensé y el cielo me respondió con un rugido que hizo caer lo que quedaba del techo.
Hoy, varios días después del incidente, mi mente educada según los últimos alcances del pensamiento posmoderno, me presenta las imágenes de lo sucedido en flashbacks: Eve, de espaldas, con su pelo diabólicamente bello, y el enorme trozo de plástico que alcanza a caer sobre su cabeza; Raquel, incrustada en la pared y con un montón de restos del techo a sus pies; yo, sentada todavía frente al micrófono, en medio de todo este desastre.
Mi ángel protector, no supe interpretar tu mensaje. Pero desde aquel día, sobre mi buró, junto a tu foto está un lápiz y unos cuantos post-its para que la próxima vez me lo pongas por escrito.
¡Eso te pasa por invocar al Diablo! III Encuentro de Escritoras en Puebla
Eve Gil.

Por tercer año consecutivo tuve el honor de ser invitada por las organizadoras del Encuentro Mujeres que Escriben que este 2007 llega a su tercer aniversario gracias al empeño, tezón y amor por la literatura de un grupo de académicas de la Benemérita Universidad de Puebla, lidereadas por Raquel Gutiérrez Estupiñán, especialista en la obra de Luisa Josefina Hernández y ganadora del Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2003.
Tuve la oportunidad de reunirme nuevamente con grandes amigas poblanas, todas ellas escritoras que, aunque no masivamente conocidas, gozan del prestigio y el talento suficientes para llegar a serlo: Beatriz Meyer, Amelia Domínguez, Isabel González y la jovencísima Judith Castañeda Suarí. La novedad de este año, fueron las escritoras Rosa Nissán, invitada de honor y la poeta Lina Zerón que sorprendió gratamente a la audiencia en su faceta como narradora.
La dinámica de este encuentro se sale de lo común pues cada escritora se presenta en compañía de una académica que, tras la lectura del texto, procede a realizar un análisis concienzudo de la obra y a comentar la trayectoria de la autora en turno. Se trata, pues, de un coloquio amistoso entre la crítica académica y las autoras, algo nunca antes visto. La mayoría de la audiencia está constituida por jóvenes preparatorianos y universitarios que muestran un entusiasmo raras veces visto por esta servidora en otros estados de la república.

La ira divina se desata en pleno encuentro.
Llegado mi turno de leer, asistida por Victoria Pérez (que en realidad es rusa pero usa el apellido de su esposo mexicano y es una mujer sumamente sensible a quien agradezco su maravilloso análisis de mi relato), se desató un aguacerazo con tintes diluvianos. Las lecturas se llevaban a cabo en un patio techado de la llamada Casa Amarilla y salvo el problema que representaba tratar de hacerme escuchar en medio de una granizada, nada parecía anunciar algún incidente que pudiera empañar el encuentro. El cuento que leí, inédito, se titula "Alicia o el diablo" y por supuesto hace alusión al personaje del traje colorado y los cuernitos... ¿qué creen que sentí cuando en plena lectura se nos vino encima el techo de plafón, que no pudo resistir el peso del granizo acumulado? Fue necesario evacuar el patio que terminó en zona de desastre. Me resguardé a tiempo de un enorme trozo que de haberme en la cabeza, mínimo, me hubiera descalabrado pero solo rozó mi espalda y me aplastó un pie, aunque una de las maestras, Mary Carmen García Aguilar, a quien se le había asignado la presentación de Rosa Nissán, tuvo que ser llevada al hospital porque la sangre le escurría por entre los dedos de las manos y el antebrazo. La maestra Jiménez y Romano tuvo que desinfectarse una herida en la pantorrilla. Aunque solo hubieron heridos por las esquirlas, nada que lamentar, el susto no nos lo quita nadie. Medio en broma, medio en serio, porque todavía estaba temblando, les dije que nunca más volvería a invocar al demonio en mis cuentos. Tuvimos que mudarnos a una pequeña aula donde Victoria terminó de realizar su análisis público de mi demoniaco texto y Lina Zerón y Rosa Nissán pudieron llevar a cabo conmovedoras lecturas. Me voy de Puebla con la espalda amoratada, la pata más fregada de lo normal, pero llena del cariño de mis viejas amigas, incluidas las académicas María del Carmen Jiménez y Romano y Virginia Hernández Enríquez, así como de dos nuevas: Rosa Nissán y su acompañante, Eufrosina, una alumna suya del taller de autobiografía de quien algún día me permitiré hablar más ampliamente porque esta maravillosa mujer que ni siquiera leyó pues acudió solo a escuchar a su maestra, merece comentarios mucho más extensos.
Los invito a checar fotos exclusivas para este blog de este maravilloso (y endemoniado) encuentro en el Álbum de la Eve & Friends. Por desgracia no alcanzamos a captar imágenes del momento en que cundió el pánico por el desplome del techo.

De cómo Tlaloc se inconformó porque el Diablo fue invocado en su lugar y la división en dos de una lectura.
Judith Castañeda Suarí.

El 23 de mayo se celebró el Tercer Encuentro de Mujeres que Escriben; el escenario, la Casa Amarilla, instalación de la Universidad Autónoma de Puebla ubicada en el Centro Histórico de esta ciudad, bajo un doble techo amarillo, de lona y acrílico. Cada año se teje una atmósfera de amistad: intercambio de correos electrónicos, de libros y comentarios sobre lo que cada quién está escribiendo o planea escribir, comida a las dos, textos con estructuras, atmósferas e historias diferentes, tramadas según la visión de la literatura, las experiencias, las lecturas, la vida.
Esta es la primera vez que se hace en mayo, en plena primavera, el otoño es la costumbre. Estuvieron presentes Isabel González, ganadora de la última edición de concurso de cuento Mujeres en Vida, con sus textos cargados de imágenes eróticas, los cuentos inéditos de Betty Meyer y Eve Gil, Lina Zerón, primeriza, nos hizo reír con varias minicrónicas, Rosa Nissán, una servidora y su “Cerrando puertas” (que suena a canción de Robi Draco Rosa).
Hubo también una invitada que llegó tarde pero a tiempo, que no leyó ningún cuento y tampoco tuvo un espacio en el intercambio de correos electrónicos. Eso sí, recibió su reconocimiento: las carreras, los gritos, una herida. La lluvia, al principio no muy fuerte, dejó terminar una lectura sembrada de pausas a Eve Gil. El Maligno, el Diablo, fue nombrado en más de una ocasión a lo largo de ese divertido texto. Y justo al terminar, como si las palabras se hubieran vestido de invocación y ganado peso, mezcla de vudú y santería, el golpeteo de las gotas redobló esfuerzos hasta acumularse en el techo y romper el acrílico. Al principio fueron tronidos lejanos, difíciles de ubicar; luego, en vez de agua o granizo, llovieron algunos trozos puntiagudos, transparentes. Uno de ellos lesionó a Maricarmen García, una de las organizadoras, quien tendría una intervención en la última lectura. Ese golpe terminó en un viaje al hospital que, esperamos, no haya sido muy largo. Más de una pensó que el agua acumulada caería en pleno, que las bocinas y micrófonos descargarían electricidad en esa cascada, que...
Para mi fortuna estaba en la orilla, unos pasos y mi cabeza quedó fuera del alcance del acrílico. Organizadoras, escritoras y público terminaron debajo de los pasillos del segundo piso, alrededor del patio donde se leía, hasta el momento, sin novedad. Lecturas y asistentes se trasladaron a un salón pequeño, lejos de la zona de desastre en que se convirtió el lugar.
Por mi parte estoy lista para otra lectura en el patio de la casa antigua que es el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Puebla, con todo y granizo y lluvia de acrílico, no importa. Sólo espero estar sentada en la orilla para correr a tiempo.

Wednesday, April 25, 2007

EL ORGASMÓGRAFO

“Adiós mundo cruel” es un lugar común que muchas ocasiones aparece en notas suicidas y frases últimas dichas en la televisión en el cine. Es motivo de hilaridad a fuerza de repetirse, de no cumplir la sentencia. Al mismo tiempo alude a una verdad: el mundo, la mayoría de las veces, es cruel; así lo pensamos al ver la enorme separación entre las clases sociales, entre condiciones de vida –algunos no saben en qué cuenta depositar el último cheque de la mañana, otros no saben si comerán por la noche.
Los cuentos de El orgasmógrafo (Enrique Serna, Plaza & Janés Editores, 2001) recogen esta misma crueldad intectada con humor. Siete narraciones en la que la esperanza se termina una página antes de iniciar el texto. El autor de Amores de segunda mano y El seductor de la patria nos introduce a diferentes atmósferas: la realización de programas televisivos, países africanos, oficinas, ciudades sacadas de un futuro gobernado por un sistema totalitario. Nos presenta a actores de televisión que no saben qué hacer con sus larguísimas vaciones pagadas y terminan atacándose, escritoras que descubren la enorme puesta en escena que significa la obra de los escritores, de los tesoros vivientes, el clásico “en mi boleta sólo hay dieces, muéranse de la envidia” tan despreciado y solitario en las instituciones educativas, la mujer dueña de su cuerpo, el travesti que no lo es, directores de cine venidos a menos.
En los cuentos de Enrique Serna también se percibe una crítica hacia los gobiernos, como en Tesoro viviente, en donde el gobierno de un país somete al pueblo haciendo uso de los escritores, quienes llevan una doble vida: aparecen en público ataviados con trajes étnicos y viven en la zona más exclusiva, tienen los mejores autos, la ropa más cara, mientras en las calles falta el agua y el drenaje. Esto visto a través de una escritora europea que miente para viajar, para salir de Francia.
Otra narración que tiene muy marcada la crítica hacia las clases gobernantes es El orgasmógrafo, que titula el libro. Aquí el sometimiento en cada acto realizado por la población se lleva a su máximo: las autoridades exigen cierto número de orgasmos a la semana y para registrarlos, cada persona tiene un aparato instalado en el cuerpo, un orgasmógrafo. El humor en este caso radica en los diálogos, en las acciones que rodean a la protagonista. En un intento por retratarlos, puedo decir que es como si pusiéramos en un espejo las enseñanzas morales, las calificadas como socialmente correctas, y las transcribiéramos tal y como aparecen en ese mundo al revés:
“–No, papá. soy virgen.
Don Anselmo pasó de la cólera al estupor, como si le hubieran notificado la muerte de un ser querido. Doña Flor se desplomó en la silla, y abiertos los brazos en cruz exclamó con voz quejumbrosa:
–¿En qué me equivoqué, Dios mío? ¿Qué hice yo para merecer esto? Siempre traté de inculcarle el buen ejemplo, desde que era un bebé la enseñé a masturbarse, pero de nada valieron mis sacrificios. ¡Soy un fracaso como madre!”
Laura, el personaje femenino, tiene intervenido su orgasmógrafo porque no quiere que el gobierno sea dueño de su cuerpo. A raíz de esto se desata una persecución, tratamientos psiquiátricos, pronto se convierte en objeto de adoración, en el estandarte de los grupos radicales que están en contra del sistema, pierde la virginidad. El cuento termina con la muerte de Laura y su consecuente aprovechamiento: “Se desconoce la causa del suicidio, pero las autoridades lo atribuyen a la obcecada abstinencia sexual de la transgresora, orígen de un cuadro depresivo que la orilló a quitarse la vida”, con una escena donde una especie de fotocelda recaba la energía de los orgasmos y alimenta a unos androides: la inmortal casta gobernante. Esta escena refleja el sometimiento del que son objeto muchas de las sociedades en la actualidad, la desesperanza en la que vive la gente marginada, las mayorías. El orgasmógrafo es un libro de lectura ágil, lenguaje sencillo, coloquial, a veces aderezado con palabrotas, que hace pensar y reír por momentos.

Tuesday, April 24, 2007

CARMINA BURANA

Many history books concentrate on leaders and describe only the activities of successful politicians, noblemen and clerics. The man in the street is often ignored, not to speak of the marginals, the outcasts who struggle continuosly to survive. Splendid examples of the last category are the medieval wandering scholars and goliards. Whereas the former group consisted of wandering clerics unable to acquire a permanent position in the Church (but enjoying at least its protecction), ther latter represented the real dropouts: the former seminarists who were now in the gutter.
In spite of their bad image however, both wandering clerics and goliards remained educated men and proved their skill in the songs they wrote. The largest and most notorius manuscript containing such poetry is the Codex burana, commissioned by a wealthy patron, perhaps an abbot or a bishop. It was not before 1803 that this early fourteenth-century manuscript popped up in the Bavarian monastery of Benediktbeuern and was taken to Munich. After Benediktbeuern it was called the Codex burana and the songs were baptized the Carmina burana.
The manuscript contains over 200 poems which are assumed to have been sung: several have so-called neumas indicating changes in pitch, while elsewere space has been left for musical notation. Although they also include other genres, the Carmina burana are renowned for the gambling, drinking and love songs and for the parodies of religious songs. Most use the Latin language, although some songs are written in French an German dialects.
In 1934 the German componer Carl Off caught sight of a catalogue recommending an edition of the Carmina burana. He was inmediately impressed by the illumination depicting the goodess Fortuna and started working on the chorus Fortuna imperatrix mundi, which was to frame his “scenic cantata”. It was premiered in 1937 as “secular songs for soloists and choir accompanied by instruments and with magic images”.


Muchos libros de historia están concentrados en los líderes y sólo describen actividades de políticos exitosos, nobles y clérigos. El hombre de la calle es frecuentemente ignorado; no se habla de los marginados, los parias, quienes se esfuerzan contínuamente por sobrevivir. Espléndidos ejemplos de esta última categoría son los eruditos medievales nómadas y los goliardos. Mientras que el primer grupo consistía en clérigos vagabundos, incapaces de obtener una posición permanente en la Iglesia (pero que al menos disfrutaban de su protección), el último representaba a los verdaderos rechazados de la sociedad: los antiguos seminaristas que habían caído a lo más bajo.
Aunque molestos por su mala imagen, ambos, clérigos y goliardos, reflejaron sus vivencias al escribir canciones. El más largo y notorio escrito que contiene semejante poesía es el Codex Burana (auspiciado por un rico benefactor, quizás un abad o un obispo). Su existencia se desconocía hasta antes de 1803. El manuscrito estuvo guardado en un monasterio Bávaro benedictino a principios del siglo XIV y se conserva en Munich. Los benedictinos llamaron Codex burana a los textos bautizados posteriormente como Carmina Burana.
El manuscrito contiene alrededor de 200 poemas, asumidos como canciones: indican cambios en su inclinación, astucia; en cierto modo son la izquierda de la notación musical. Si bien incluyen otros géneros, los Carmina burana son reconocidos por abordar el juego, la bebida, las canciones de amor y por las parodias de textos religiosos. La mayoría hacen uso del latín, aunque algunos fragmentos están escritos en dialectos franceses y germanos.
En 1934, el compositor alemán Carl Off tuvo la visión de un catálogo y recomendó una edición del Carmina burana. La iluminación que representa la diosa Fortuna lo imprimió, e inmediatamente comenzó a trabajar en el coro Fortuna imperatrix mundi, que fue la armadura de su “cantata escénica”. Los Carmina burana se estrenaron en 1937 como “canciones profanas por solistas y coros, acompañados de instrumentos e imágenes mágicas”.

Texto tomado de la contraportada del CD Carmina Burana, Quintessence digital. 1991.
Traducción: Judith Castañeda.

Tuesday, April 03, 2007

JESUCRISTO SUPERESTRELLA.

JESUCRISTO SUPERESTRELLA
Judith castañeda Suarí.

Jesús se trata de un buen pretexto para la creación. Desde hace siglos pintores como Leonardo Da Vinci y El Greco han convertido esa biografía en lienzos, aglutinantes y pigmentos, retratan la Última Cena, Su bautismo y niñez, intentan reflejar la desolación y la muerte con trazos acuosos, manchados de rojo. Él ha sido protagonista de obras excelentes como la del premio Nobel de Literatura portugués José Saramago, El evangelio según Jesucristo, la del poeta libanés Gibrán Jalil Gibrán, y de best sellers de cuestionable calidad literaria y poca verosimilitud. La figura de Jesucristo también aparece en la pantalla cinematográfica, desde las antiguas y tiesas películas mexicanas, tales como El mártir del Calvario, hasta La Pasión de Cristo, pasando por las enormes producciones hollywoodenses de los años cincuenta –Ben–Hur, en una bella toma de espaldas.
Jesucristo Superestrella se estrenó en 1972, en plena época hippie. Es una película musical, basada en un álbum doble de la autoría de Andrew Lloyd Weber (música) y Tim Rice (letras), quienes a finales de los sesenta lo escribieron para representarse en teatro. Causó en su momento gran controversia y en cierta manera sigue haciéndolo, aún se le califica de burla hacia Dios por un sector numeroso de los creyentes católicos.
La cinta presenta a Jesús cantando, un Judas negro, épocas contemporáneas mezcladas con las bíblicas tanto en la ambientación como en el vestuario. Fue filmada en Israel, enteramente en exteriores, incluyendo la Última Cena: las ruinas de Avdat, a dos horas de Beersheba, las cuevas de Beit Guvrin, las orillas del mar Muerto. Se agregaron muy pocos elementos a las locaciones existentes: andamios, vendedores de drogas y armas a las afueras del templo, braseros encendidos contra la noche que cerca las escalinatas en las ruinas del castillo de Herodes. A decir de su director, Norman Jewison, y del actor de teatro Ted Neeley, quien personificó a Jesús, puede considerársele un video musical de hora y media que no intenta ser profundamente religioso. Por ello el Vaticano envió al Osservatore Romano, su periódico vocero en Roma. Norman Jewison les mostró la película en los estudios Pinewood, en Inglaterra; luego una copia viajaba para ser vista por el Papa Pablo VI y él otorgó un apoyo a mi parecer innecesario, Jesucristo no figura entre las marcas registradas.
La música se grabó en los Olympic Studios, con la Sinfónica de Londres y un grupo de rock, bajo la dirección de André Previn. Pero hubo un álbum previo, de portada marrón, del que probablemente se derivaría la obra de teatro, donde sólo Yvonne Elliman y el actor británico Barry Dennen –Poncio Pilatos– figuraban entre los intérpretes. Es la primera película, y hasta el momento creo que la única, que se filma apoyándose en una banda sonora existente. Por lo general sucede de manera simultánea: la música se compone o se busca en función de las necesidades de la cinta y se difunde al público posteriormente.
Los roles principales estuvieron a cargo de los actores y cantantes Carl Anderson (muerto hace unos cuatro años), Ted Neeley e Yvonne Elliman, en cuyas voces se siguen recordando temas como “Sólo quiero decir”, “No sé cómo amarlo” y el tema central, “Superstar”.
Si la tomamos desde la obertura, la película no narra exactamente algo acerca de Jesucristo, sino de un grupo de jóvenes que llegan a representar la ópera–rock en el desierto: la soledad inicial, la música vestida de murmullo, un punto en movimiento, se acerca el camión del que baja el elenco y comienza la actividad, cestos, cascos cromados, la misma cruz en el techo del vehículo. Tiene una atmósfera teatral gracias a la escasa escenografía. En varios fragmentos es como si hubieran filmado en el teatro mientras se representa una obra. Siento que no debería constituir controversia alguna.
Esta originalidad no se le imprimió desde un principio: el autor de las letras, Tim Rice, pensó que el guión no sería mayor problema teniendo las canciones, y escribió uno estilo Ben–Hur. Lo rechazaron y posteriormente fue retomado por el director y por Melvin Bragg, quienes le añadieron el concepto con el que apareció, del que Rice no estaba seguro en aquella época.
A pesar del título, el personaje central es Judas. Cada imagen se filtra a través del lente de sus ojos: la adoración de la que es objeto Jesús, su notoriedad, la expulsión de los mercaderes en el templo. Para él, alguien con dudas incluso en el momento de la traición, Dios no está en el hombre que decidió seguir. La gente lo descubrirá al final y lo dañará, importa más su persona y lo que hace que el mensaje que ha venido a dar. En cierto modo, a través de este enfoque, se le convierte en una estrella, en superstar, a quien la gente sigue, idolatra y eventualmente olvida o ataca cuando se siente decepcionada o traicionada. El título entonces cobra sentido. Jesús en la mirada de Judas. Y la película al final tiene un significado más profundo. La representación concluyó, el elenco se aferra al camión, sube, un vistazo a la lejanía detrás de sus hombros y entra. El atardecer detrás de la cruz. El actor que hizo de Jesús no está, como si en verdad fuera Él, lo hubieran crucificado y esperara al tercer día.
Desde entonces Jesucristo Superestrella se ha representado infinidad de veces. La película continúa siendo exitosa gracias a la fuerza de la música, a las letras y al trabajo de los actores que merecieron nominaciones a premios como los Globos de Oro, pero más que nada gracias a su originalidad. Los compositores, aunados a los guionistas, supieron enfocarse en un punto diferente al abordado por otras películas: las canciones, voces y coreografías magníficas, escenarios nada ostentosos y quizá la intención de acercar al problable espectador a lo espiritual sin la solemnidad de leerle el Nuevo Testamento entero.

Thursday, March 15, 2007

OCHENTA Y CUARENTA.

...Y no es canción de José José. Ochenta de vida y cuarenta de Cien años de soledad. Algo acerca de Gabriel García Márquez publicado en letralia.
Ochenta años de compañía
Dixon Moya.

Ochenta, cumplir ochenta años no es despreciable, así los estadísticos insistan en que la esperanza de vida aumenta, argumento que aleja la esperanza de jubilación para los asalariados. Por ello, es tan envidiable dedicarse a un oficio que no tiene fecha de vencimiento, sin preocupación por la pensión de vejez, profesión a la que no se puede renunciar, el oficio de escribir. Un escritor, el más leído y querido en lengua española de los que siguen vivos, cumple 80 años, pero los números no paran allí, su obra más conocida celebra cuarenta años de haber sido publicada y para colmo de los aniversarios, el mismo narrador conmemora veinticinco de haber obtenido el premio Nobel de Literatura.
Gabriel José de la Concordia nació un 6 de marzo de 1927, muchos lo llaman familiarmente Gabo, como oposición a su extenso apelativo. Gabo es un colombiano universal, creador del universo Macondo, poblado por mujeres y hombres quienes, en la dimensión real, provienen de una zona mágica llamada El Caribe. El autor ha dicho que Cien años de soledad es un vallenato de 400 páginas, en homenaje a esa música de antiguos juglares que iban de pueblo en pueblo llevando noticias, chismes y serenatas. El realismo mágico no es más que la exageración de los cuentos de los abuelos en las noches de Aracataca. El nieto de un viejo coronel e hijo de telegrafista desarrolló la necesidad de comunicar historias, de contar cuentos. Luego vino la época en que un joven conocería el hielo, el frío de Bogotá, una ciudad que para esa época era un lugar gris, con gente seria y aburrida, habitada por abogados y literatos, café y cigarrillo. Quizás por ello el futuro novelista empezó a estudiar derecho en la Universidad Nacional y terminó torcido en los vericuetos de la literatura y el periodismo.
García Márquez es el santo patrono de los periodistas, ha creado talleres y fundaciones para quienes buscan comunicar la noticia, para los que intentan no caer en las trampas que en ocasiones acompañan a una primicia. Algunos de sus colegas no entienden la alergia del escritor a conceder entrevistas, puede interpretarse como un rasgo de su ética profesional, él siempre se ocupó de buscar la noticia, no de protagonizarla. De igual forma, García Márquez es fuente y mecenas de cineastas, fundador de escuelas de cine, muchas de sus historias han sido llevadas a la pantalla. Aunque quizás su mayor contribución al séptimo arte sea su hijo Rodrigo, el director que hace méritos propios con historias profundas en medio de la superficialidad de Hollywood. El broche de oro cinematográfico de este año tan especial será el estreno de la película El amor en los tiempos del cólera, dirigida por el británico Mike Newell, con un impresionante elenco internacional.
Gabriel García Márquez es importante no sólo para el mundo intelectual, es determinante en la vida cotidiana, aquellos que jamás han leído sus libros hablan su lenguaje, se identifican con el “mamagallismo” (tendencia al sarcasmo o la burla), han visto las mariposas amarillas o sentido nostalgia con el olor de la guayaba. El lenguaje coloquial ha consagrado las expresiones “macondiano” o “garciamarquiano” para designar algo fantástico, casi descabellado, verdadero homenaje para la posteridad. Son pocos los reconocimientos para un hombre que nos ha dado, a las estirpes condenadas, ochenta años gratos de buena compañía.
Más en: www.letralia.com

EL PARADISO EN LA OTRA ORILLA

Creo que sería injusto decir simplemente José Lezama Lima. Su obra es una referencia que no se acaba; él podría llamarse Confianza en una memoria excepcional, Biblioteca en una sola persona, Poeta a quien nadie comprende, Buscador de palabras, sin olvidar el despectivo que algunos le adjudicaron: Anaquel con patas.
Su novela Paradiso publicada en 1966, le acarreó fama y atención gracias en parte al polémico capítulo ocho, calificado de pornográfico, y es al igual que su autor, un librero lleno de referencias a la religión católica, a sectas como la de los cátaros, a la cultura griega y a otras, por ejemplo las precolombinas del Nuevo Mundo
La primera alusión a éstas se relaciona con el nombre del protagonista: José Cemí. Tal vez lo formó con la frase: “Soy yo” del idioma francés; pero también cemíes eran los espíritus protectores, los dioses de los taínos, pueblo que vivía en las islas del Caribe al momento de la llegada de Cristobal Colón, cuyos antepasados araucanos provenían de Venezuela. La representación de los cemíes se hacía a través de unas piedras de tres puntas llamadas trigonolitos que se enterraban en los campos de cultivo para obtener buenas cosechas, para que la lluvia y el sol aparecieran cuando mejor conviniera a la agricultura, y para que las mujeres parieran sin dolor. Datos acerca de los taínos fueron recogidos por Fray Ramón Pané en su Relación acerca de las antigüedades de los indios, libro escrito en 1498 en la isla La Española, el primero de documentos como la Historia General de las Cosas de la Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún. Fray Ramón Pané, monje catalán de la orden de los Jerónimos, vivió con caciques taínos desde 1494 y aprendió su lengua al intentar catequizarlos.
En el capítulo nueve de la novela, el de los diálogos sobre la androginia primitiva, donde Foción intenta convencer a Fronesis de que la homosexualidad no es un vicio ni una “maldición de los dioses” porque siente una fuerte atracción hacia él, se menciona un “códice mexicano sobre la creación”, donde aparecen dos figuras probablemente andróginas. Lezama nunca menciona sus nombres, pero podrían tratarse de Tonantzin–Totahzin, quienes forman al dios Ometeotl, divinidad suprema que vive en el decimotercer cielo, concebida como masculina y femenina a la vez, origen del Universo, de los seres y los demás dioses.
El Códice Borgia, pintado en piel de venado, se atribuye a la región cholulteca–mixteca y forma parte del acervo de la Biblioteca Vaticana, donde llegó gracias al legado del cardenal Borgia. En este códice aparece una deidad andrógina, Tonacatecuhtli. Su nombre significa Señor de Nuestra Carne. La dualidad se adivina en su posición: el rostro muestra el perfil, como se representaba a los dioses masculinos, en tanto que el tórax, la cadera al frente y las piernas abiertas, son de las deidades femeninas a punto de dar a luz.
En el capítulo de los sueños hay una referencia a ciertos “procedimientos incaicos, como la reducción que hacen de los cráneos”, frase que Lezama usa para describir un huevo de marfil que parece “luna achicada”. Esta referencia errónea en parte, podría ser consecuencia del exceso de confianza en la memoria, o de la dificultad que para alguien de cien kilos significa recorrer un pasillo largo entre el librero y la habitación donde escribe.
El procedimiento para obtener las tzantzas –cabezas reducidas– era característico de los pueblos shuar o jíbaros, habitantes de la Amazonia en el actual Ecuador. Las cabezas eran una prisión para el muisak, alma vengativa nacida al morir violentamente un guerrero que por lo menos hubiera poseído un alma arutam. La tzantza se pintaba de negro y se cosían labios y párpados; así el muisak quedaría prisionero y en la oscuridad. Se dice que el secreto para la reducción de las cabezas, ahora perdido a fuerza de ocultarlo, residía en las hojas agregadas al agua donde se hervían después de retirarles el cráneo triturado.
Lezama dice “procedimientos incaicos” y en parte puede considerarse cierto, pues en 1450 el Inca Tupac Yupanki atacó a los jíbaros asentados hacia el norte del río Marañon y sometió a un sector del pueblo, mientras el resto se refugió en los brazos anchos de la selva.
En Paradiso se encuentran referencias más actuales como la venta de plata en el estado de Puebla, en México, visitado por José Lezama en la década de los cuarenta, y la idea de la selva siempre delante de nuestros ojos, difundida en Europa gracias a la ambientación que tienen las novelas del boom de la literatura latinoamericana, como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, o El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier.
Podríamos correr a la enciclopedia o a la internet a cada minuto, regresar al inicio de un párrafo más de tres veces, intentando comprender al abogado nacido en La Habana; es preferible sumergirse en sus metáforas y símiles, en el constante esfuerzo por no llamar a los objetos, a los lugares, incluso a los seres, por su nombre.

Thursday, February 22, 2007

FELICITACIONES!!!!!!!!!!!!!!

Para Alejandro Badillo Cervantes, miembro honorario y distinguido de la banda menesiana, quien obtuvo una de las becas del FONCA estatal... Esperamos la celebración!!!!!
Y se comprueba que:
1. Alejandro Meneses era un súper maestro, además de súper escritor.
2. La banda, es decir sus alumnos, siguen cosechando y trabajando!!!!!!
Aguardamos esos osos o cervezas, en La Matraca o algún lugar así, Alex!!!!
Y de nuevo muchas felicidades, los dioses de la literatura, ¡al fin!, te han hecho justicia!!!!!!

Friday, February 16, 2007

LA PIEL DE UN ÁNGEL (fragmento)

Estuvo dentro de cada mujer de piernas grises. Aventó zapatillas de plástico, rojas, con el talón descubierto, sin hebilla, botas a la altura del muslo. Se quitó pelucas negras, rizadas. Sus ojos claros saltaron de unos párpados turquesa a otros verde agua, azul ultramar. La busqué en esquinas con olor a margaritas marchitas y perro. Tuvimos vecinos de unas horas por la noche, de madrugada. Siempre los dos. Lo sé porque también fui el mismo: el hombre de cabellos castaños y venda en los ojos, el que pedía habitaciones sin corriente eléctrica ni vista a las escaleras de incendio en el callejón. Quien besó sus pies entre cortinas tan gruesas que la luz se marchaba como un vendedor después de llamar diez veces a una casa sola.
Aparecía ante hoteles de muros sin pintar, debajo de la frase: “Cupo completo” escrita con luces fundidas, aspiraba el perfume de las flores de plástico verde en la recepción hasta sentir mi mano en el hombro. Entonces subíamos. Antes de abrir la puerta le rogaba llamarse Ángela.
–Qué casualidad, ese nombre está en mi fe de bautismo y en el acta de nacimiento–. Unos billetes extra entre los senos.
La detenía antes de que tocara la cortina. Un vistazo a la avenida. Ambulancias más allá de los semáforos en rojo. Arriba, la luna era una hamaca de urdimbre apretada. Ángela se desvestía dándome la espalda. En ocasiones, un espejo delante de ella me regresaba el vello negrísimo entre sus muslos, la redondez en el vientre, el vestido de encaje descendiendo hasta los tobillos. No me gustaba ver cómo la gravedad mordía su pecho. Antes de que se volviera una venda rodeaba mis ojos.
–No te muevas, quiero encontrarte–. Extendía los brazos, apartaba las capas de aire con los dedos. Ella, en silencio, esperaba en algún rincón de la oscuridad. De pronto una lanza amarilla en los ojos, la lámpara encendida, la venda en el suelo y Ángela delante de mí. Un trozo de palabra en los dientes, el otro fuera de aquella prisión. Callábamos. Lo sabía: el ángel había roto su piel, ahora estaba muy lejos, buscando otro cuerpo. Ni siquiera el resplandor de su aureola sobrevivía, sólo una extraña de brazos flácidos y grietas en torno a los ojos.
–Eres un pendejo.
Salía dejando la puerta abierta. Su sombra acariciaba las paredes. La escalera, el tufo a orines a lo largo del pasillo. Quizá corría con el vestido sobre el hombro, una modelo que portaba el traje más transparente y delgado del planeta, a juego con la chaqueta de encaje, caminando sobre una pasarela de concreto estriado. Flashazos desde las dos orillas de la noche. Un maestro de modelaje le exigiría sonrisas y el cuello erguido.
Nunca la seguí. Prefería pegar el oído a los muebles, caminar de puntillas por el baño, cerca del balcón. Quería escuchar el aleteo, encontrarme plumas pegadas a las suelas, ver un resplandor, unos rizos rubios, la blancura de la piel debajo de las pecas. Me sentaba en la orilla de la cama, un suspiro y a la calle, a la tienda, por una botella de vodka. El ángel había volado y no pensaba regresar a la piel vieja. Ni modo, ahora debía empezar de nuevo: los ojos claros estarían en otro rostro, las pecas, las uñas cortas. La encontraría aunque los días tuvieran sólo dos horas.
Fueron incontables búsquedas, los rostros empezaron a repetirse, las pecas no aparecían por ningún lado. Seguro el ángel se había cansado de los mismos cuerpos, de mí, el hombre que le seguía los pasos, de permanecer al otro lado de una venda, como en el juego de la gallina ciega. Recogió sus plumas y cambió de piel.