Tuesday, August 26, 2008

MERCADO DE LETRAS

Una nota tomada del diario Lajornada de oriente, del día de hoy, sobre los programas de fomento a la lectura que lleva a cabo el Instituto Municipal de Arte y Cultura:
La literatura llegó de tianguis al mercado Emiliano Zapata
Yadira Llaven
La literatura llegó el fin de semana al Mercado Emiliano Zapata. Ahí, instalados, entre los puestos de verduras, frutas y pollos, escritores y colaboradores del IMACP ofrecieron poesía y narrativa de autores poblanos.
El pasado sábado visitaron el Mercado Emiliano Zapata, un foro “no tradicional”, para dar vida a textos de autores poblanos como Alejandro Meneses, Alejandro Aura, Gabriela Puente y Miguel Maldonado, entre otros.
Para doña Trinidad, marchante del mercado “Zapata”, este programa resulta una oportunidad para disfrutar de la lectura, “entre la realización del guiso de mediodía y los quehaceres de la casa”.
Así como ella, muchos de los que transitaron, entre las 11 y 13 horas por el tianguis pudieron cambiar una de las postales que entregaron por libros y fragmentos de poemas; y como parte del intercambio comercial, propio del contexto, los organizadores obsequiaron algunas playeras y bolsas para el mercado, que incluían libros de escritores locales editados por la UAP.
Y pese a la posible “negativa” que esperaban del ambiente, las cosas fluyeron de manera natural. La gente aceptó gustosamente los textos, pues para muchos de ellos era la primera experiencia “de cerca” con un libro.
Para el el 30 de agosto el mercado Venustiano Carranza, ubicado en la calle 11 Norte 209; el 13 de septiembre llegarán al Nicolás Bravo, del barrio El Parral (9 Poniente 904); el 27 estarán en San Baltasar (Cue Merlo 466).

Monday, August 18, 2008

LA FRANJA


Tanto convocatorias literarias como escritores han llevado alguna vez la pasión de las canchas a las páginas de un libro. Hace dos años, cuando Alemania acogió el Mundial de Futbol, el Goethe Institut–Mexiko organizó diversas actividades en torno a este evento: concursos de cuento corto y poesía futboleros, exposiciones de fotografías y carteles con canchas lodosas y balones hechos a base de trazos infantiles, ciclos cinematográficos. Las crónicas y estadísticas, además de engrosar las páginas dominicales de los periódicos y las revistas, se han publicado en libros como el de Dios es redondo, de Juan Villoro, y otros de la autoría de Isaac Wolfson. Los cuentos de Lenin en el futbol, de Guillermo Samperio, comparten la misma temática.
El viernes 15 de agosto Gabriel Wolfson y Profética, Casa de la Lectura, hicieron lo propio al presentar el libro de crónicas Ponte la del Puebla.
A las ocho de la noche, detrás del mantel negro con el logotipo en blanco, José Luis Escalera, Horacio Reiba –columnista deportivo del diario La jornada–, Gabriel Wolfson y José Luis Sánchez Solá, el Chelís, el entrenador del equipo de la Franja, viajaron por campeonatos ahora lejanos, por encuentros decisivos para permanecer en la primera división nacional. También a través de los diferentes caminos que puede tomar un libro: la venta, el préstamo. Profética alberga ambos en la librería y la biblioteca. Ahora, por primera vez, publica un título. Textos donde el protagonista es el equipo local.
El Chelís, novato en el aspecto de la presentación de libros, se centró en el nacimiento de los escritos en el vestidor, en los entrenamientos donde Wolfson se asombró ante la presencia de aficionados en las gradas del estadio. Y mientras, yo regresé a las épocas en las que robaba unas horas al día para asistir a esos entrenamientos. Entonces era el Puebla de la franquicia original, el de Aurelio Rivera, Alí Fernández, Edgar Plascencia, Eduardo Córdova y Pablo Larios, el de Alfredo Tena en un magnífico debut como director técnico –nos llevó a la liguilla, recuerdo–. Llegaron Daniel Guzmán y Carlos Muñoz, el primer campeonato de goleo individual, la horrible franja naranja, publicidad para la cadena de hoteles Aristos, Robert Dante Siboldi, quien le cedió el arco al uruguayo Gerardo Rabagda, los ejecutivos de traje azul marino y gris al descender del camión del equipo. Solá metió el estadio a la noche pasada por agua de la esquina de la tres y la siete: las pláticas, las misas antes del partido, las fotografías junto a los aficionados al salir del Cuauhtémoc. Señaló la interacción que hubo entre él y Wolfson cuando el libro era hojas sueltas. Una vez más, lo vimos siendo parte del equipo, de un grupo, defendiendo a sus jugadores, como en el encuentro contra San Luis, donde los errores de Guadalupe Martínez costaron tres puntos a los locales.
La última intervención fue la del autor, Gabriel Wolfson, quien recientemente obtuvo la beca para Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, en la modalidad de cuento. En su lectura aparecieron los nombres de Rodrigo Ruiz, Gustavo Moscoso y un párrafo que señaló como su favorito, un pequeño cuento donde el Pony, chileno de veintidós años, recién llegado del Unión Española, enseñaba algunas jugadas a los niños de seis o siete que se reunían a jugar “fut” en el fraccionamiento donde vivía, entre los que se encontraba el Cheerokee Pérez. Ambos se enfrentaron en aquel dos a cero en el puerto, después del cual Rodrigo Ruiz sufriría, seguro, pesadillas donde el ruso Zamogilni le impide acercarse al arco del equipo al que ingresó en 1994.
Allí está, en las páginas del libro arena y guinda, detrás de una foto del equipo de tiempos viejos. El Puebla, la Franja, el grupo que durante la temporada pasada se convirtió en un corazón con piernas, el que, a base de garra, de lucha, sin los nombres rimbombantes ni las altísimas nóminas, se mantuvo en la primera división. El equipo de la ciudad, el inspirador de libros.