Monday, April 04, 2011

PALABRAS COMO ASTILLAS DE BRUMA


A veces es posible encontrarse frente a títulos que están a medio camino entre los llamados best–sellers, esos libros que se miden antes que nada por las ganancias que reportan sus altísimas ventas, y las obras que reflejan el esfuerzo del autor en su búsqueda, ya sea en el fondo o en la forma. Podría decirse que el caso de La sombra del viento cabe muy bien dentro de este cajón. Se trata de una novela del escritor Carlos Ruiz Zafón, publicada en el año 2002, la primera de su autoría no enfocada al público juvenil. En las casi quinientas páginas Ruiz Zafón nos entrega un escenario blanquecino, de cielos lechosos o negros, empapado de lluvias y madrugadas. Y sobre él, o más bien dentro, los actores de una historia que se asoman entre las brumas, algo sobre un libro que, contrario a la novela, ha vendido poco menos de cien ejemplares. Una Barcelona posterior a la Guerra Civil Española y a la Segunda Guerra Mundial es la que borda el autor entre serpientes de nube y madrugadas lluviosas, una ciudad de edificios viejos, abandonados algunos, ruinas habitadas otros. De su pluma también nace una sombra que se desliza entre fuentes con ángeles y calles oscuras. Un cuerpo negrísimo, sin rostro, vestido con sombreros y sobretodos; alguien que no deja ecos tras sus pasos, que recolecta los libros de un autor en específico para alimentar hogueras con ellos. Alguien llamado Laín Coubert, que quiere terminar con cualquier resto de memoria de Julián Carax quien, podría pensarse, es el personaje central de la novela. Un secreto y una promesa de silencio pedida a un niño de diez años es lo que nos entregan las primeras páginas. Eso y algunos ingredientes de un relato de misterio: Daniel Sempere y su padre, la visita a las cinco de la madrugada al Cementerio de los Libros Olvidados, un portón de madera. Es de la mano de Daniel que va asomándose Julián Carax. Daniel es quien recorre pasillos con muros de libros en el Cementerio de los Libros Olvidados, él descubre la novela escrita por Carax, “La sombra del viento”, como si dicho libro hubiera estado esperándolo. Daniel es quien empieza a asomarse, a hurgar en la maraña que envuelve a uno de los últimos libros de Carax que están, por el momento, a salvo del fuego. Su obsesión por conocer más del prácticamente desconocido autor es el hilo que nos guía a lo largo de la novela. Pero, ¿cuál es su motivación? El sabor que da el descubrir de un secreto, tal vez. O, si nos ceñimos a la que da Ruiz Zafón, la lucha por recuperar el recuerdo de su madre, muerta seis años antes de iniciarse la narración. Puede ser. Lo cierto es que el autor juega un poco –un mucho– con la idea del doble. Tanto a Daniel como a Julián les acarrea problemas la relación que tienen con una muchacha –Beatriz, en el caso de Daniel, Penélope en el de Carax–, ambos están rodeados de libros –el padre de Daniel es dueño de una librería de viejo, Julián desea ser “alguien llamado Robert Louis Stevenson”–, incluso llegan a compartir la misma pluma, una pieza artística dorada que perteneció a Víctor Hugo, según el comerciante; Daniel la recibe como regalo de cumpleaños de su padre, para Julián es el obsequio de una mujer no correspondida. Teniendo en cuenta esto, es posible que no haya una motivación definida en Daniel, sino que su destino sea recorrer la misma ruta que recorrió Julián así, sin más, sin preguntárselo apenas. En forma paralela a esa obsesión por Carax, transcurren los años posteriores a la Guerra Civil Española, personificados en Francisco Javier Fumero y Fermín Romero de Torres. Perseguidor y perseguido respectivamente. Fumero encarna al bando triunfador, al ojo que permanece siempre alerta, vigilando cada movimiento de quien esté en contra del régimen, sea de acto o de pensamiento. Mientras, Fermín tiene en sí lo que de escondido y silencioso, casi invisible, debe atribuírsele a los vencidos y ahora sometidos. Cambios de nombre, cicatrices de tortura en la piel y debajo de ella, la mendicidad y un sentimiento de culpa largo es lo que el inspector ha infligido al ayudante de la librería de los Sempere, personaje que Daniel conoce luego de recuperar el libro de Julián Carax –habiéndoselo regalado antes a Clara Barceló, sobrina ciega de Isaac, librero amigo de su padre– y de una desilusión amorosa, la primera en su vida, entonces de dieciséis años recién cumplidos. El crecimiento de Daniel Sempere va aunado a las huellas de Carax y a las de la guerra. De diez años al principio de la historia, descubre el amor platónico –del cual lo alejan a puñetazos– en las pupilas blancas de Clara, el físico, en compañía de Beatriz, hermana de su amigo Tomás Aguilar, hasta llegar a la paternidad y al matrimonio, en ese orden. La sombra del viento no es un best–seller propiamente dicho. Si bien, a decir de la página web de la editorial, ha vendido unos seis millones de ejemplares a nivel mundial, no cumple en su totalidad con la idea que de best–seller se tiene, pues podemos ver que su autor, pese a hacer uso de ciertas situaciones consideradas comunes, un incesto no conocido, por ejemplo, o a llegar a un cierto abuso de imágenes –personas, casas y objetos que languidecen–, hace un esfuerzo por construir metáforas y descripciones que ayudan a apuntalar esa atmósfera brumosa dentro de la que se desarrolla la novela, neblina que, a fin de cuentas, acaba por ser el personaje central de la novela, a cuyo amparo se desenmaraña el misterio que rodea al último libro de Julián Carax.