Saturday, April 17, 2010

VIRGINIA WOOLF, ORLANDO, LA LITERATURA...


El lector que haya intimado con las severidades del trabajo de redactar no necesitará pormenores: cómo escribió y le pareció bueno; releyó y le pareció vil: corrigió y rompió; omitió; agregó, conoció el éxtasis, la desesperación; tuvo sus buenas noches y sus malas mañanas; atrapó ideas y las perdió; vio su libro concluido y se le borró; personificó sus héroes mientras comía; los declamó al salir a caminar; rió y lloró; vaciló entre uno y otro estilo; prefirió a veces el heroico y pomposo; otras el directo y sencillo; otras los valles de Tempe; otras los campos de Kent o de Cornwall; y no llegó nunca a saber si era el genio más sublime o el mayor mentecato de la tierra. (pág. 72, edición de Edhasa, 2009)

Porque parece –su caso era una prueba– que escribimos, no con los dedos, sino con todo nuestro ser. El nervio que gobierna la pluma se enreda en cada fibra de nuestro ser, entra en el corazón, traspasa el hígado. (pág. 211, edición de Edhasa, 2009)

¿La Literatura? ¿La Vida? ¿Convertir la una en la otra? ¡Qué monstruosamente difícil! (pag. 248, edición de Edhasa, 2009)

Saturday, April 03, 2010

SEMANA SANTA... PARA LEER


Del Domingo de Ramos al de Resurrección, estos libros entran muy bien dentro del estante de textos prohibidos. Ni misales ni devocionarios; pero siguen los pasos del que se recuerda cada año, a veces en abril, a veces en marzo. No hablamos de best sellers al mejor estilo de Dan Brown, sino de literatura, de esa que no es necesariamente el éxito de ventas, de esa que no ocupa anaqueles y pirámides casi con nuestra altura en una librería. Tres libros (¿una trinidad?) que abordan a Jesús desde diferentes puntos de vista. Tres autores: uno griego, uno mexicano y uno portugués. Nikos Kazantzakis, Vicente Leñero y José Saramago.
El primero, en orden cronológico, una novela de 1951. La última tentación. Sirvió de base para una película blasfema para muchos. El mismo autor fue excomulgado y no se le otorgó el Premio Nobel de Literatura gracias a los esfuerzos de las autoridades griegas y de la iglesia. En su obra, encontramos a un Jesús que no quiere enfrentar el destino que el dios de sus antepasados le ha impuesto, como una garra de águila en la coronilla. En palabras de Kazantzakis, podríamos compararlo con la liebre temblorosa al fondo del vientre. Jesús tiene miedo. Se rebela. No quiere salvar al mundo. Y hace cuanto puede para demostrárselo a ese dios. Incluso fabricar cruces para ejecutar a los mesías que elija. En esta novela Judas tiene peso no como el villano, el traidor. Él, el gigante pelirrojo, el protagonista de las pesadillas de Jesús, es una especie de sombra, un vigilante de los pasos del “crucificador”, del hijo de María. Se podría decir que tiene poder sobre su vida, pues lleva consigo la tarea de matarlo. Es un zelota. Un guerrillero, contrario al dominio romano en su país. Jesús pone sobre él la tarea de denunciarlo. Así debe ser. Así le ha dicho Dios que vendría la salvación del mundo. Sobre cada página, entre frases comunes e imágenes y metáforas increíbles, flotan filosofías como el adopcionismo o visiones de la iglesia como institución creadora de mitos –los escritos de Mateo, Pablo y sus prédicas por los caminos–, lo que tal vez le haya ocasionado la censura del libro y la excomunión para su autor.
El segundo libro data de 1979. El evangelio de Lucas Gavilán nació de la pluma del mexicano Vicente Leñero. Esta novela trae a Jesús a una época contemporánea en el personaje de Jesucristo Gómez, hijo de María David y José Gómez. Leñero pone en nuestra mente la pregunta ¿cómo sería Jesús si viniera en esta época? Y el también dramaturgo, el autor del guión de la película El crimen del padre Amaro, responde: algo cercano a un activista por los derechos del pueblo, un hombre joven, un hippie que camina sobre unas huellas viejas que llevan su mismo nombre. El Jesucristo de Leñero es alguien que lucha contra las injusticias “inspirado por el Evangelio”. La novela recorre paso por paso el Evangelio de San Lucas, casi calcándolo, y al mismo tiempo adecuando las situaciones al entorno en que se escribió el libro, a la actualidad de 1979. La ruta de este evangelio llevará a Jesucristo Gómez a ser una especie de preso político, muerto luego de dos días de tortura, en los que se confiesa culpable de asaltar un banco, matar a dos policías y de andar “alborotando”.
José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, es el autor de El Evangelio según Jesucristo, de 1991, en cuyas páginas se trenzan frases que se saborean sobre la lengua, una a una. Entre pasajes a veces llenos de humor, un Lázaro que Jesús no revive porque nadie merece pasar dos veces por la muerte, listas larguísimas de los que morirán por creer en Jesús y de los que morirán por no creer en Jesús, y diálogos integrados al texto por medio de mayúsculas después de una coma, nos topamos con un sentimiento de culpa heredado de padre a hijo –un sueño que José transmite a Jesús luego de su muerte por crucifixión a los treinta y tres años–, con un camino que, al intentar separarse del final señalado por un dios bebedor de sangre de cordero, sigue la ruta que ese enorme dedo le ha señalado, hasta llegar a la cruz. Aquí aparece de nuevo el Jesucristo que reniega de su destino, compañero de Magdalena, como lo es en el ensueño del Jesús de Kazantzakis.
Enanos que eran gigantes pero empequeñecieron por falta de fe, conejos temblorosos, el adopcionismo, la teología de la liberación, hijos resucitados por medio de la madre, viuda con la sangre del muerto en sus venas, un Jesucristo Gómez activista, en desacuerdo con la iglesia como institución, con el gobierno, con los caciques, a veces hasta con esa masa casi sin forma llamada pueblo, ciega, medio atontada, una vasija con arena luminosa que se entierra fuera, cerca de la puerta de entrada, Dios, Jesús y el Diablo reunidos en una barca pequeña, hablando entre la bruma, son excelentes imágenes, salidas de plumas privilegiadas, aunque no concuerden con una época de misas y mantos negros y púrpuras y representaciones a casi treinta grados de temperatura, adornadas con risas falsas, micrófonos y pelucas.

Thursday, April 01, 2010

SEMANA SANTA... PARA VER (2)




Puesta en escena arriesgada, original, basada en la obra de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice.

SEMANA SANTA... PARA VER