Friday, October 31, 2008

MUERTOS

Fragmento de una entrevista con Eduardo Matos Moctezuma, quien el pasado 28 de octubre dio una conferencia, "Muerte al filo de obsidiana", en la ciudad de Puebla. (Tomado de la sección cultural del periódico La jornada en su edición del día de hoy).
Arturo Jiménez.
Un mundo casi desaparecido.
–¿Por qué la persistencia descalificatoria, sobre todo en el extranjero, de seguir percibiendo al México antiguo como una sociedad sanguinaria y necrófila, debido a sus rituales de sacrificios humanos, pese a las ya diversas investigaciones y reflexiones que ponderan el tema y ubican a Mesoamérica como una de las grandes civilizaciones del mundo?
–En efecto. La imagen que se ha dado, sobre todo en el extranjero, es de civilizaciones brutales en las que se sacrificaba a los individuos y no reflexionan acerca de dos cosas. Una, qué era lo que motivaba, en aquel mundo antiguo, que existiera el sacrificio humano y otras manifestaciones. No reflexionan en que era una práctica con un sentido religioso y fundamental: ofrendar a la deidad lo más preciado del hombre, la vida misma.
“Cuando se realizaba, que además era sólo en determinadas ceremonias, no algo constante, llevaba como fin que el Sol no detuviera su andar. El Sol tenía que alimentarse con la presencia humana para que hubiera vida. Era una forma de buscar la vida a través de la muerte. Si se analizan las festividades mensuales de los aztecas o mexicas, se verá cómo el sacrificio juega un papel fundamental para que perdure esa vida, porque se prolongue en la tierra.
“El segundo punto es que esas personas que ven con gran horror el mundo prehispánico, también reflexionen y vean que en su propia cultura, actualmente y no hace cinco siglos, con una sola bomba destruyen muchas vidas humanas. Y tenemos los ejemplos sobrados que todo el mundo conoce, de cómo con una sola bomba se mata a 100 mil personas de un plumazo. Cuando se les hace esta reflexión, aunado a que la motivación de esa muerte masiva es el interés económico, comercial, etcétera, entonces tenemos allí una diferencia fundamental.”
–¿De dónde viene esa actitud, es parte del eurocentrismo que no comprende a cabalidad lo otro y lo percibe como exótico?
–Exactamente. Ver cualquier manifestación de esos pueblos como algo terrible, sanguinario, y no observar que su propia cultura, en plenos siglos XX y XXI, los siglos de la “civilización”, ocurren cosas que son la negación misma de la vida.
–¿Qué perdura hoy de toda esa visión mesoamericana del mundo y de su concepto de la muerte, después de 300 años de Colonia y de los siglos XX y XXI, pues hay ciertas creencias que perduran en fiestas como los Días de Muertos?
–Todas las culturas, en todos los tiempos y latitudes, han tenido de una u otra manera una percepción de la muerte. Y en nuestras culturas prehispánicas se daba toda una serie de pensamientos al respecto. El pensamiento de entonces partía fundamentalmente de deparar un destino al individuo después de la muerte, el cual estaba marcado según la forma en que se moría. Esto es muy importante.
“Si alguien moría en relación con el agua, iría al Tlalocan, el lugar del dios Tláloc, el dios de la lluvia, el agua, la fertilidad. Era un lugar de constante verano. Si moría en guerra o tomado prisionero para el sacrificio, entonces iba a un lugar de cierto privilegio, que era acompañar al Sol, desde que éste salía hasta el medio día. Y si moría de cualquier otra forma, iba al Mictlán.
Sintetiza: “En el momento en que el hombre crea otros sitios para tratar de evitar a la muerte, a la que teme, entonces crea los infiernos, los cielos, los mictlanes y los lugares a donde se irá después de la vida. Eso lo vemos en casi todas las culturas. Es un deseo de trascendencia porque el hombre se niega a morir. Y lo que hace es querer darle la vuelta a la muerte, pero la muerte, socarrona, se muere de risa”.

Thursday, October 23, 2008

ANESTÉSICO NO VIRTUAL



A mediados del siglo XIX, el dietil éter comenzó a usarse en las intervenciones quirúrgicas, introduciendo al paciente en una zona donde la palabra dolor no existía en ni el diccionario.
Y es en esta sustancia flamable, cuyos vapores tienen una densidad mayor a la del aire, donde Eve Gil disuelve una futura historia probable, junto con su habitual sentido del humor, para entregarnos Virtus, novela editada por Jus a principios de este año.
La portada jala la vista: ante un fondo diluido, de tonos arena y débiles verdes, un niño –o niña– tiene el rostro vuelto levemente hacia la izquierda. El cabello oculto en la capucha de la sudadera o corto, las manos en los bolsillos de la prenda. No se puede decir que observe un punto más allá de la ilustración: carece de ojos, de nariz, de cejas, de boca. Su rostro es una masa de la que se podría desenterrar una escultura de cualquier estilo, desde un busto griego hasta una figura humana bidimensional con un solo ojo.
La idea es precisa: un rostro donde es posible trazar cualquier rasgo, una ciudad de bloques en la que se proyecta una película sin final aparente. Un inmenso lugar para proyecciones, donde los actores nombran “hijo, Fido, Amor” a seres que no existen y a los que luego lloran en las calles vacías, llamándolos a gritos cuando el virus Samsa corre de golpe el telón.
A través de Juana Inés Rul–Monasterios, de un ensayo escrito en octubre del año 2068, asistimos a una región llamada Unid@mérica. Presidentes que vigilan desde el cielo a sus gobernados, microchips insertados en el cerebro, interacciones con los actores y actrices de moda, con los dioses griegos, banquetes y la sensación de estar satisfecho en un cuerpo anémico, elementos que caben en el “espectáculo más grande del mundo” (como lo dice la portada en letras rojas) y en la realidad.
Virtus tiene pie y medio bien plantado en el presente, pues recoge aspectos como el bombardeo mediático, las palabras carentes de significado en los discursos políticos, la “barra de telenovelas” idéntica en los dos canales de televisión abierta.
Frases como “unidad y democracia”, “constitucional y legítimo”, parecen apuntalar la escenografía donde un ser formado con infinidad de piernas y brazos y ojos –el Ventrílocuo–, dirige el gobierno parapetado en la espalda de Jesús Martín Wagner, un senador de treinta y tres años, mitad Brad Pitt mitad Enrique Peña Nieto, elegido presidente por el 97% de los votantes.
La narradora sobrevive al “atentado terrorista” gracias a su constante actividad en el hemisferio izquierdo del cerebro, casa de la escritura, las matemáticas, la lógica. A la distancia nos entrega, por un lado, un ensayo escrito a lápiz –“el arma más peligrosa de todas”–: la historia de la Gran Ilusión que era vivir en lo que alguna vez fue México. Constantes spots de la presidencia, ensayados ante un director de telenovelas, transmisiones desde un estudio blanco, vacío, en el que se recrea una recepción de gala entre candelabros, en el derruido Palacio de Chapultepec, forman parte de una actualidad llevada al límite en la novela.
Junto a la mirada de Juana Inés, recorremos la ciudad verdadera, una plancha con cubos idénticos en cada esquina, donde árboles, arco iris, jardineras, mascotas, incluso bebés ojiazules y sonrosados, formaban parte de la virtualidad abolida: “no había edificios incendiándose, tampoco cuerpos mutilados ni sangre ni cadáveres. No había nada. Nada. Una ciudad bombardeada hubiera sido preferible a Nada. Por lo menos quedarían trozos de vida, de historia, de realidad y de Verdad”.
El uso del lenguaje en ese hipotético futuro es otro hilo que mantiene a la novela anclada en el presente. El chip insertado en cada cerebro que no reconoce las vocales acentuadas y tampoco la eñe –la ene con moñito, en voz del personaje–, alude a las abreviaturas de las que se hace uso durante conversaciones a través de internet y en los mensajes vía celular.
Mención aparte merece la cuestión de las palabras dentro de los discursos de la clase gobernante, carecen de sentido a fuerza de repeticiones y promesas y discursos hechos en campaña, en anuncios oficiales transmitidos por televisión. Percibimos el significado opuesto. Campañas mediáticas para convencernos de que el crimen organizado está bajando los brazos ante el gobierno, que las acciones de Doña Perpetua llevarán la educación a un nivel superior, que las palabras privatización o tortura no existen en el diccionario de las autoridades, podrían desembocar en discursos parecidos a: “¡Atención, ciudadanos!, éste es un mensaje del Presidente Legítimo y Constitucional, Jess Martn Prz Wagner, quien democráticamente les ordena prestar atención al comunicado legítimo y obedecer al pie de la letra sus constitucionales órdenes…”
El humor de Eve Gil nos lleva a través de imágenes que muy bien podrían hacerse realidad. Y mientras este mundo en el que la capacidad de elegir está abolida nos alcanza, es mejor divertirse con una Secretaria de Turismo, actriz decadente de nombre Talía Sendel, con los presidentes de las únicas dos cadenas de televisión abierta llamándose “papá”, vueltos primos hermanos –Milo Karraz y Cayo Lawrenz– y por qué no, tender los puentes respectivos entre los personajes de la ficción y de la realidad.

Friday, October 17, 2008

ESTAS SON LAS MANAÑITAS...



Crítica, la Revista Cultural de la Universidad Autónoma de Puebla, está cumpliendo treinta años. Desde este rincón un abrazo al equipo que la mantiene en circulación y a los colaboradores, de los cuales he tenido el honor de formar parte en tres ocasiones. ¡Que vengan muchos aniversarios más!




Entrevista e imagen tomadas del diario La jornada de oriente, en su edición del día de hoy:


Amelia Domínguez.



Pocas revistas culturales universitarias en el país pueden preciarse de tener estas tres virtudes: antigüedad, consistencia y calidad, como la revista Crítica, de la Universidad Autónoma de Puebla, que vio la luz en 1978, y que con el número 129, que se encuentra en circulación, está celebrando su trigésimo aniversario.



Fue en el rectorado del ingeniero Luis Rivera Terrazas, cuando apareció el primer número de Crítica. El consejo fundador (octubre de 1978) estaba conformado por: José Blanco Gil, Enrique Condés Lara, Carlos Contreras Cruz, Leticia Gamboa Ojeda, Luis Ortega Morales, Andrés Ruiz, Martín Pérez Zenteno, Armando Pinto, Gabriel Vargas y Alfonso Velez Pliego. Su primer director Humberto Sotelo, estuvo en ese cargo hasta el número 33, diciembre de 1987. El escritor Mariano Morales entró al relevo, a partir de la edición del número 34, manteniéndose en la revista hasta el número 49, en la primavera de 1992; en estos últimos números también estuvo como director general Jaime Ornelas Delgado. En esa primera etapa, la revista tenía un corte cultural mucho más ecléctico, pues lo mismo tenían cabida artículos de filosofía, de historia, de música, ciencia, política, artes plásticas y economía, entre otros temas.



A partir del número 50, su actual director, Armando Pinto Parada tomó las riendas de Crítica para darle un giro de 180 grados, enfocándola exclusivamente a la literatura e ilustrando la portada y páginas interiores con obras de artistas plásticos y visuales.



Es así que la revista cultural de la UAP, ha sobrevivido tres décadas a diversos rectores y a sucesivas crisis políticas y económicas. A Rivera Terrazas le siguieron Alfonso Vélez Pliego, Samuel Malpica, José Doger, Enrique Doger y Enrique Agüera Ibáñez, rector actual; todos ellos han otorgado más o menos recursos para que Crítica se sostenga y se mantenga.



Y no es casual, ya que en estos últimos años, la revista Crítica ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos, el Premio Arnaldo Orfila a la mejor revista universitaria, concedido por la Feria del Libro de Guadalajara en 1993; en julio de 1999 fue incluida en el Árbol genealogico de la Literatura Mexicana por la Revista Vuelta. En 2006 fue considerada por el periódico Reforma una de las 10 mejores revistas culturales de nuestro país. Y en 2007 fue considerada por la revista francesa Le Magazine Litteraire una de las cinco revistas en las que se jugaban las cartas decisivas de la literatura mexicana (las otras cuatro: Letras Libres, Nexos, La Tempestad y Línea de Fuga).



En esta segunda época, la revista se precia de tener una larga lista de colaboradores y de haber publicado poemas, cuentos, artículos y traducciones de escritores prestigiados, como el actual Premio Nóbel, J.M.G. Le Clezio, José Emilio Pacheco, Antón Arrufat, Fernando Arrabal, Eduardo Lizalde, V.S. Naipaul, Carmen Boullosa y Álvaro Mutis, entre decenas más de autores.



Sobre estos logros, su historia, el trigésimo aniversario y el futuro de Crítica, se desarrolló la siguiente entrevista con el filósofo y lector empedernido Armando Pinto Parada, quien durante un breve periodo se desempeñó también como director de Difusión Cultural de la Vicerrectoría de Extensión y Difusión de la Cultura de la UAP, dando un fuerte impulso a la literatura.



Jornada de Oriente (JO) –¿Crees que la persistencia de la revista se deba a los colaboradores, a los lectores, a los rectores que la han apoyado o a quienes la han dirigido?
Armando Pinto (AP) –Me gustaría decir que a los lectores, pero no me hago ilusiones. Si sobrevive es porque los diferentes rectores que hemos tenido han pensado que vale la pena sostenerla. Por supuesto, sin lectores ninguna revista sobrevive. Y si no tienes colaboradores ni siquiera llegas a la imprenta.
JO –¿Qué fue lo que te motivó a darle un giro total hacia la literatura a la revista al hacerte cargo de la dirección?
AP –Digamos que, sin negar mis inclinaciones personales, fue un cambio impuesto por la situación. Cuando me hice cargo de la dirección comenzaban a consolidarse los centros de investigación de la universidad y por lo tanto los investigadores y maestros de las diferentes áreas del conocimiento necesitaban revistas especializadas para publicar sus trabajos. Una revista miscelánea, como era entonces Crítica, ya no respondía a sus necesidades. Pero Crítica, como revista de la universidad, y no de un centro o una escuela en particular, debía apoyarse en un campo que no le resultara ajeno a nadie. Un suelo común, por decirlo así. Este campo es, por supuesto, la cultura y dentro de la cultura el elemento con mayores posibilidades de involucrar a los sectores más heterogéneos de la sociedad es la literatura. Si escribes sobre cine, o música o arquitectura, y lo haces bien, estás haciendo literatura. Hay un ensayo de Junichiro Tanizaki dedicado a los retretes del antiguo Japón que es una obra literaria de primer orden. Pero tengo que reconocer que de algún modo el camino para su transformación se inició, aun sin mucho énfasis, bajo la dirección de Mariano Morales. Él publicó por primera vez en Crítica a Gonzalo Rojas, para poner sólo un ejemplo.
JO –¿Crítica está dirigida a los universitarios?
AP –No. Es decir, no sólo a ellos. Crítica nunca se pensó como una publicación interna. Y te lo digo con conocimiento de causa, pues yo formé parte del consejo editorial que la fundó. Crítica tenía que ser una publicación que la universidad le ofreciera a la sociedad. La difusión de la cultura es, junto con la docencia y la investigación, una de las tres actividades sustantivas de la universidad.
JO –Algunas personas la consideran elitista.
AP –Y, en efecto, lo es. No sé por qué cierta gente le tiene tanto miedo a esa palabra. Es elitista porque procuramos publicar a los mejores escritores en lengua española y queremos que llegue a los mejores lectores. Pero, además, si no lo hiciéramos así estaríamos traicionando a la universidad. La misma universidad intenta ser una universidad de élite. Una universidad que atraiga a los mejores estudiantes y los convierta en los mejores científicos, en los mejores médicos, en los mejores científicos del país. Y, al ser una universidad pública, no le pone obstáculos a los estudiantes que provienen de los sectores sociales con menos recursos. Crítica cuesta 30 pesos el ejemplar, es decir, está al alcance de todos.
JO. –¿Pero qué me dices de la distribución?
AP –Crítica es una de las revistas universitarias mejor distribuidas del país. Qué yo sepa sólo compiten con ella en cuanto a distribución la Revista de la UNAM y Casa del Tiempo de la UAM.
JO –¿A estas alturas, a los 30 años de la revista, cambiarías algo todavía?
AP –Bueno, el mundo en que vivimos hoy es un mundo radicalmente diferente al que teníamos hace 16 años. Hoy, aun el más optimista de los editores sabe que el papel ya no es el único soporte del lenguaje escrito o, incluso, de la literatura. El internet (decir la internet me suena ridículo) no es un enemigo, puede ser de una ayuda enorme. Así que te respondo que sí, en efecto, me gustaría darle cuerpo a un proyecto que tengo desde hace rato: Crítica on line. Esta revista virtual sería hermana de Crítica en papel, pero cada una tendría sus propias características. No quiero abrumarte describiéndotelas, sólo te digo que cada una tendría su propio contenido.
JO –Hace algunos meses, un poeta joven de Puebla, Alí Calderón, armó revuelo en los medios argumentando que era necesario que las generaciones jóvenes dieran nuevo aire a la revista Crítica. A la distancia, con la cabeza fría, ¿crees que tenía fundamento su propuesta?
AP –Si los argumentos de Alí hubieran podido resumirse en esa elegante expresión, que los jóvenes dieran un nuevo aire a la revista Crítica, ¡yo habría estado de acuerdo desde el principio!
JO –¿Qué revistas latinoamericanas sean de esta época o de anteriores, te han influido para hacer Crítica, o a cuál te gustaría que se aproximara en su trascendencia?
AP –Siempre me pareció que tres revistas latinoamericanas eran modelos a seguir: Sur, de Victoria Ocampo, Orígenes de Lezama Lima y Plural, de Octavio Paz. Con lo cual no quiero insinuar de ninguna forma que Crítica se aproxime a ellas.
JO –En su tiempo la revista Contemporáneos, la revista Taller o Vuelta tuvieron una influencia decisiva en la literatura mexicana, ¿crees que actualmente exista en México una revista literaria a la que acuda la mayoría de los adictos a las letras?
AP –La influencia que alguna revista ejerce en la literatura de su país puede apreciarse en su justa dimensión sólo con el paso del tiempo. Y además esa influencia puede ser muy negativa. Como por ejemplo la que ejerció Tel Quel, primero en Francia y luego en otros países. Por otra parte, en todas las épocas han coexistido diversas revistas, incluso cuando parece que alguna de ellas brilla con gran intensidad. Así que resulta muy difícil saber en que proporción alguna de ellas es más buscada o leída que las demás. Y luego, puede ser que la más leída no sea la que acabe teniendo más influencia, ¿quién nos dice que no hay por ahí alguna pequeña revista semidesconocida en la que se están gestando las tendencias literarias del futuro?
JO –¿A qué aspirarías, o qué vislumbras para Crítica en los años que vienen?
AP –Mis aspiraciones por ahora se limitan a publicar el siguiente número.
JO –¿Hay alguien a quien te gustaría invitar como colaborador de Crítica y que por falta de recursos no ha sido posible?
AP –Quiero invitar a un escritor muy joven que está escribiendo en este momento cosas maravillosas, pero aún no tengo la fortuna de conocerlo.

Wednesday, October 08, 2008

AIRE NEGRO


Recién salido del horno, un homenaje al libro Ángela y los ciegos, del escritor tlaxcalteca-poblano Alejandro Meneses -desde esta esquina pido (¡por favor!) que este título se reedite en la editorial Debolsillo, así como serán publicados nuevamente otros títulos, como resultado del convenio entre la editorial Cal y Arena y Random House.