Thursday, September 28, 2006

EL LIBERTINO

Estrenada a principios de septiembre, esta excelente película cuenta con las actuaciones de Johnny Deep y John Malkovich –doble garantía–. Habla acerca de la caída del segundo conde de Rochester, poeta libertino inglés del siglo XVII.
Inicio y final son una especie de prólogo y epílogo, donde Johnny Deep, cabellos largos y ondulados, camisa amplia y mirada de quien retará a duelo a un hombre, se sumerge en la oscuridad y se lleva a los labios una copa metálica. “No les gustaré... Muéstrenme la agonía de Jesucristo y montaré a la cruz, guardaré los clavos para mis propias palmas... ¿Me aprecian... ahora?”
Durante dos horas somos testigos de cómo la muerte, vestida de remedio para la sífilis, se tiende en un cuerpo de 33 años y lo aprisiona. John Wilmot, quien revive dentro de Johnny Deep, se desmadeja poco a poco al principio, se siente atraído por una actriz de teatro, Elizabeth Barry, que se muestra como el principio del declive, como una pendiente de la que no se puede regresar y desemboca en aguas revueltas. La película es una combinación del Cyrano de Bergerac y de Amistades peligrosas.
Los diálogos tienen su toque literario, como cuando John está instruyendo a Elizabeth Barry. “Si tiras un pañuelo en escena, regresará para asfixiarte”. Ese pañuelo podría ceñir el cuello de alguien, cubrir un beso o estar simplemente sobre la tarima. Es un objeto también mecionado en un texto, un cuento, una novela, puede usarse o ser atmósfera, así como también lo es la fotografía, ese aire antiguo que le da el no estar tan definida, el ser bruma con algunas sombras colgadas a veces, el desvanecer ligeramente al personaje silencioso y dejar definido a quien está haciendo uso de la palabra, los colores en cierta manera deslavados, opacos.
Del mismo modo hay algún análisis del comportamiento humano, como en la escena donde un pintor hará un retrato familiar. Él, de pie, bostezando, como siempre, pidiendo vino; su esposa sentada. El retrato será de alguien que pretende conocer a sus numerosos antepasados, que se vanagloria del apellido que lleva, una consecuencia de la vanidad.
Wilmot no quería un amorío con Elizabeth Barry, no quería hacerla su amante sino su esposa –de hecho comienza su relación con ella sin tener sexo, una diferencia con el resto de las mujeres que lo rodean–, pero ella sólo ama el teatro, quiere que el público la llore a la hora de su muerte, la extrañe hasta la próxima función.
Lo mismo logra Johnny Deep con gran maestría. Su rostro suelta migajas y el alma de quien está sentado al otro lado de la pantalla pronto se vuelve líquida, salina. Lo vemos caminando a cuatro piernas en un senado, pidiendo justicia para el hermano católico del rey Carlos II –encarnado por John Malkovich, quien también es uno de los productores–, en los hombros de su sirviente, con el cabello casi al rape, vulnerable, sentado en un sillón, casi ciego, orinando –¿sangre, mercurio?– sin poder contenerse y con lo que le queda de de rostro arrugado por el dolor, con los ojos enrojecidos que retienen lágrimas. Cuando el rey lo encuentra después de detener una obra de teatro, lo ve como un curandero que vende remedios falsos en compañía de su sirviente y de una prostituta, y lo condena a ser él mismo hasta el final de su vida, no tan lejano.
El libertino –o El decadente, a mi parecer un mal título en español–, no debe verse como una moraleja: “Si tienes una vida discipada y una conducta lasciva, terminarás mal”; la muerte del personaje, excelentemente actuada por Johnny, sólo es una consecuencia; mala, por supuesto, pero es algo que John Wilmot eligió, aceptó, y podría decirse que hasta buscó.

Friday, September 08, 2006

CUENTOS NEGROS

Cuando se publicaron por primera vez en 1936, Alejo Carpentier, no vaciló en llamar los Cuentos negros de Cuba, una obra maestra, por considerar que aportaban un acento nuevo de deslumbradora originalidad a la literatura cubana. Lydia Cabrera escucha con oídos de Huracán las voces del Caribe, y en Cuentos negros de Cuba se ofrecen historias que explican las pasiones de los yoruba; o que por ejemplo presentan la mitología del hombre-tigre o del hombre-toro. En pocas palabras, los cuentos recogen detalles sobre la religión, la magia, las supersticiones y valoraciones del mundo que ha sido llamado "el blanquinegro cubano".

Thursday, September 07, 2006

¿A QUIÉN LE IMPORTA?

Sólo unos cuantos españoles se sintieron interesados por conocer aspectos de la cultura que doblegaron, uno de ellos, Fray Bernardino de Sahagún, quien en su Historia General de las Cosas de la Nueva España reunió datos acerca de las deidades aztecas, de sus ceremonias, de las costumbres y de la historia de la conquista, con el fin de ayudar a cristianizar los territorios vencidos: la Nueva España.
Sahagún compuso doce libros en nahuatl y español, ayudado por indígenas, los que fueron enviados a Felipe II. Tardó veinte años clasificando su información. En la actualidad corresponden, en parte, al Códice Florentino, cuyo primer folio fue arrancado.
“... tras concluirse que el códice debió mandarse a España en 1578, se sugiere que Felipe II lo enviase como regalo de bodas al gran duque de Toscana, Francisco I. En apoyo de su tesis Marchetti muestra los fuertes lazos existentes entre el duque y el monarca, el conocido interés de aquél por las ciencias naturales, y la referencia a un ‘riccisimo libro de Spagna’ que se encuentra en una carta fechada a 12 de octubre de 1579, dirigida al duque por el naturalista boloñés Ulisse Aldrovandi. El habérsele cortado nítidamente el primer folio del códice, donde... estaría la carta dedicatoria a Fray Rodrigo de Sequera, sirve como un argumento más”.
(Historia General de las Cosas de la Nueva España, tomo 1. Crónicas de América, Ediciones y Distribuciones Promo Libro, S.A. de C.V., pág. 25).
A los antiguos conquistadores sólo les preocupó imponerse, el dominio y las ganancias; ningunearon incluso el trabajo de sus propia gente, enviándolo como presente a un duque italiano. Esto también se refleja en los intérpretes indios, por ejemplo Doña Marina, la Malinche. Ella sabía nahuatl y aprendió el español para poder traducirle a Hernán Cortés cada palabra.
El aspecto de la poca importancia que se le dio a las viejas costumbres de los indígenas, se retoma en una parte del filme 1492, La conquista del Paraíso, donde un aliado seguramente taíno, abandona a Cristóbal Colón –Gerard Depardieu, en una de sus acostumbradas excelentes actuaciones– diciéndole que nunca aprendió a hablar su lengua –aunque en lo personal dudo que las acciones o el comportamiento de Colón hayan sido tal y como fueron presentadas en la cinta, en eso no creo que se equivocaran.
La literatura, de igual forma, revela la poca importancia conferida a los conquistados. Un ejemplo está en El corazón de piedra verde, novela del historiador español Salvador de Madariaga, se escribe ycpalli por icpalli –trono con respaldo, sólo permitido a los gobernantes–, tzitzimitles por tzitzimimes –los seres que devorarían a los sobrevivientes después de la muerte del Quinto Sol–, y Tlaculteutl por Tlazolteotl, la diosa azteca de la fecundidad.