Wednesday, June 20, 2007

PIERNA A LA CACEROLA (Fragmento)

En esta ocasión arranco la página y la pego en la pared. Debajo de los párrafos, dos manos y un cuchillo posan con un plato de carne cruda. El pesado recetario de tapas brillantes es el guardián de las otras fotografías, la misma carne en dos momentos: atada como si envolviera un regalo, junto a cebollas rojizas y frascos disfrazando de laboratorio una cocina; y dorada, transpirando jugo, dentro de una cacerola. Son filetes que custodian un relleno aderezado con laurel y coñac.
Como en el primer intento, no me importa comprobar si ese color pálido, casi enfermizo, es el de los filetes de cerdo; de cualquier manera nunca sigo las recetas como si se trataran de una fórmula para analizar químicos. Me agrada el juego de inventar sabores, un poco de vino o cerveza en lugar de jugo de naranja, carne de ternera cuando no tengo filete a la mano. La cocina es mi centro de operaciones, un aromatizante cuyas manos inyectan a la casa la esencia del café o los chipotles. Ni por la noche, cuando me recostaba junto a la espalda de Sergio, abría el cortinaje de terciopelo vino o las ventanas; el perfume debía dormir acariciándome el cuello, metido en mi abrazo aún al despertarme.
Cuando Sergio volvía de la oficina, sosteniéndose de su sombra, no era el atardecer el que entraba por el pasillo y subía las escaleras colgado de sus zapatos, sino la noche. No me visitó en la cocina ni una vez, siempre fue derecho a nuestra habitación. La voz de alguna soprano, el ruido de lluvia y el vapor, me indicaban el religioso cumplimiento de su rutina: la ducha, la televisión, el sueño. Nunca me imaginé entrando al baño, abrazándolo sumergidos en la tina o bajo la tormenta de gotas tibias, vestida con su aliento. Bañarse, leer, dormir, cocinar, hay actividades que no requieren de más de una persona. Quizás él también era consciente, por eso tampoco me interrumpía.
Mi rutina, como la suya, se completaba. Un veintiuno y dos ceros parpadeando en el horno de microondas y le subía una charola. Café con un chorrito de licor de naranja, pastas aún palpitantes por el calor. Él, con los brazos sirviéndole de almohada, mirando en la televisión al hombre que imita al presidente, serio ante las risas de utilería, apenas si curveaba los labios para dedicarme una sonrisa.
–No cenaste.
–Sí; compré algo antes de venir–, le respondía al comediante de las manos enormes y el mechón de la coronilla levantado. Cambiaba de canal, un salto de tres metros en la pantalla y el enceste con el reloj en ceros.
Siempre intenté llegar hasta él. Inclinarme para sisear en su oído, dejar un camino de azúcar y canela sobre su rostro, besarlo en la comisura de los labios, fueron recetas fallidas. Él me imponía distancia con palabras y bostezos: “¿Por qué no vas a lavarte el cabello?, hueles a ajo”. De nuevo la palidez de su espalda, los ronquidos. Las razones para alejarme: tengo sueño, hoy estuve muy ocupado, mañana debo llegar antes, ¡cuánto te tardas!, hueles a cebolla...
Entonces me metía debajo de la sábana y por la mañana, la cena recalentada lo esperaba en el comedor. Sergio salía de la habitación acomodándose la corbata, los cabellos oscuros. Apuraba de un solo sorbo el café y se iba sin siquiera mirar las galletas. Un beso en la frente, labios que no acaban de posarse, y un portazo. Mi memoria lo guarda ante los partidos de basketbol, roncando, detrás de la puerta o en la oficina. Nunca sueño su piel de azúcar quemada bajo la ducha, o a mí misma, en la cocina, custodiada por su abrazo mientras pequeñas llamas hacen hervir la salsa de jitomate que acompañará al spaguetti.

Wednesday, June 06, 2007

A VER SI NO SE LOS LLEVAN...

El gobierno de la capital mexicana arrancó el programa para prestar entre los usuarios del metro 250.000 ejemplares de su séptima antología que busca promover la lectura durante el recorrido entre estaciones del subterráneo.
La secretaria capitalina de Cultura, Paloma Saiz, indicó que esta antología reúne a diez escritores mexicanos entre quienes están Elena Poniatowska, Enrique Serna, Juan Villoro, Silvia Molina, David Martín del Campo, David Huerta y Enrique González Rojo.
Con la nueva etapa suman siete las antologías que se han prestado a los viajeros y las autoridades han destacado que una gran cantidad de libros son devueltos para ser leídos por otros usuarios.
Saiz indicó que esta nueva etapa del programa busca ganar nuevos lectores, "consolidar otros que lo son de manera eventual y proporcionar lecturas a quienes no pueden adquirir libros por problemas económicos".
La funcionaria que ha estado a cargo del programa desde su arranque afirmó que una mayoría de usuarios devuelven los libros, aunque en ocasiones se los llevan a sus casas para terminar de leerlos.
Las obras que se prestan son colocadas en estanterías en las entradas y salidas de las estaciones del Metro y los usuarios cuentan con el apoyo de los jóvenes de la Ola Cultural, explicó Saiz.
Actualmente el servicio se ofrece en la línea que va de norte a sur, de la estación Indios Verdes a Universidad, pero las autoridades quieren extender el programa a otras líneas del metro que diariamente transporta a unos cinco millones de personas.

Thursday, May 31, 2007

EL TREN AMARILLO

La llegada el próximo miércoles de 'el tren amarillo' con Gabriel García Márquez como uno de los pasajeros a su natal Aracataca, en el norte de Colombia, marca el inicio del proyecto turístico la 'ruta de Macondo', el pueblo mítico en la obra del novelista. El viejo sueño de volver a unir por tren a Santa Marta y las localidades que llevan a Aracataca, la tierra del premio Nobel de Literatura de 1982, en un recorrido de menos de 70 kilómetros pretende convertir el tramo en un corredor turístico.
Se pretende recuperar todas las estaciones de la antigua ruta del tren: Bonda, Gaira, Pozos Colorados y la zona bananera a través de esas estaciones.
García Márquez, en 'Vivir para contarla', decía que en la ruta "cada río tenía su pueblo y su puente de hierro por donde el tren pasaba dando alaridos, y las muchachas que se bañaban en las aguas heladas saltaban como sábalos a su paso para turbar a los viajeros con sus tetas fugaces".
Cuenta el mismo García Márquez que en un viaje para vender la casa de Aracataca en los primeros años de la década de los 50 del siglo pasado, su madre dijo: "¡La estación! Cómo habrá cambiado el mundo que ya nadie espera el tren".
Ahora lo que se busca es que esa estación no esté solitaria y que la misma máquina despierte con su silbato la alegría y se impulse así 'La ruta de Macondo' para visitar la Casa-Museo y demás atractivos descritos por el autor de 'El otoño de Patriarca'.
Pedro Bonilla, de la Corporación Tayrona que pondrá en marcha el proyecto, ha dicho que "el tren amarillo de Macondo es una petición de toda la población y una deuda con todos los habitantes, que a lo largo y ancho del recorrido tienen un gran legado cultural".
El gobierno colombiano está remodelando la casa natal de García Márquez en Aracataca. Para ello ha dispuesto unos 530.000 dólares y confía en que el autor de 'Cien años de soledad' la inaugure en marzo del año entrante cuando cumpla los 81 años de vida.

Monday, May 28, 2007

PUEBLA CAMPEÓN!!!!!!!!!

Estamos de vuelta en la Primera División Nacional, señoras y señores!!!!!! El equipo blanquiazul derrotó a su similar de Sinaloa, los Dorados, en una final bastante sufrida.
Por mi parte, deseo, pido, exhijo, que el técnico José Luis Sánchez Solá se quede al frente de la escuadra... Es de los mejores.
Un saludo a toda la afición y allí estaremos, en ese estadio que lució pletórico este fin de semana, vestido de franjas azules...

III ENCUENTRO DE MUJERES QUE ESCRIBEN

Esto, probables visitantes, es una recopilación de impresiones acerca del III Encuentro de Mujeres que Escriben, celebrado el día miércoles 23 de mayo del año en curso. Esperando de todo corazón que no desistan en su asitencia el próximo año...

Presagio de Alicia y el diablo
Lina Zerón

La tarde presagiaba lluvia. El segundo patio de La Casa Amarilla cubierto por una enorme lona de color amarillo fosforescente, soportada por unas vigas de acero era el escenario del III Encuentro de mujeres que Escriben. Había colocadas una mesa para cuatro cubierta por fieltro verde y un hermoso arreglo florar de rosas y margaritones, unas 60 sillas y dos bocinas de pedestal una al frente y otra posterior.
Las 17:15, turno de Eve Gil que nos presentaba su cuento: “Alicia o el diablo”, la presentación de la autora corría a cargo de Victoria V. Pérez. Comenzaron los relámpagos acompañados de un estruendoso aguacero y copos de granizo, recordé cuando de pequeños mi abuela nos decía que apagáramos las luces y desconectáramos todos los eléctricos ya que podíamos atraer un rayo con la antena del televisor. Eve se esforzaba por alzar la voz y hacerse escuchar, Victoria miraba hacia arriba, todos estábamos atentos al cuento de Eve sin dejar de preocuparnos por la cantidad de agua que se almacenaba en la lona del lado izquierdo, presagiando que el Diablo del cuento de Alicia haría presencia esa noche. Pensé que el diluvio traspasaría la lona cayendo como cascada sobre los asistentes. Maricarmen Jiménez y Raquel Gutierrez iban y venían tratando de conseguir otro salón o de subir el volumen al micrófono para que no compitiera con la dulce voz de Eve, de pronto un sonido igual al que hacen los buñuelos al romperlos en dos pero con amplificador para un estadio de futbol, se escuchó por todo el patio, ¡craz, craz, craaazzz! el plafón de acrílico que soportaba la gruesa lona repleta de lluvia, lo mismo que una camilla a un herido, se vino abajo en mil pedazos, justo arriba de la mesa de lectura. Eve Gil, Victoria y Raquel corrieron hacia la ventana de la biblioteca situada a sus espaldas, un enorme pedazo de acrílico cayó de filón sobre la cabeza y la espalda de Eve, cosa que aminoró el golpe que recibió en el pié protegido por sus inseparables tennis sin lastimarla, esta vez su Ángel de la Guarda venció al diablo del cuento. Victoria se fue deslizando hacia la derecha y Raquel intentaba esconderse tras la bocina, para protegerse por ella como si fuera un paracrílicos en vez de paraguas, su cara reflejaba terror y sorpresa, su bastón cual herido de muerte yacía a medio patio. Las asistentes de la primera fila fueron alcanzadas por enormes proyectiles mientras corrían, dejando bolsos y prendas en las sillas, al compás de los crujidos del techo transparente que seguía desprendiéndose. Eve se agarraba la melena con ambas manos y sus ojos abarcaban casi toda su cara. Varios corrimos hacia el lado izquierdo, por donde llovía pedacería de plafón, tratando de protegernos, los otros se replegaron contra la pared del lado derecho. Con sorpresa y horror Maria del Carmen García Aguilar levantaba su mano izquierda de donde brotaba sangre, yo imaginé un hueso traspasando la piel, pero por fortuna no fue tan grave, eso nos dijeron las que la llevaron al hospital. Algunos valientes decidimos volver a atravesar el patio retando al Demonio de Alicia para subir por las escaleras al segundo piso y continuar con la lectura en el salón 4, llegamos hasta ahí para concluir la lectura de Eve Gil, continuar con la mia para cerrar con Rosa Nissán. Durante hora y media mas, el cielo de plástico no dejó de tronar cual cascos de caballos despavoridos, ni el techo dejó de escupir pedazos de plástico.
La cena postraumática en el Hotel Palace fue muy cálida. Rosa, Eufrosina, Eve y yo intercambiamos correos, teléfonos y confidencias. En la bolsa de cada una yace en el fondo un pedazo de acrílico que nos regaló la noche como recuerdo de una bella tarde de romántica lluvia y lectura de cuentos.

¡Sálvese quien pueda!
Isabel González.

La mayoría del tiempo logro marear mis miedos, los escondo en un cajón bajo llave o me la paso haciendo mil actividades para hacerme "coco wash" de que la vida es eterna. El miércoles, el cajón se abrió y pareciera como si el cerrojo se botara para escupir las palabras que tanto temo: no seas imbécil, si tu vida y la de los demás pende de un hilito que no puedes controlar. Estabamos enmedio de la presentación de la super escritora Eve Gil, un aguacerazo marca "diablo" hacía difícil su lectura. Eve, como invocando a un dios benévolo, miraba al cielo implorando misericordia con una sonrisa pícara en los labios. Yo no dejaba de mirar el techo, una burbuja que crecía cada vez más, se instalaba en el techo y la lona cedía ante el peso. "Nos vamos a empapar, donde esto caiga", pensé. "Bueno, una mojadita no cae mal a nadie. Ya que deje de llover pues la crítica del cuento está super buena". De pronto un tronido me puso alerta, sentí como un trueno susurrándome al oído. Mis piernas corrieron sin mi permiso, en segundos estaba a salvo, apiñada con muchas mujers que asombradas no daban crédito a lo que pasaba. Los gritos femeninos ahogaban el desplome, todos teníamos cara de desamparo, como de niños cuando la maestra les descubre una acordeón. Parecía una orquesta en la que el director se ha quedado dormido: corazones, crujidos y gritos formaban un coro desacompasado. Ante el desconcierto tomé la mano de Mary Carmen, veía sus dedos sangrando, una burbuja morada como si del techo se hubiera trasladado ahí, a ese espacio reducido de carne. Le tomé la mano y le dije, parece que no es muy grave. Ella me dijo auuuch, me duele. "Soy una metiche, pensé". Pues el caso es que ya no volví a ver a la herida. Salté el patio corriendo mientras me encaminaba al coche y el cielo me bautizaba con gotas gigantescas. llegué a mi casa y me comí un tazón repleto de palomitas con varias salsas, una quesadilla de pan árabe y una lechita sabor vaililla. Abracé a mis hijos como si fuera la última vez. Total ¿alguien me asegura que mañana estaré despierta para saber si subí un poco de peso?

¡Ángel de mi guarda, dulce compañía!
Virginia Hernández Enríquez.

Después de la agradable jornada que vivimos en el III Encuentro de Mujeres que escriben, de repente, el diablo hizo su aparición, nunca sabremos si la Alicia del cuento de Eve Gil, lo trajo arrastrando desde tan lejos. De repente, entendí lo lenta que soy para reaccionar ante el peligro, aunque un reflejo instintivo me llevó a refugiarme contra el vidrio de la biblioteca, lugar atinadísimo para que caiga una esquirla y lo rompa. Me vi después junto con Raquel y Maricarmen Jiménez convertidas en cedazos bermellón. Mi ángel de la guarda que siempre ha sido un ángel musculoso e inteligente me condujo hacia el refugio al que acudieron todos, e invocando la jaculatoria infantil: ¡Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me dejes sola ni de noche ni de día! calmé mi miedo. El estruendo que hacía el techo me parecía realmente demoníaco, pero la convención de ángeles de la guarda que se llevaba de forma alternativa y subrepticia junto con el encuentro de escritoras, fue lo que permitió desbaratar los poderes malignos que pretendían destruirnos.
Las mujeres somos fuertes, los ángeles que son andróginos, también. Después de acompañar a Maricarmen García al médico y de charlar y comentar con ella sin parar el incidente, ambas hicimos catarsis y nos sentimos más tranquilas. Lamentamos no poder regresar al Encuentro que por lo que me enteró continuó y fue de lo mejor, siento haberme perdido el comentario de Victoria, la presentación de Lina y de Rosa. A pesar de ello, sé que nuestros encuentros continuarán, ya que nuestro femenino y feminista poder ha exorcizado al diablo.

23 de mayo: El día que se nos cayó un pedazo del cielo
Mary Carmen García.

Al despertar tenía las ideas confusas, un leve dolor en la cabeza me hizo tratar de recordar lo qué me había sucedido. De momento unas ligeras punzadas en mi mano izquierda acentuaron los malestares y la intención de los recuerdos. Traté de reconocer mi mano, mis dedos; los “parches” en el dedo índice y en el de en medio, en la palma de la mano y el dorso me lo impedían; lo blanco de las gasas contrarrestaba con el color de mi piel, ¡además de morena, cómo me ha quemado el sol! –pensé. Para obligarme al movimiento me llevé esa mano a la cabeza y sentí una inflamación; el brazo también me dolía, ¿por qué?
Cerré los ojos, suspiré hondo y me propuse recapitular lo que pasó: La tarde de ayer transcurría amenamente, después de la comida satisfechas y alegres de que todo marchaba muy bien, nos dispusimos a continuar con nuestro encuentro, el sabor que la sesión de la mañana era tan grato, que esperábamos seguir saboreando y disfrutando de las letras.
Empezó a llover, no era extraño, ha estado lloviendo todas las tardes. Habían transcurridos algunos minutos cuando la lluvia arreció y empezó a granizar, una leve inquietud se empezó a manifestar, puede ser porque no se escucha bien –pensé-; el micrófono no era suficiente para acallar el ruido del agua cayendo sobre el domo amarillo que con la luz de la tarde había adquirido una tonalidad luminosa. A ratos parecía que el agua se calmaba para después volver con mas fuerza. El ruido constante me obligó a voltear hacia el domo, una ligera turbación se apoderó de mí al recordar los sucesos pasados en la Facultad de Filosofía, ahí se cayó una lona y ocasionó el accidente. Aquí era un domo, además las estructuras que lo sostenían eran de metal, aquí no podía pasar nada, -especulé.
El ruido de agua cayendo en el domo era cada vez más fuerte... Paty Galán y yo, para estar más cómodas, habíamos puesto nuestras carpetas, bolsos y libros en la silla de en medio; Martita Porras estaba a mi derecha, Tlaloc ha de ser machista y ya no quiere oírnos -le dije. También le advertí que una parte del domo tenía demasiada agua acumulada. ...... La lluvia se intensificaba más, no podíamos oír, ..... Solución: acercar más la mesa hacia el público. Yo estaba sentada en primera fila y al centro, la mesa me quedó casi como para comer. Pese a mi desasosiego, no quería perder detalle: el diablo se hizo presente tanto en la estupenda narración de Eve Gil como de los precisos y atrayentes comentarios que Victoria había empezado a hacer..... A pesar de la cercanía, el sonido se volvió a ahogar... inquieta nuevamente, volteé hacia el domo, el agua se acumuló más,.... regresé mi atención a la mesa, en ese momento se escuchó un crujir tan fuerte que no logré identificar de dónde venía, quise levantarme rápidamente y la mesa me lo impidió, casi al mismo tiempo escuché un gran estruendo acompañado de un raudal de agua y fragmentos de acrílico, cuando logré llegar a la esquina, donde ya estaban mis compañeras, no había donde resguardarse, me sentí vulnerable; supe, en cuestión de segundos, lo que podía pasarme..... al momento vi como venía hacia mí un trozo de ese acrílico que minutos antes había estado vigilando.... levanté el brazo izquierdo tratando de cubrirme y corrí al pasillo esperando que no me alcanzara otro proyectil. .... No sé si gritamos, no sé cómo corrimos, pero los pedazos de cielo seguían cayendo, los ruidos nos ensordecían. Por un leve dolor, me toqué la cabeza con la mano cortada y su propia sangre y el malestar me hizo pensar que esta lesionada.
¡Claro que también estaba asustada! Sin embargo y pese a ello, no dejé de pedir mis cosas que seguían placidamente instaladas en la silla... mi saco, mi carpeta y mi bolso parecían aguardar la continuación de nuestro encuentro, junto a ellas.... mi silla vacía. ...Me sentí mareada, ¿te sientes mal?, ¿Qué te pasó?, ¿te lastimaste? Fueron las voces que oí. Quise poner inmediatamente la mano bajo la lluvia para quitarme la sangre. Las imágenes de lo que pudo hacer sido un desastre me empezaron a abrumar; subí con Mary Carmen Jiménez para que me “curaran” la mano, me revisó la cabeza que seguía doliéndome. La mano había dejado de sangrar sumergida en un vaso con agua helada que también aminoró el dolor. Vicky atenta a mí y a mis cosas, desde ese momento no se apartó de mi lado. Dejé mi texto escrito para Rosa Nissan –que era el último que se leería esa tarde- y me fui con mi doctora. ..... Más dolor, inyecciones, abrir las heridas, cerrarlas, un reconocimiento minucioso ¡Nada grave! Pero las curaciones, por unos días, tendrán que seguir.
Poco a poco reconstruí los recuerdos como si cada pedazo de domo que cayó pudiera aunarse nuevamente y devolverle al conjunto de ese edificio su “antes”, porque quiero suponer que no volverán a colocar otro domo. Esas casas fueron hechas sin techos, con sus patios al aire libre para que corriera el agua, mojara sus lajas y humedeciera la tierra, pero necios les ponemos techos, cerramos sus ventanas, abrimos puertas, levantamos paredes y la naturaleza y el tiempo esperan para pasar la factura.... ¿cuánto más vamos a ver?
MORALEJA: Las situaciones de riesgo si pueden evitarse.

El mensaje
Victoria Pérez Jvostova
Inspirado en las minicrónicas de Lina Zerón.

Sabía que el día, 23 de mayo de 2007, algo iba a suceder. Lo que no sabía era qué y cómo.
Cuatro compañeras y yo estábamos organizando el Tercer encuentro de mujeres que escriben. El análisis del primer capítulo de la novela de Amelia Domínguez La sangre también recuerda y la reflexión sobre el cuento Alicia o el diablo de Eve Gil que tenía que preparar para este evento hicieron que acabara con mi frasco de multivitamínicos enriquecidos con ginseng. El día anterior al encuentro, después de una larga reflexión sobre las cuestiones intertextuales, me acosté muy tarde. Enseguida, Morfeo hizo acto de presencia por medio de un sueño extraño. Un enorme globo rosa flotaba en mi dirección. Al acercarse a mi cara produjo un ¡PUM! que me despertó. Abrí los ojos y volteé a ver el retrato de mi madre, mi ángel protector desde hace cinco años. ¿Si es un mensaje, le pregunté, qué significa? ¿Acaso será el fracaso de mi estreno como analista?” Sonriendo desde la foto sobre el buró la imagen de mi madre me tranquilizó: “Calma, sólo es un sueño”. “Pues, sí, pensé, ¿cómo puede fracasar algo que fue preparado con tanto esfuerzo?. Además, mi análisis junto con las pastillas de Saridón y un termo con té verde, traído de mi natal Ucrania, ya están bien guardados en mi enorme y fea bolsa negra que uso últimamente”. Caí en los brazos de Morfeo por segunda vez. En mi inconsciente, el diablo de Tsvetaeva explicaba a Gesualdo Mesina la importancia del poder interpretativo para la mente analítica.
La mañana del día del encuentro parecía ser paradisíaca. Helios en su apogeo, las flores de colores brillantes, las sonrisas amables, el olor a café y mi inseparable taza del té verde junto con las lecturas efectuadas por las mismas escritoras –que más puede pedir una– creaban un ambiente cuyo calificativo oscilaba en algún lugar entre lo académico, lo femenino y lo amigable (Dios, perdona a quienes van a decir que éste no existe).
En la tarde, después de la jornada matutina y rica comida ofrecida por el Postgrado, regresamos al lugar de nuestro encuentro donde ya se encontraban los amantes de la escritura femenina, listos para escuchar a las siguientes participantes. Aunque los rayos de Helios ya no calentaban tanto, bajo el plafón de acrílico que cubría el patio de la Casa Amarilla hacía calor. El reloj marcaba las cinco de la tarde y la hora de mi segunda intervención se acercaba. Torturado por el sol, mi cuerpo pedía piedad. Raquel Gutiérrez y Judith Castañeda terminaron con éxito su presentación y nos dieron paso a Eve Gil y a mí. Cuando la escritora sonorense comenzó la lectura de su cuento, el todopoderoso escuchó mis plegarias y cubrió el azul de los cielos con densas nubes negras. Conforme la exposición iba avanzando, escuché las primeras gotas de lluvia caer sobre el techo de acrílico. “Que llueva que llueva, la virgen de la cueva”, pasaba por mi cabeza mientras vi que al micrófono le subieron el volumen. “A pesar de mi pasado ateo, Dios no me abandona”, pensé. Mis piernas que ya conocen los primeros síntomas de várices no dejaban de dar las gracias al tiempo que el público, hecho una enorme oreja, trataba de escuchar lo que les narraba la escritora. ¡Claro, quien iba a perder el cuento de la mismísima Gil! Bajo una tremenda granizada Eve contaba la muerte de Gesu Mesinas: “!PUM¡, repitió Charlotte como si fuera un juego... ¡PUM, PUM¡ repitió horadando con el dedo la sien de la boquiabierta muchacha...”. En este momento la imagen del globo rosa produciendo el ¡PUM¡ me vino a la mente. “Bueno, después de todo, que significa este mensaje”, pensé. No pude terminar mi decodificación , pues ya era mi turno. Estaba explicando la diferencia que existe entre el diablo con los ojos blanquiazules de Tsvetaeva y el diablo de Gil, cuando los cielos se abrieron y sobre la Tierra calló tremenda lluvia. En unos momentos, después de generar unos cuantos ¡PUM¡, ¡PUM, PUM-PUM¡ el techo de acrílico que no aguantó la gran cantidad de agua acumulada se calló sobre nosotros. Por fin pude interpretar el mensaje.
Terminé de presentar mi análisis en un lugar seco y seguro. Cuando anunciaron el receso, fui a ver el patio. En medio de los restos del techo y sillas tiradas yacía el letrero con mi nombre. Con tinta corrida por la lluvia y pisado por tantos que corríamos en búsqueda de protección, tenía aspecto amargado. “Las huellas del diablo”, pensé y el cielo me respondió con un rugido que hizo caer lo que quedaba del techo.
Hoy, varios días después del incidente, mi mente educada según los últimos alcances del pensamiento posmoderno, me presenta las imágenes de lo sucedido en flashbacks: Eve, de espaldas, con su pelo diabólicamente bello, y el enorme trozo de plástico que alcanza a caer sobre su cabeza; Raquel, incrustada en la pared y con un montón de restos del techo a sus pies; yo, sentada todavía frente al micrófono, en medio de todo este desastre.
Mi ángel protector, no supe interpretar tu mensaje. Pero desde aquel día, sobre mi buró, junto a tu foto está un lápiz y unos cuantos post-its para que la próxima vez me lo pongas por escrito.
¡Eso te pasa por invocar al Diablo! III Encuentro de Escritoras en Puebla
Eve Gil.

Por tercer año consecutivo tuve el honor de ser invitada por las organizadoras del Encuentro Mujeres que Escriben que este 2007 llega a su tercer aniversario gracias al empeño, tezón y amor por la literatura de un grupo de académicas de la Benemérita Universidad de Puebla, lidereadas por Raquel Gutiérrez Estupiñán, especialista en la obra de Luisa Josefina Hernández y ganadora del Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2003.
Tuve la oportunidad de reunirme nuevamente con grandes amigas poblanas, todas ellas escritoras que, aunque no masivamente conocidas, gozan del prestigio y el talento suficientes para llegar a serlo: Beatriz Meyer, Amelia Domínguez, Isabel González y la jovencísima Judith Castañeda Suarí. La novedad de este año, fueron las escritoras Rosa Nissán, invitada de honor y la poeta Lina Zerón que sorprendió gratamente a la audiencia en su faceta como narradora.
La dinámica de este encuentro se sale de lo común pues cada escritora se presenta en compañía de una académica que, tras la lectura del texto, procede a realizar un análisis concienzudo de la obra y a comentar la trayectoria de la autora en turno. Se trata, pues, de un coloquio amistoso entre la crítica académica y las autoras, algo nunca antes visto. La mayoría de la audiencia está constituida por jóvenes preparatorianos y universitarios que muestran un entusiasmo raras veces visto por esta servidora en otros estados de la república.

La ira divina se desata en pleno encuentro.
Llegado mi turno de leer, asistida por Victoria Pérez (que en realidad es rusa pero usa el apellido de su esposo mexicano y es una mujer sumamente sensible a quien agradezco su maravilloso análisis de mi relato), se desató un aguacerazo con tintes diluvianos. Las lecturas se llevaban a cabo en un patio techado de la llamada Casa Amarilla y salvo el problema que representaba tratar de hacerme escuchar en medio de una granizada, nada parecía anunciar algún incidente que pudiera empañar el encuentro. El cuento que leí, inédito, se titula "Alicia o el diablo" y por supuesto hace alusión al personaje del traje colorado y los cuernitos... ¿qué creen que sentí cuando en plena lectura se nos vino encima el techo de plafón, que no pudo resistir el peso del granizo acumulado? Fue necesario evacuar el patio que terminó en zona de desastre. Me resguardé a tiempo de un enorme trozo que de haberme en la cabeza, mínimo, me hubiera descalabrado pero solo rozó mi espalda y me aplastó un pie, aunque una de las maestras, Mary Carmen García Aguilar, a quien se le había asignado la presentación de Rosa Nissán, tuvo que ser llevada al hospital porque la sangre le escurría por entre los dedos de las manos y el antebrazo. La maestra Jiménez y Romano tuvo que desinfectarse una herida en la pantorrilla. Aunque solo hubieron heridos por las esquirlas, nada que lamentar, el susto no nos lo quita nadie. Medio en broma, medio en serio, porque todavía estaba temblando, les dije que nunca más volvería a invocar al demonio en mis cuentos. Tuvimos que mudarnos a una pequeña aula donde Victoria terminó de realizar su análisis público de mi demoniaco texto y Lina Zerón y Rosa Nissán pudieron llevar a cabo conmovedoras lecturas. Me voy de Puebla con la espalda amoratada, la pata más fregada de lo normal, pero llena del cariño de mis viejas amigas, incluidas las académicas María del Carmen Jiménez y Romano y Virginia Hernández Enríquez, así como de dos nuevas: Rosa Nissán y su acompañante, Eufrosina, una alumna suya del taller de autobiografía de quien algún día me permitiré hablar más ampliamente porque esta maravillosa mujer que ni siquiera leyó pues acudió solo a escuchar a su maestra, merece comentarios mucho más extensos.
Los invito a checar fotos exclusivas para este blog de este maravilloso (y endemoniado) encuentro en el Álbum de la Eve & Friends. Por desgracia no alcanzamos a captar imágenes del momento en que cundió el pánico por el desplome del techo.

De cómo Tlaloc se inconformó porque el Diablo fue invocado en su lugar y la división en dos de una lectura.
Judith Castañeda Suarí.

El 23 de mayo se celebró el Tercer Encuentro de Mujeres que Escriben; el escenario, la Casa Amarilla, instalación de la Universidad Autónoma de Puebla ubicada en el Centro Histórico de esta ciudad, bajo un doble techo amarillo, de lona y acrílico. Cada año se teje una atmósfera de amistad: intercambio de correos electrónicos, de libros y comentarios sobre lo que cada quién está escribiendo o planea escribir, comida a las dos, textos con estructuras, atmósferas e historias diferentes, tramadas según la visión de la literatura, las experiencias, las lecturas, la vida.
Esta es la primera vez que se hace en mayo, en plena primavera, el otoño es la costumbre. Estuvieron presentes Isabel González, ganadora de la última edición de concurso de cuento Mujeres en Vida, con sus textos cargados de imágenes eróticas, los cuentos inéditos de Betty Meyer y Eve Gil, Lina Zerón, primeriza, nos hizo reír con varias minicrónicas, Rosa Nissán, una servidora y su “Cerrando puertas” (que suena a canción de Robi Draco Rosa).
Hubo también una invitada que llegó tarde pero a tiempo, que no leyó ningún cuento y tampoco tuvo un espacio en el intercambio de correos electrónicos. Eso sí, recibió su reconocimiento: las carreras, los gritos, una herida. La lluvia, al principio no muy fuerte, dejó terminar una lectura sembrada de pausas a Eve Gil. El Maligno, el Diablo, fue nombrado en más de una ocasión a lo largo de ese divertido texto. Y justo al terminar, como si las palabras se hubieran vestido de invocación y ganado peso, mezcla de vudú y santería, el golpeteo de las gotas redobló esfuerzos hasta acumularse en el techo y romper el acrílico. Al principio fueron tronidos lejanos, difíciles de ubicar; luego, en vez de agua o granizo, llovieron algunos trozos puntiagudos, transparentes. Uno de ellos lesionó a Maricarmen García, una de las organizadoras, quien tendría una intervención en la última lectura. Ese golpe terminó en un viaje al hospital que, esperamos, no haya sido muy largo. Más de una pensó que el agua acumulada caería en pleno, que las bocinas y micrófonos descargarían electricidad en esa cascada, que...
Para mi fortuna estaba en la orilla, unos pasos y mi cabeza quedó fuera del alcance del acrílico. Organizadoras, escritoras y público terminaron debajo de los pasillos del segundo piso, alrededor del patio donde se leía, hasta el momento, sin novedad. Lecturas y asistentes se trasladaron a un salón pequeño, lejos de la zona de desastre en que se convirtió el lugar.
Por mi parte estoy lista para otra lectura en el patio de la casa antigua que es el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Puebla, con todo y granizo y lluvia de acrílico, no importa. Sólo espero estar sentada en la orilla para correr a tiempo.

Wednesday, April 25, 2007

EL ORGASMÓGRAFO

“Adiós mundo cruel” es un lugar común que muchas ocasiones aparece en notas suicidas y frases últimas dichas en la televisión en el cine. Es motivo de hilaridad a fuerza de repetirse, de no cumplir la sentencia. Al mismo tiempo alude a una verdad: el mundo, la mayoría de las veces, es cruel; así lo pensamos al ver la enorme separación entre las clases sociales, entre condiciones de vida –algunos no saben en qué cuenta depositar el último cheque de la mañana, otros no saben si comerán por la noche.
Los cuentos de El orgasmógrafo (Enrique Serna, Plaza & Janés Editores, 2001) recogen esta misma crueldad intectada con humor. Siete narraciones en la que la esperanza se termina una página antes de iniciar el texto. El autor de Amores de segunda mano y El seductor de la patria nos introduce a diferentes atmósferas: la realización de programas televisivos, países africanos, oficinas, ciudades sacadas de un futuro gobernado por un sistema totalitario. Nos presenta a actores de televisión que no saben qué hacer con sus larguísimas vaciones pagadas y terminan atacándose, escritoras que descubren la enorme puesta en escena que significa la obra de los escritores, de los tesoros vivientes, el clásico “en mi boleta sólo hay dieces, muéranse de la envidia” tan despreciado y solitario en las instituciones educativas, la mujer dueña de su cuerpo, el travesti que no lo es, directores de cine venidos a menos.
En los cuentos de Enrique Serna también se percibe una crítica hacia los gobiernos, como en Tesoro viviente, en donde el gobierno de un país somete al pueblo haciendo uso de los escritores, quienes llevan una doble vida: aparecen en público ataviados con trajes étnicos y viven en la zona más exclusiva, tienen los mejores autos, la ropa más cara, mientras en las calles falta el agua y el drenaje. Esto visto a través de una escritora europea que miente para viajar, para salir de Francia.
Otra narración que tiene muy marcada la crítica hacia las clases gobernantes es El orgasmógrafo, que titula el libro. Aquí el sometimiento en cada acto realizado por la población se lleva a su máximo: las autoridades exigen cierto número de orgasmos a la semana y para registrarlos, cada persona tiene un aparato instalado en el cuerpo, un orgasmógrafo. El humor en este caso radica en los diálogos, en las acciones que rodean a la protagonista. En un intento por retratarlos, puedo decir que es como si pusiéramos en un espejo las enseñanzas morales, las calificadas como socialmente correctas, y las transcribiéramos tal y como aparecen en ese mundo al revés:
“–No, papá. soy virgen.
Don Anselmo pasó de la cólera al estupor, como si le hubieran notificado la muerte de un ser querido. Doña Flor se desplomó en la silla, y abiertos los brazos en cruz exclamó con voz quejumbrosa:
–¿En qué me equivoqué, Dios mío? ¿Qué hice yo para merecer esto? Siempre traté de inculcarle el buen ejemplo, desde que era un bebé la enseñé a masturbarse, pero de nada valieron mis sacrificios. ¡Soy un fracaso como madre!”
Laura, el personaje femenino, tiene intervenido su orgasmógrafo porque no quiere que el gobierno sea dueño de su cuerpo. A raíz de esto se desata una persecución, tratamientos psiquiátricos, pronto se convierte en objeto de adoración, en el estandarte de los grupos radicales que están en contra del sistema, pierde la virginidad. El cuento termina con la muerte de Laura y su consecuente aprovechamiento: “Se desconoce la causa del suicidio, pero las autoridades lo atribuyen a la obcecada abstinencia sexual de la transgresora, orígen de un cuadro depresivo que la orilló a quitarse la vida”, con una escena donde una especie de fotocelda recaba la energía de los orgasmos y alimenta a unos androides: la inmortal casta gobernante. Esta escena refleja el sometimiento del que son objeto muchas de las sociedades en la actualidad, la desesperanza en la que vive la gente marginada, las mayorías. El orgasmógrafo es un libro de lectura ágil, lenguaje sencillo, coloquial, a veces aderezado con palabrotas, que hace pensar y reír por momentos.

Tuesday, April 24, 2007

CARMINA BURANA

Many history books concentrate on leaders and describe only the activities of successful politicians, noblemen and clerics. The man in the street is often ignored, not to speak of the marginals, the outcasts who struggle continuosly to survive. Splendid examples of the last category are the medieval wandering scholars and goliards. Whereas the former group consisted of wandering clerics unable to acquire a permanent position in the Church (but enjoying at least its protecction), ther latter represented the real dropouts: the former seminarists who were now in the gutter.
In spite of their bad image however, both wandering clerics and goliards remained educated men and proved their skill in the songs they wrote. The largest and most notorius manuscript containing such poetry is the Codex burana, commissioned by a wealthy patron, perhaps an abbot or a bishop. It was not before 1803 that this early fourteenth-century manuscript popped up in the Bavarian monastery of Benediktbeuern and was taken to Munich. After Benediktbeuern it was called the Codex burana and the songs were baptized the Carmina burana.
The manuscript contains over 200 poems which are assumed to have been sung: several have so-called neumas indicating changes in pitch, while elsewere space has been left for musical notation. Although they also include other genres, the Carmina burana are renowned for the gambling, drinking and love songs and for the parodies of religious songs. Most use the Latin language, although some songs are written in French an German dialects.
In 1934 the German componer Carl Off caught sight of a catalogue recommending an edition of the Carmina burana. He was inmediately impressed by the illumination depicting the goodess Fortuna and started working on the chorus Fortuna imperatrix mundi, which was to frame his “scenic cantata”. It was premiered in 1937 as “secular songs for soloists and choir accompanied by instruments and with magic images”.


Muchos libros de historia están concentrados en los líderes y sólo describen actividades de políticos exitosos, nobles y clérigos. El hombre de la calle es frecuentemente ignorado; no se habla de los marginados, los parias, quienes se esfuerzan contínuamente por sobrevivir. Espléndidos ejemplos de esta última categoría son los eruditos medievales nómadas y los goliardos. Mientras que el primer grupo consistía en clérigos vagabundos, incapaces de obtener una posición permanente en la Iglesia (pero que al menos disfrutaban de su protección), el último representaba a los verdaderos rechazados de la sociedad: los antiguos seminaristas que habían caído a lo más bajo.
Aunque molestos por su mala imagen, ambos, clérigos y goliardos, reflejaron sus vivencias al escribir canciones. El más largo y notorio escrito que contiene semejante poesía es el Codex Burana (auspiciado por un rico benefactor, quizás un abad o un obispo). Su existencia se desconocía hasta antes de 1803. El manuscrito estuvo guardado en un monasterio Bávaro benedictino a principios del siglo XIV y se conserva en Munich. Los benedictinos llamaron Codex burana a los textos bautizados posteriormente como Carmina Burana.
El manuscrito contiene alrededor de 200 poemas, asumidos como canciones: indican cambios en su inclinación, astucia; en cierto modo son la izquierda de la notación musical. Si bien incluyen otros géneros, los Carmina burana son reconocidos por abordar el juego, la bebida, las canciones de amor y por las parodias de textos religiosos. La mayoría hacen uso del latín, aunque algunos fragmentos están escritos en dialectos franceses y germanos.
En 1934, el compositor alemán Carl Off tuvo la visión de un catálogo y recomendó una edición del Carmina burana. La iluminación que representa la diosa Fortuna lo imprimió, e inmediatamente comenzó a trabajar en el coro Fortuna imperatrix mundi, que fue la armadura de su “cantata escénica”. Los Carmina burana se estrenaron en 1937 como “canciones profanas por solistas y coros, acompañados de instrumentos e imágenes mágicas”.

Texto tomado de la contraportada del CD Carmina Burana, Quintessence digital. 1991.
Traducción: Judith Castañeda.

Tuesday, April 03, 2007

JESUCRISTO SUPERESTRELLA.

JESUCRISTO SUPERESTRELLA
Judith castañeda Suarí.

Jesús se trata de un buen pretexto para la creación. Desde hace siglos pintores como Leonardo Da Vinci y El Greco han convertido esa biografía en lienzos, aglutinantes y pigmentos, retratan la Última Cena, Su bautismo y niñez, intentan reflejar la desolación y la muerte con trazos acuosos, manchados de rojo. Él ha sido protagonista de obras excelentes como la del premio Nobel de Literatura portugués José Saramago, El evangelio según Jesucristo, la del poeta libanés Gibrán Jalil Gibrán, y de best sellers de cuestionable calidad literaria y poca verosimilitud. La figura de Jesucristo también aparece en la pantalla cinematográfica, desde las antiguas y tiesas películas mexicanas, tales como El mártir del Calvario, hasta La Pasión de Cristo, pasando por las enormes producciones hollywoodenses de los años cincuenta –Ben–Hur, en una bella toma de espaldas.
Jesucristo Superestrella se estrenó en 1972, en plena época hippie. Es una película musical, basada en un álbum doble de la autoría de Andrew Lloyd Weber (música) y Tim Rice (letras), quienes a finales de los sesenta lo escribieron para representarse en teatro. Causó en su momento gran controversia y en cierta manera sigue haciéndolo, aún se le califica de burla hacia Dios por un sector numeroso de los creyentes católicos.
La cinta presenta a Jesús cantando, un Judas negro, épocas contemporáneas mezcladas con las bíblicas tanto en la ambientación como en el vestuario. Fue filmada en Israel, enteramente en exteriores, incluyendo la Última Cena: las ruinas de Avdat, a dos horas de Beersheba, las cuevas de Beit Guvrin, las orillas del mar Muerto. Se agregaron muy pocos elementos a las locaciones existentes: andamios, vendedores de drogas y armas a las afueras del templo, braseros encendidos contra la noche que cerca las escalinatas en las ruinas del castillo de Herodes. A decir de su director, Norman Jewison, y del actor de teatro Ted Neeley, quien personificó a Jesús, puede considerársele un video musical de hora y media que no intenta ser profundamente religioso. Por ello el Vaticano envió al Osservatore Romano, su periódico vocero en Roma. Norman Jewison les mostró la película en los estudios Pinewood, en Inglaterra; luego una copia viajaba para ser vista por el Papa Pablo VI y él otorgó un apoyo a mi parecer innecesario, Jesucristo no figura entre las marcas registradas.
La música se grabó en los Olympic Studios, con la Sinfónica de Londres y un grupo de rock, bajo la dirección de André Previn. Pero hubo un álbum previo, de portada marrón, del que probablemente se derivaría la obra de teatro, donde sólo Yvonne Elliman y el actor británico Barry Dennen –Poncio Pilatos– figuraban entre los intérpretes. Es la primera película, y hasta el momento creo que la única, que se filma apoyándose en una banda sonora existente. Por lo general sucede de manera simultánea: la música se compone o se busca en función de las necesidades de la cinta y se difunde al público posteriormente.
Los roles principales estuvieron a cargo de los actores y cantantes Carl Anderson (muerto hace unos cuatro años), Ted Neeley e Yvonne Elliman, en cuyas voces se siguen recordando temas como “Sólo quiero decir”, “No sé cómo amarlo” y el tema central, “Superstar”.
Si la tomamos desde la obertura, la película no narra exactamente algo acerca de Jesucristo, sino de un grupo de jóvenes que llegan a representar la ópera–rock en el desierto: la soledad inicial, la música vestida de murmullo, un punto en movimiento, se acerca el camión del que baja el elenco y comienza la actividad, cestos, cascos cromados, la misma cruz en el techo del vehículo. Tiene una atmósfera teatral gracias a la escasa escenografía. En varios fragmentos es como si hubieran filmado en el teatro mientras se representa una obra. Siento que no debería constituir controversia alguna.
Esta originalidad no se le imprimió desde un principio: el autor de las letras, Tim Rice, pensó que el guión no sería mayor problema teniendo las canciones, y escribió uno estilo Ben–Hur. Lo rechazaron y posteriormente fue retomado por el director y por Melvin Bragg, quienes le añadieron el concepto con el que apareció, del que Rice no estaba seguro en aquella época.
A pesar del título, el personaje central es Judas. Cada imagen se filtra a través del lente de sus ojos: la adoración de la que es objeto Jesús, su notoriedad, la expulsión de los mercaderes en el templo. Para él, alguien con dudas incluso en el momento de la traición, Dios no está en el hombre que decidió seguir. La gente lo descubrirá al final y lo dañará, importa más su persona y lo que hace que el mensaje que ha venido a dar. En cierto modo, a través de este enfoque, se le convierte en una estrella, en superstar, a quien la gente sigue, idolatra y eventualmente olvida o ataca cuando se siente decepcionada o traicionada. El título entonces cobra sentido. Jesús en la mirada de Judas. Y la película al final tiene un significado más profundo. La representación concluyó, el elenco se aferra al camión, sube, un vistazo a la lejanía detrás de sus hombros y entra. El atardecer detrás de la cruz. El actor que hizo de Jesús no está, como si en verdad fuera Él, lo hubieran crucificado y esperara al tercer día.
Desde entonces Jesucristo Superestrella se ha representado infinidad de veces. La película continúa siendo exitosa gracias a la fuerza de la música, a las letras y al trabajo de los actores que merecieron nominaciones a premios como los Globos de Oro, pero más que nada gracias a su originalidad. Los compositores, aunados a los guionistas, supieron enfocarse en un punto diferente al abordado por otras películas: las canciones, voces y coreografías magníficas, escenarios nada ostentosos y quizá la intención de acercar al problable espectador a lo espiritual sin la solemnidad de leerle el Nuevo Testamento entero.

Thursday, March 15, 2007

OCHENTA Y CUARENTA.

...Y no es canción de José José. Ochenta de vida y cuarenta de Cien años de soledad. Algo acerca de Gabriel García Márquez publicado en letralia.
Ochenta años de compañía
Dixon Moya.

Ochenta, cumplir ochenta años no es despreciable, así los estadísticos insistan en que la esperanza de vida aumenta, argumento que aleja la esperanza de jubilación para los asalariados. Por ello, es tan envidiable dedicarse a un oficio que no tiene fecha de vencimiento, sin preocupación por la pensión de vejez, profesión a la que no se puede renunciar, el oficio de escribir. Un escritor, el más leído y querido en lengua española de los que siguen vivos, cumple 80 años, pero los números no paran allí, su obra más conocida celebra cuarenta años de haber sido publicada y para colmo de los aniversarios, el mismo narrador conmemora veinticinco de haber obtenido el premio Nobel de Literatura.
Gabriel José de la Concordia nació un 6 de marzo de 1927, muchos lo llaman familiarmente Gabo, como oposición a su extenso apelativo. Gabo es un colombiano universal, creador del universo Macondo, poblado por mujeres y hombres quienes, en la dimensión real, provienen de una zona mágica llamada El Caribe. El autor ha dicho que Cien años de soledad es un vallenato de 400 páginas, en homenaje a esa música de antiguos juglares que iban de pueblo en pueblo llevando noticias, chismes y serenatas. El realismo mágico no es más que la exageración de los cuentos de los abuelos en las noches de Aracataca. El nieto de un viejo coronel e hijo de telegrafista desarrolló la necesidad de comunicar historias, de contar cuentos. Luego vino la época en que un joven conocería el hielo, el frío de Bogotá, una ciudad que para esa época era un lugar gris, con gente seria y aburrida, habitada por abogados y literatos, café y cigarrillo. Quizás por ello el futuro novelista empezó a estudiar derecho en la Universidad Nacional y terminó torcido en los vericuetos de la literatura y el periodismo.
García Márquez es el santo patrono de los periodistas, ha creado talleres y fundaciones para quienes buscan comunicar la noticia, para los que intentan no caer en las trampas que en ocasiones acompañan a una primicia. Algunos de sus colegas no entienden la alergia del escritor a conceder entrevistas, puede interpretarse como un rasgo de su ética profesional, él siempre se ocupó de buscar la noticia, no de protagonizarla. De igual forma, García Márquez es fuente y mecenas de cineastas, fundador de escuelas de cine, muchas de sus historias han sido llevadas a la pantalla. Aunque quizás su mayor contribución al séptimo arte sea su hijo Rodrigo, el director que hace méritos propios con historias profundas en medio de la superficialidad de Hollywood. El broche de oro cinematográfico de este año tan especial será el estreno de la película El amor en los tiempos del cólera, dirigida por el británico Mike Newell, con un impresionante elenco internacional.
Gabriel García Márquez es importante no sólo para el mundo intelectual, es determinante en la vida cotidiana, aquellos que jamás han leído sus libros hablan su lenguaje, se identifican con el “mamagallismo” (tendencia al sarcasmo o la burla), han visto las mariposas amarillas o sentido nostalgia con el olor de la guayaba. El lenguaje coloquial ha consagrado las expresiones “macondiano” o “garciamarquiano” para designar algo fantástico, casi descabellado, verdadero homenaje para la posteridad. Son pocos los reconocimientos para un hombre que nos ha dado, a las estirpes condenadas, ochenta años gratos de buena compañía.
Más en: www.letralia.com

EL PARADISO EN LA OTRA ORILLA

Creo que sería injusto decir simplemente José Lezama Lima. Su obra es una referencia que no se acaba; él podría llamarse Confianza en una memoria excepcional, Biblioteca en una sola persona, Poeta a quien nadie comprende, Buscador de palabras, sin olvidar el despectivo que algunos le adjudicaron: Anaquel con patas.
Su novela Paradiso publicada en 1966, le acarreó fama y atención gracias en parte al polémico capítulo ocho, calificado de pornográfico, y es al igual que su autor, un librero lleno de referencias a la religión católica, a sectas como la de los cátaros, a la cultura griega y a otras, por ejemplo las precolombinas del Nuevo Mundo
La primera alusión a éstas se relaciona con el nombre del protagonista: José Cemí. Tal vez lo formó con la frase: “Soy yo” del idioma francés; pero también cemíes eran los espíritus protectores, los dioses de los taínos, pueblo que vivía en las islas del Caribe al momento de la llegada de Cristobal Colón, cuyos antepasados araucanos provenían de Venezuela. La representación de los cemíes se hacía a través de unas piedras de tres puntas llamadas trigonolitos que se enterraban en los campos de cultivo para obtener buenas cosechas, para que la lluvia y el sol aparecieran cuando mejor conviniera a la agricultura, y para que las mujeres parieran sin dolor. Datos acerca de los taínos fueron recogidos por Fray Ramón Pané en su Relación acerca de las antigüedades de los indios, libro escrito en 1498 en la isla La Española, el primero de documentos como la Historia General de las Cosas de la Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún. Fray Ramón Pané, monje catalán de la orden de los Jerónimos, vivió con caciques taínos desde 1494 y aprendió su lengua al intentar catequizarlos.
En el capítulo nueve de la novela, el de los diálogos sobre la androginia primitiva, donde Foción intenta convencer a Fronesis de que la homosexualidad no es un vicio ni una “maldición de los dioses” porque siente una fuerte atracción hacia él, se menciona un “códice mexicano sobre la creación”, donde aparecen dos figuras probablemente andróginas. Lezama nunca menciona sus nombres, pero podrían tratarse de Tonantzin–Totahzin, quienes forman al dios Ometeotl, divinidad suprema que vive en el decimotercer cielo, concebida como masculina y femenina a la vez, origen del Universo, de los seres y los demás dioses.
El Códice Borgia, pintado en piel de venado, se atribuye a la región cholulteca–mixteca y forma parte del acervo de la Biblioteca Vaticana, donde llegó gracias al legado del cardenal Borgia. En este códice aparece una deidad andrógina, Tonacatecuhtli. Su nombre significa Señor de Nuestra Carne. La dualidad se adivina en su posición: el rostro muestra el perfil, como se representaba a los dioses masculinos, en tanto que el tórax, la cadera al frente y las piernas abiertas, son de las deidades femeninas a punto de dar a luz.
En el capítulo de los sueños hay una referencia a ciertos “procedimientos incaicos, como la reducción que hacen de los cráneos”, frase que Lezama usa para describir un huevo de marfil que parece “luna achicada”. Esta referencia errónea en parte, podría ser consecuencia del exceso de confianza en la memoria, o de la dificultad que para alguien de cien kilos significa recorrer un pasillo largo entre el librero y la habitación donde escribe.
El procedimiento para obtener las tzantzas –cabezas reducidas– era característico de los pueblos shuar o jíbaros, habitantes de la Amazonia en el actual Ecuador. Las cabezas eran una prisión para el muisak, alma vengativa nacida al morir violentamente un guerrero que por lo menos hubiera poseído un alma arutam. La tzantza se pintaba de negro y se cosían labios y párpados; así el muisak quedaría prisionero y en la oscuridad. Se dice que el secreto para la reducción de las cabezas, ahora perdido a fuerza de ocultarlo, residía en las hojas agregadas al agua donde se hervían después de retirarles el cráneo triturado.
Lezama dice “procedimientos incaicos” y en parte puede considerarse cierto, pues en 1450 el Inca Tupac Yupanki atacó a los jíbaros asentados hacia el norte del río Marañon y sometió a un sector del pueblo, mientras el resto se refugió en los brazos anchos de la selva.
En Paradiso se encuentran referencias más actuales como la venta de plata en el estado de Puebla, en México, visitado por José Lezama en la década de los cuarenta, y la idea de la selva siempre delante de nuestros ojos, difundida en Europa gracias a la ambientación que tienen las novelas del boom de la literatura latinoamericana, como Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, o El reino de este mundo, del cubano Alejo Carpentier.
Podríamos correr a la enciclopedia o a la internet a cada minuto, regresar al inicio de un párrafo más de tres veces, intentando comprender al abogado nacido en La Habana; es preferible sumergirse en sus metáforas y símiles, en el constante esfuerzo por no llamar a los objetos, a los lugares, incluso a los seres, por su nombre.

Thursday, February 22, 2007

FELICITACIONES!!!!!!!!!!!!!!

Para Alejandro Badillo Cervantes, miembro honorario y distinguido de la banda menesiana, quien obtuvo una de las becas del FONCA estatal... Esperamos la celebración!!!!!
Y se comprueba que:
1. Alejandro Meneses era un súper maestro, además de súper escritor.
2. La banda, es decir sus alumnos, siguen cosechando y trabajando!!!!!!
Aguardamos esos osos o cervezas, en La Matraca o algún lugar así, Alex!!!!
Y de nuevo muchas felicidades, los dioses de la literatura, ¡al fin!, te han hecho justicia!!!!!!

Friday, February 16, 2007

LA PIEL DE UN ÁNGEL (fragmento)

Estuvo dentro de cada mujer de piernas grises. Aventó zapatillas de plástico, rojas, con el talón descubierto, sin hebilla, botas a la altura del muslo. Se quitó pelucas negras, rizadas. Sus ojos claros saltaron de unos párpados turquesa a otros verde agua, azul ultramar. La busqué en esquinas con olor a margaritas marchitas y perro. Tuvimos vecinos de unas horas por la noche, de madrugada. Siempre los dos. Lo sé porque también fui el mismo: el hombre de cabellos castaños y venda en los ojos, el que pedía habitaciones sin corriente eléctrica ni vista a las escaleras de incendio en el callejón. Quien besó sus pies entre cortinas tan gruesas que la luz se marchaba como un vendedor después de llamar diez veces a una casa sola.
Aparecía ante hoteles de muros sin pintar, debajo de la frase: “Cupo completo” escrita con luces fundidas, aspiraba el perfume de las flores de plástico verde en la recepción hasta sentir mi mano en el hombro. Entonces subíamos. Antes de abrir la puerta le rogaba llamarse Ángela.
–Qué casualidad, ese nombre está en mi fe de bautismo y en el acta de nacimiento–. Unos billetes extra entre los senos.
La detenía antes de que tocara la cortina. Un vistazo a la avenida. Ambulancias más allá de los semáforos en rojo. Arriba, la luna era una hamaca de urdimbre apretada. Ángela se desvestía dándome la espalda. En ocasiones, un espejo delante de ella me regresaba el vello negrísimo entre sus muslos, la redondez en el vientre, el vestido de encaje descendiendo hasta los tobillos. No me gustaba ver cómo la gravedad mordía su pecho. Antes de que se volviera una venda rodeaba mis ojos.
–No te muevas, quiero encontrarte–. Extendía los brazos, apartaba las capas de aire con los dedos. Ella, en silencio, esperaba en algún rincón de la oscuridad. De pronto una lanza amarilla en los ojos, la lámpara encendida, la venda en el suelo y Ángela delante de mí. Un trozo de palabra en los dientes, el otro fuera de aquella prisión. Callábamos. Lo sabía: el ángel había roto su piel, ahora estaba muy lejos, buscando otro cuerpo. Ni siquiera el resplandor de su aureola sobrevivía, sólo una extraña de brazos flácidos y grietas en torno a los ojos.
–Eres un pendejo.
Salía dejando la puerta abierta. Su sombra acariciaba las paredes. La escalera, el tufo a orines a lo largo del pasillo. Quizá corría con el vestido sobre el hombro, una modelo que portaba el traje más transparente y delgado del planeta, a juego con la chaqueta de encaje, caminando sobre una pasarela de concreto estriado. Flashazos desde las dos orillas de la noche. Un maestro de modelaje le exigiría sonrisas y el cuello erguido.
Nunca la seguí. Prefería pegar el oído a los muebles, caminar de puntillas por el baño, cerca del balcón. Quería escuchar el aleteo, encontrarme plumas pegadas a las suelas, ver un resplandor, unos rizos rubios, la blancura de la piel debajo de las pecas. Me sentaba en la orilla de la cama, un suspiro y a la calle, a la tienda, por una botella de vodka. El ángel había volado y no pensaba regresar a la piel vieja. Ni modo, ahora debía empezar de nuevo: los ojos claros estarían en otro rostro, las pecas, las uñas cortas. La encontraría aunque los días tuvieran sólo dos horas.
Fueron incontables búsquedas, los rostros empezaron a repetirse, las pecas no aparecían por ningún lado. Seguro el ángel se había cansado de los mismos cuerpos, de mí, el hombre que le seguía los pasos, de permanecer al otro lado de una venda, como en el juego de la gallina ciega. Recogió sus plumas y cambió de piel.

DE LA AMISTAD

Y un joven pidió: Háblanos de la amistad.
Y él contestó:
Vuestro amigo es la respuesta a vuestras necesidades.
Es el campo que sembráis con amor y cosecháis con agradecimiento.
Él el vuestra casa y vuestro hogar,
acudís a él con vuestra hambre y en busca de paz.

Cuando vuestro amigo revela su pensamiento, vosotros no temáis el “no” en vuestra propia mente ni retengáis el “sí”.
Y cuando él enmudece, vuestro corazón no cesa de escuchar el suyo;
porque, en la amistad, todos los pensamientos, todos los deseos, todas las esperanzas, nacen y se comparten con regocijo y sin alardes.
Cuando os alejéis de vuestro amigo, no sintáis aflicción,
lo que en él más se ama, quizá sea más claro en su ausencia, como la montaña lo es desde la llanura para el montañés.
Y no permitáis que exista interes alguno en la amistad, salvo la compenetración del espíritu.
Porque el amor que no busca sino la revelación de su propio misterio, no es amor, sino red centelleante que sólo al inútil pesca.

Y reservad lo mejor de vosotros para el amigo.
Si ha de conocer el flujo de vuestra marea, dejad que conozca también su reflujo.
No busquéis al amigo para matar las horas con él.
Buscadlo siempre para vivir las horas.
Porque sus horas son para colmar vuestras necesidades, mas no vuestra futilidad.
Y que en la dulzura de la amistad haya sonrisas y comunión de placeres.
Porque en el rocío de las cosas pequeñas, el corazón encuentra el frescor de sus mañanas.


Gibrán Jalil Gibrán, El profeta.

Wednesday, January 10, 2007

LA OTRA CONQUISTA


La película La otra conquista cuenta con actuaciones magistrales, como Damián Delgado, quien interpreta a Topiltzin o Tomás.
La crítica la califica, en ciertos comentarios, como falta de credibilidad y llena de complacencia ante las atrocidades de los conquistadores, tal vez porque los productores estuvieron asociados con Álvaro Domingo, hijo de Plácido Domingo. En mi opinión, la cinta no pretende ser maniqueísta, sólo presentar los actos de los españoles, como la búsqueda de oro y las torturas de que hicieron víctima a los antiguos aztecas, la defensa de Topiltzin por parte de Fray Diego de la Coruña, como un ejemplo de que tal vez existieron personas que no dañaron a los indígenas.
La otra conquista aborda principalmente el sincretismo, la manera en que Topiltzin terminó por creer en la Virgen de Guadalupe, buscando su propio camino hasta la “gran señora de piel blanca”; otro, no el de adorar en secreto a los dioses muertos, ni el que le dictaban los religiosos, los nuevos señores extranjeros. Lo simboliza la escena final, donde le quita la corona a la imagen de la Virgen y se arroja al vacío, abrazado a ella, vestido a la usanza antigua.
Tal vez de mostrar muy marcadamente a los malos, los buenos, los vencedores y los vencidos, se le habría acusado de tendenciosa, de maniqueísta, que creo, hubiera sido peor.
Al buscar esta película en DVD, sin suerte, me encontré con su banda sonora. Vi el disco en una esquina del anaquel; en la portada, el rostro moreno vuelto hacia el haz luminoso que recuerdo pegado en los muros del cine y en los promocionales de televisión. Brinqué como si tuviera a Robi Draco Rosa o a Johnny Depp enfrente.
Lo compré y lo he escuchado casi a diario desde el fin de semana. Encontré acordes, ambientes muy similares a la hermosa y poderosísima música de 1492, La conquista del Paraíso, compuesta por el griego Vangelis para la cinta en ocasión de los quinientos años del Descubrimiento de América –el encontronazo vino después.
El texto que sigue aparece en el interior de la portada del disco, donde se mencionan actores como José Carlos Rodríguez, Elpidia Carrillo y Damián Delgado, y también aparecen fotografías de escenas de la película.
La música, al ser el lenguaje universal por excelencia, le da una dimensión al cine que se vincula íntimamente con la respuesta emocional del espectador. Como punto de partida para los compositores de la música original de La otra conquista, primero musicalicé la película con obras existentes, con lo cual quedó definida la estructura musical e intención dramática de la banda sonora. Por ejemplo, “los últimos viajes” de Fray Diego y Topiltzin, que suceden al principio y al final de la película, respectivamente, se inspiraron en los primeros compases de La pasión según San Juan, de J.S. Bach, por lo que estas escenas se filmaron con dicha música en mente. Luego incluso le pedí a Samuel Zyman que compusiera una versión clásica–contemporánea de esta obra, que resultó en La pasión según Topiltzin, pieza medular de la película que marca el inicio del intento de conversión espiritual de Topiltzin por parte de los españoles.
Para realizar la banda sonora de La otra conquista tuvimos la fortuna de contar con dos compositores mexicanos excepcionales –Samuel Zyman (música sinfónica) y Jorge Reyes (música étnica)– cuyos estilos son muy diferentes entre sí, pero que tienen en común la refinada sensibilidad, fuerza expresiva y poder evocativo que hacen que su música sea tan memorable. Las obras que Zyman y Reyes compusieron, más allá de reforzar o encauzar diferentes situaciones dramáticas, estados sicológicos, giros de trama o imágenes específicas (que por cierto, también lo hacen), son capaces de contar por sí mismas la historia. A excepción de las Pasiones de Bach, Samuel y Jorge fueron reemplazando la música provisional que se había editado (a semejanza de los dioses aztecas que se derribaban para sustituirlos por los nuevos iconos del cristianismo), y de ahí en ocasiones que se sienta subyacente el espíritu universal de la música de Chávez, Fauré, Penderecki, el mismo Bach, etc. Más que ilustrar el siglo XVI, la música de esta película intenta expresar la naturaleza cíclica de la historia con obras que reflejan búsquedas artísticas comunes a civilizaciones que han pasado por procesos de colonialización. Basta escuchar de principio a fin este disco para entender, con la penetración subconsciente y la sinceridad que sólo la música es capaz de generar, el potencial de unión de las dos ricas y complejas culturas que se enfrentaron violentamente durante la conquista española de México en 1521.
La premisa era la de representar dos lenguajes y maneras distintas de entender el mundo, tal como sucede con los idiomas español y nahuatl, pero siendo ambos capaces de sorprender, conmover y entregarse al público a través del idioma universal de la música. Para lograr esto, Andrea Sanderson, la supervisora musical, trabajó de cerca con ambos cmpositores (quienes nunca compartieron el mismo espacio geográfico) para crear el lenguaje musical propio de la película. En el desarrollo de La otra conquista, las respectivas músicas de Zyman y Reyes se unen para convertirse en una poderosa música híbrida que combina elementos sinfónicos y étnicos, incluyendo inolvidables pasajes solistas y orquestales, coros sacros, ritmos corporales y vocalizaciones, instrumentos prehispánicos originales y el discreto uso de sintetizadores. Al combinarse crean un nuevo producto que es mucho más que la simple yuxtaposición de ambas, que es precisamente lo que sucedió con el nacimiento de la nación mexicana.
Con la maestría y belleza interpretativa que lo caracterizan, Plácido Domingo corona este disco al cantar el aria “Mater Aeterna”, que funciona como una especie de coda a la película al celebrar la fusión sincrética de la diosa madre Tonantzin y la Virgen María en una de las principales manifestaciones de la identidad mexicana: la Virgen de Guadalupe.
Para Álvaro Domingo, el productor de La otra conquista, y para mí ha sido una experiencia invaluable y una satisfacción que llevaremos dentro el resto de nuestras vidas el haber emprendido la aventura musical comprendida en este disco, donde se conjugan los talentos extraordinarios de Plácido Domingo, Samuel Zyman, Jorge Reyes, Andrea Sanderson, y la orquesta inglesa Academy of Saint Martin in the Fields con sus estupendos solistas bajo la dirección magistral de David Snell. Creo que la música de La otra conquista representa aquel puente frágil y desconocido que se atrevieron a cruzar Topiltzin y Fray Diego, al final del cual quizá haya un rayo de luz que nos revele que, a pesar de todo, es más lo que nos une como seres humanos que lo que nos separa.

Salvador Carrasco.
Director de La otra conquista.

Thursday, January 04, 2007

LAS DOS HARRIET

Harriet Tumban vivía la costa de Maryland, nació esclava y era una de 10 hijos. Era una mujer pequeña, de rostro ancho y con una pañoleta en la cabeza.
En 1849, decide escaparse guiándose únicamente por la Estrella Polar. El camino era por demás peligroso: patrullas armadas a caballo, sabuesos, letreros que anunciaban las recompensas para todo aquél que atrapara a un esclavo en fuga.
Siguiendo a veces la ruta del ferrocarril, logra llegar a la llamada Línea Mason-Dixon, que dividía el estado de Virginia del de Pennsylvania. El Norte del Sur. Sin un penny (centavo) en el bolsillo, "una extraña en una tierra extraña" -recordaría después Harriet- se propone una misión descabellada: rescatar y conducir hacia Canadá al mayor número posible de esclavos en busca de su libertad.
Nunca perdió un pasajero del llamado Tren Subterráneo, que, ni era tren, ni tampoco subterráneo. Era una ruta clandestina, por donde transitaban estas caravanas organizadas por Harriet, a quien se le conoció con el sobrenombre de Moisés.
Encontró trabajo en Filadelfia y ahorró cada centavo que ganaba. Su libertad no fue suficiente. Regresó al menos en 15 ocasiones al Sur, en busca de pasajeros para su tren, arriesgándose a que la capturaran los cazadores de esclavos. El precio por su cabeza era de 40 mil dólares, cifra enorme para esa época.
Se calcula que fueron más de 300 fugitivos, incluida su propia familia, que logró llevar a la Tierra de Canaan, como se le llamaba a Canadá. Durante el tiempo del Tren Subterráneo -hasta la Guerra Civil- fueron miles los que lograron llegar a los estados norteños y Canadá, pero hubo otros destinos y entre éstos estaba el norte de México -en Coahuila existe actualmente un pueblo con descendientes de esos antiguos esclavos.

Harriet Beecher Stowe ha nacido el 14 de junio de 1811 en Lichtchfield en el Connecticut. A pesar de una formación puritana-su padre era pastor de una congregación por la tradición de Jonathan Edwards y sus seis hermanos deberán seguir esa vía- su vía no es ni pura ni religiosa. La fe protestante juega sin embargo un papel importantísimo en su vida.
Se casa en 1835 con Calvin Stowe, pastor y profesor de literatura bíblica. En 1849, ve morir de cólera su sexto hijo, lo que la sume en un profundo dolor. La ley de 1850, que obligaba a denunciar los esclavos, incluso en los de Estados Libres ya, obligaba todas las personas a venir a denunciarlos a las autoridades, inspirará a Harriet Beecher Stowe un libro entregado por capítulos que empieza a aparecer en 1851, en el "The National Era": La cabaña del tio Tom o la vida de los humildes (Uncle Tom's Cabin). Esta obra provoca contra reveses apasionados que tuvieron una influencia determinante sobre la guerra civil. Traducido en treinta y dos lenguas, se jugó en el teatro hasta 1930. Publica después una segunda parte en 1856: Dred, historia de una gran marisma maldita.
El éxito de Sra. Stowe se debe más la actualidad del tema en esa época que a su forma literaria: el problema de la esclavitud era un tema que dividía profundamente América de aquellos momentos.
Cuentan que mientras millares de vidas se perdían en los campos de batalla de Estados Unidos durante la Guerra de Secesión que entre 1861 y 1865 enfrentó a los estados esclavistas del Sur con los abolicionistas del Norte, el presidente Abraham Lincoln mantuvo una entrevista con la esposa de un predicador llamado Calvin Stowe. Antes de empezar a charlar el político miró risueñamente a la mujer y dijo: «De modo que es usted la mujercita que ha provocado el estallido de esta guerra...». La anécdota, seguramente apócrifa, sirve para indicar sin exageración alguna la fama y el impacto que había provocado en la sociedad norteamericana un libro firmado por la señora en cuestión: Harriet Beecher Stowe. Su título era La cabaña del tío Tom.El éxito fue innegable, pues la aceptación por el público fue masiva, consiguiendo ser uno de los libros mas vendidos en el siglo XIX.
Sin embargo, aquellos años no resultaron fáciles para Harriet Beecher Stowe. La muerte de sus cuatro hijos, la tardanza de Lincoln por proclamar la emancipación de los esclavos en todo el país, y el levantamiento de los nacionalistas del sur, que deseaban conservar sus privilegios sobre la esclavitud. A pesar de ello, la escritora no dejó de trabajar incansablemente. Entre 1862 y 1884 Harriet escribió un libro por año aproximadamente con un éxito más que regular. Después de su muerte, en 1896, vendrían las críticas a La cabaña del tío Tom, en ocasiones muy duras. En primer lugar se censuró su carácter acentuadamente cristiano que llegaba al punto de convertir al tío Tom en mártir que perdona a su asesino. Si tal énfasis había obtenido gran apoyo en 1852, a finales del siglo XIX los personajes y el tono de la novela eran tachados de insoportablemente santurrones.
El libro narra las vicisitudes de un esclavo llamado Tom, quien pasa de unos amos a otros. Además del personaje central (Tom), a su alrededor se mueven otros con sus historias respectivas. Historias realmente conmovedoras llenas de críticas hacia el pensamiento esclavista de la época, con opiniones muy personales de la autora al respecto.
La cabaña del Tio Tom es una obra con estilo coloquio, con enorme fuerza. Es como un púlpito para su autora. En ella la religiosidad es un apoyo constante contra la esclavitud. Una obra que habla acerca de la esclavitud, de cómo eran tratados los negros y de hombres sin escrúpulos que no sentían el más mínimo sentimiento hacia ellos. También contiene religiosidad ya que la mayoría de los personajes se apoyan del cristianismo para sobre llevar todos sus problemas y tristezas.

Thursday, December 28, 2006

EL SANTO DEL PUEBLO (fragmento)

No quiero ir, pero soy su último descandiente. Avanzo. Nadie camina junto a mí, sólo un óvalo negro bajo la mañana. Volteo, las puertas cerradas en ambos lados de la calle. Ni un susurro, los aullidos de los perros. El camino a la iglesia es mucho más largo cada marzo, me jala de los tobillos, provoca tropiezos.La iglesia. El atrio es un montón de sombreros, cabezas pequeñas, trenzas a modo de corona y rebozos descoloridos. Una hilera de ropones delante de la entrada, tan blancos como los claveles, rosas y alcatraces que traen de la ciudad, que miran hacia el altar y los pasillos. No es necesario empujar hombros, los cuerpos se apartan al roce de mi bastón sobre la tierra seca. Desde mi juventud transcurro por el mismo año: los sombreros alzados, las miradas se despeñan, me tocan los pies. Rostros de niños sin bautizar, sonrisas amarillas y negruzcas, incompletas. Voces parecidas a silencios me ruegan por la cosecha, por el hijo enfermo: “Si señala hacia el cielo, si me ve, el sol de mañana calentará a mi niño”. Evito sus ojos, las súplicas son de humo, ni siquiera agitan las hojas de los eucaliptos.De pronto un jalón. El ardor me hace voltear. Un hombre tiene una mecha pequeña, gris, entre los dedos, y la pone en la mano de un espectro de mujer.–Perdone usted, tata, dicen que las reliquias son buen remedio para males incurables.–Mi niña suda gotas como de hielo, habla cuando está sola en el jacal. No pude traerla, ahora tendré que esperar hasta el otro año para bautizarla.Quedo delante de las dos miradas negras un momento, me froto la coronilla y vuelvo a caminar. La iglesia. Llego al altar sin ver la explosión de blancos, vuelta a la derecha, sigue la capilla dedicada al más antiguo de mis abuelos, la banca recién barnizada, sólo para mí. Podría recorrer la ruta aun estando ciego. Un mechón, pienso con la barbilla enterrada en el pecho, antes fue recoger la tierra debajo de mis pasos, rasgarme la camisa y acariciar el bastón; seguro después querrán un ojo o mi último latido.Me siento ante un espejo de madera: mi antepasado cubierto con pliegues blancos y azules, de rodillas, junto al índice levantado de Jesús. La barba rala y los pómulos huesudos de cuando yo era joven. Atrás, el enorme Cristo, mural de plumas. Volteo. Las tres bancas detrás de mí están vacías. Más allá, la gente que colmaba el atrio llena los asientos, el pasillo, se pone de puntitas para ver la imagen de mi abuelo, al sacristán, que toca las baldosas con una rodilla antes de encender las dos velas del altar.La gente le abre paso al nuevo sacerdote, a una fila de mujeres con envoltorios blancos entre los brazos. El hombre sigue hasta el retablo color oro, ellas se reparten en las bancas reservadas. La ceremonia anual del bautismo.El sacerdote es nuevo en el pueblo. Llegó a principios de semana. Su primera ceremonia fue el entierro del viejo padre José. El sacristán mira con el entrecejo fruncido, el hombre de casulla verde levanta los brazos y tropieza a lo largo del sermón tantas veces pronunciado por el padre José. Habla hacia la cúpula de mosaicos turquesa y ultramar, lleno de espacios en blanco, amarillo y negro –ángeles alrededor de la aureola de mi abuelo–. Cierra los ojos, se queda en silencio. Sonrío, de seguro olvidó la siguiente palabra.Esto no va a durar mucho; después de misa, entre bocado y bocado, las mujeres se encargarán de tejer la historia de mi familia, que se limita a la del beato considerado santo. Y el sacerdote joven, de cabellos escasos, me llamará a la sacristía al terminar el desayuno, preguntará si es cierto, si en verdad Jesucristo bajó de entre las plumas para bautizar a mi antiguo pariente, cuántos milagros se le atribuyen y en qué situación está la causa para canonizarlo. Yo asentiré. Y de nuevo perderé mi nombre para ser el último pariente del santo, el tata.

ALEJANDRO BADILLO EN LETRALIA

López alzó la vista para evaluar a través de las ventanas la decoración del bar, los asientos pequeños, de colores tristes, abandonados a la promesa de algún cliente. Una cerveza en la barra acompañaba la soledad de un cenicero libre de colillas. Comprobó una vez más el ligero temblor de la puerta, el letrero rojo de “Open” que se movía como péndulo, indicando la reciente salida de una persona. Haciendo sombra con la mano, aguzó la vista para tratar de distinguir a alguien y, al encontrar asientos vacíos, penumbras al fondo, removidas apenas por la silueta del barman, sintió malestar, como si el bar hubiera estado abarrotado minutos antes y los clientes, prevenidos de su llegada, acabaran tragos con rapidez, pagaran cuentas entre manoteos para salir al mediodía y evaporarse con displicencia en las calles. Pensó en las formas vagas de ese domingo, en la noche que le había regalado un insomnio presentido en los destellos del televisor sobre su rostro, justo al final de la película para desvelados. Asomado en la ventana, había acompañado en silencio los últimos restos de la noche como fantasma, testigo de la claridad que avanzaba sobre el horizonte de techos y antenas, que luego iba a fundirse en la humedad de la madrugada. Resignado, se metió en la regadera con la cabeza pesada y los ojos vueltos rendijas. Se vistió, preparó un café mientras a su alrededor los ruidos provenientes de los otros departamentos echaban a andar el sutil mecanismo de los domingos. Bajó las escaleras. En la esquina compró el periódico. Leyendo el pie de foto de un edificio coronado en llamas, recordó que ese día el Café Bagdad cerraba sus puertas. Se había enterado el viernes por la tarde, cuando en una visita a la farmacia de al lado, vio un cartel en la puerta: “Cerramos el domingo por remodelación”. Las palabras en el periódico perdieron sentido. Inmóvil, en medio de la banqueta, enfrentó la tarea de decidir el rumbo de la mañana. Le pareció absurdo regresar al departamento, no podía hacerlo porque volver ahí significaría ir a la cama en busca del sueño perdido y, al no encontrarlo, completaría sin querer el círculo de la derrota. Compró un sándwich para burlar el hambre y vagó por el centro de la ciudad. Rodeado de edificios antiguos, abandonó la idea de una ruta precisa y caminó confiado a la sorpresa de una esquina inesperada, echar la suerte a callejones deshabitados, jugar a seguir los pasos de alguna persona. Así, encontró varias tortugas amontonadas en una tienda de mascotas, dejó que un ave amaestrada le revelara el futuro y finalmente —más por inercia del recorrido que por un interés genuino— fue a unirse al escaso público de un mago ambulante. Más tarde, sentado en el parque a donde su madre lo llevaba cuando era niño, se sintió extraño ante la gente que lo veía columpiar los pies, como si de esa forma buscara una alternativa a su vida en el departamento. Observó las puntas polvosas de sus zapatos: había agotado las sorpresas del día y era hora de regresar al departamento. Fue en el camino de vuelta, cuando esperaba junto a una línea de gente el rojo del semáforo, que reparó en ese bar pequeño, con apariencia de haber sido metido a fuerza entre la enorme zapatería y la tienda de electrodomésticos. Pasaba por esa calle todos los días y le sorprendió darse cuenta de que el bar había estado siempre ahí, de que víctima de su propia cotidianeidad se había estado disolviendo en su mirada hasta volverse invisible. Estuvo indeciso frente al “Bar 10”. El letrero de “open” —ya inmóvil— esperaba cualquier empujón para volver a su vaivén.
Para leer más de este excelente cuento: www.letralia.com
Un saludo a todos, y que el Año Nuevo nos traiga mucha inspiración, lecturas, cuentos, cerveza, y lo que quiera cada quien!!!!!

Monday, December 18, 2006

FANTASMAS DE NAVIDAD

El primero te visita. Arranca las sábanas, cobijo de tu piel de hielo, y obliga a mirar desde la ventana helada. Tu aliento redobla la nieve, segundo cristal. Las imágenes llegan desdibujadas, atraviesan el hielo líquido que escurre de tus ojos. Mira, la orden apoyada en un dedo largo, da raíz sin alimento. Una boca muda ha depositado tu próxima acción sin agitar la lengua. Obedeces. Dentro, un árbol de telarañas plateadas y ramas vencidas por un peso de esferas de hilo, donde no se refleja ni la campana más próxima. Camas sin pliegues, extendidas en el gris de los muros, y cajas de aire junto al tronco sin savia, sin corteza. Apartas los ojos como si asistieras a la copulación entre dos equinos; no quieres ver las sombras que se arrastran por la habitación blanquísima. Finges no conocer el ruido de sus pies al caminar. La voz de ese ser de savia podrida te guía sin que la escuches. Caminas sobre calendarios sin hojas hasta el lugar donde los pinos huelen y abrazan cajas de moños dorados y azules, donde más figuras cruzan delante de ti, detrás, a un lado, a través de tu pecho, sin hacer caso de tus latidos a medio fuego, de que tienes sombra y respiras.
De pronto el ser de savia se convierte en uno de cera derritiéndose, los mechones en su cabeza arden sin ennegrecer. Las mismas guirnaldas de pino, el mismo olor a flores rojas, deshojándose eternamente, una mano que las recoge. Arrancas cada adorno, te vuelves, gritas sin voz. Un bulto dentro de la garganta, la respiración es ornamental. Tu corazón está silencioso. Solo. Alguien fue aliviado de la carga que significa el tiempo, el arrastrar los pasos, el levantar un dedo, la mano para saludarte, el depositar un beso antes de decir adiós, por la madrugada. El cuerpo de cera sólo posee la voz de las gotas recorriendo su cuerpo. Con la podredumbre se fue su facultad de ordenar, de hablarte. Únicamente alarga la mano y te lleva ante otra habitación, tan vacía como la que acaban de abandonar. Eres un trozo de cera, él te ha contagiado de ese derretirse sin desaparecer. Ahora la orden sale de tus propios labios. Los cierras, los dientes son barrotes. La palabra se escurre. Mira. Quien te dio esa instrucción no existe, no lo reconoces. Un tirón, arrancas el brazo entero. Es un hilacho desmadejado a tus pies. Se convierte en raíz, se enreda para penetrar tu piel antes de alcanzar tus hombros. No miras. Lo sabes. La misma habitación desierta, las mismas sombras deambulando por el gris de las paredes, los pinos marchitos y las esferas opacas. Hielo con sabor a duraznos podridos. Aunque eres libre de órdenes no hay razón alguna para celebrar.

Friday, December 15, 2006

ALEJO CARPENTIER

Carpentier, como él mismo se considera, era un hombre de su tiempo. Decidió abordar la realidad americana descubriendo en todo su fantástica existencia la majestuosidad de un continente donde lo maravilloso podría encontrarse a cada paso, desde la incontenible Haití, hasta el Gran Río (Orinoco), incluyendo, por supuesto, toda la riqueza expresiva de Cuba y el Caribe, escenarios principales de sus novelas.Escritor universal, proporcionó con su apropiación de América, a través de lo real maravilloso y su escritura barroca, una nueva línea creadora que lo hacen trascender en su narrativa, indicando nuevos caminos en la novela latinoamericana. Periodista, músicólogo, crítico de arte, permitió una comunicación entre el Viejo Continente y América en materia de cultura. Nace el 26 de diciembre de 1904 en la calle Maloja, La Habana. Su padre, Jorge Julián Carpentier, francés, arquitecto; su madre, Lina Vamont, profesora de Idiomas, de origen ruso. Desde muy pequeño tiene inclinaciones hacia la música. Sus primeros años lo pasa en una finca en las afueras de la ciudad. En 1917 ingresa en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y estudia teoría musical. Ya en 1921 preparó su entrada en la escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, aunque abandona los estudios con posterioridad. Su vinculación al periodismo comienza en 1922 en La Discusión, una carrera que lo va a acompañar por el resto de su vida. Integra el Grupo Minorista en 1923 y forma parte de la Protesta de los Trece. Es en 1927 firma el Manifiesto Minorista y en julio de este mismo año sufre prisión por siete meses, acusado de comunista. Protagoniza en 1928 una sorprendente fuga a Francia con pasaporte del poeta francés Robert Denos. En Francia trabaja como periodista, colabora con importantes publicaciones y es el momento en que decide estudiar a profundidad América, hecho que le toma ocho años de su vida. Escribe libretos para ballet. Comienza su trabajo en la radio en Poste Parisien, la estación más importante de la época en París. Publica en Madrid su primera novela ¡Écue-Yamba-O! De 1933 a 1939 dirige los estudios Foniric. En 1939 regresa a Cuba y produce y dirige programas radiales hasta 1945. En 1942 es seleccionado el autor dramático del año por la Agrupación de la Crónica Radial Impresa. Viaja a Haití con su esposa Lilia Esteban y Louis Jover; fue un viaje de descubrimiento del mundo americano, de lo que llamó lo real maravilloso. Después de su viaje a México en 1944 realiza importantes investigaciones musicales. Publica La música en Cuba en México (1945). 1949 es el año en que publica en México El reino de este mundo. Inicia el 1ro. de junio en El Nacional de Caracas la sección Letra y Solfa que se mantendrá hasta 1961. Se imprime en México Los pasos perdidos (1953), para muchos su obra consagratoria. Con este libro gana el premio al mejor libro extranjero, otorgado por los mejores críticos literarios de París. En Buenos Aires se edita El acoso (1956). Publica en 1958 Guerra del tiempo. Regresa a Cuba en 1959 para manifestar su eterno compromiso con La Revolución Cubana. Es nombrado Subdirector de Cultura del Gobierno Revolucionario de Cuba (1960). El siglo de las luces ve la luz en México en 1962. Es designado ministro consejero de la Embajada de Cuba en París. Publica en París Literatura y conciencia política en América Latina que incluye los ensayos de Tientos y diferencias con excepción de «La ciudad de las columnas».En 1972 se edita en Barcelona El derecho de asilo. Concierto barroco y El recurso del método son publicados en México en 1974. Es en este mismo año que recibe un extenso homenaje en Cuba por su setenta aniversario. Recibe el título de Doctor Honoris Causa en Lengua y Literatura hispánicas, otorgado por la Universidad de La Habana el 3 de enero de 1975. Se le confiere el Premio Mundial Cino del Duca y su retribución monetaria la dona al Partido Comunista de Cuba. En 1976 le es conferida la más alta distinción que concede el Consejo Directivo de la Sociedad de Estudios Españoles e Hispanoamericanos de la Universidad de Kansas, el título de Honorary Fellow. Es electo diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba. En 1978 la más alta distinción literaria de España, el Premio Miguel de Cervantes y Saavedra, es recibida por Carpentier de manos del rey Juan Carlos. Dona al Partido Comunista la retribución material del premio.La Editorial Siglo XXI publica La consagración de la primavera en 1979. El arpa y la sombra se edita en México, España y Argentina.Recibe el Premio Medicis Extranjero por El arpa y la sombra. Es el más alto reconocimiento con que premia Francia a escritores extranjeros.Fallece en París el 24 de abril de 1980.

Thursday, December 14, 2006

TERCER ALMA (fragmento)

Entonces fui el varón que mi padre quería como primer hijo. No me arrodillé ni tiré orquídeas junto a la caída de agua. Esperé la muerte del día bajo el golpe de la cascada, sin comer, desnuda, adormecida por el crujir de la ayahuasca entre los dientes.
Mis ojos avanzaron hasta perderse entre los arbustos. Y descubrí al poseedor de los rugidos que los mantenían de par en par. Dos jaguares blanco y azul. Las garras eran astillas de luna; la piel, un lago donde se asomaban las estrellas. Los cuerpos más cercanos con cada nuevo rugido. Pude ver cómo el más pequeño hundía la pata en el costado del mayor, cómo brotaban lamentos y polvo índigo de la herida.
Al principio pensé huir, pero me acerqué y lo acaricié. Su lengua raspó mis mejillas. El otro jaguar saltó sobre mí. Entonces la brisa los metió en mis dedos. Vi a mi padre a través de sus ojos amarillos. Sus cabellos se teñían de negro. El itipi de cada día atado a la cintura. Sonrió. Un dardo que luego depositó en mi mano partió sus labios en dos. Entró en mi pecho antes de poder responder a su sonrisa. Un nuevo templo le pertenecía.
Regresé a la aldea contando los pasos. Miré mis huellas, no habían aumentado de tamaño. Tampoco tenía dos sombras. Antes de llegar a la choza, mi madre me dio un abrazo. Nunca vuelvas a irte, dijo y se metió como si escuchara la voz de papá. Yo detrás de ella. Arrojó un leño a la fogata. Afuera, gritos, aullidos exigiendo la cabeza de un guerrero, un kakaram.
Salí. Le cerré el paso a los hombres.
–Quiero ir–. Vieron la pequeñez de mis puños, el cielo asomado al techo de hojas enormes, sus rostros con líneas negras; nunca la mirada delante de ellos. La de una mujer. Silencio, debí repetir mi petición.
–No hables con la voz de un kakaram–. Desviaron su avance y se alejaron sin voltear, con la cabeza baja.

Wednesday, November 22, 2006

PRESENTACIÓN DE LIBRO

Presentación del libro
La distancia hasta el espejo
Judith Castañeda Suarí


Premio Nacional de Literatura Joven
Salvador Gallardo Dávalos 2005
Categoría: Narrativa.


Presentan:
José Prats Sariol
Alejandro Badillo
Sergio Rosas


Sábado 25 de noviembre
Profética. Casa de lectura.
3 Sur # 701. Centro
18:00 Hrs.

Tuesday, November 07, 2006

FELICITACIONES

Desde aquí quiero felicitar a un integrante distinguido de la banda menesiana, uno de los escritores jóvenes más talentosos que conozco. Alejandro Badillo, ¡¡¡felicidades por la mención en el concurso de Cuento Fantástico y de Ciencia Ficción!!! La literatura comienza a hacerte justicia, mi estimado... Muchas felicidades, de nuevo. Este es el principio de los muchos premios que seguramente vienen para ti.
Esperamos la correspondiente borrachera -que en mi caso, se construirá con sidral, coca, sprite (marcas registradas) o una de esas "bebidas espirituosas" (je)

Monday, November 06, 2006

CONTESTACIÓN


Sí fue cierto, el jade se astilló, las plumas giran en aires extraños a tus pulmones, el copal se eleva hasta nubes que nunca habías visto. Piernas corren, brazos empujan los hilos azules al cielo, bocas resoplan en cuernos marinos, encerrados entre edificios rectos, blancos, de balcones, lonas plásticas y vidrio, rodeados de cajas que llevan la voz al otro lado de la montaña y encierran un instante del movimiento, de gente que no sabe a cuál punto cardinal se dirigen primero, que no entiende sus palabras.
La flor se marchitó en la tierra hace mucho; ahora está muerta, ahora es una copia de la que fue, ahora no tiene raíces ni necesita de agua. Y sin embargo sigue de pie. El oro está destruido, hasta los dioses han despertado. Lo sabías, poeta, rey, no seremos para siempre en la tierra. El sueño no se alarga eternamente. Un día este tiempo también despertará, como despertó el pasado.

Wednesday, November 01, 2006

DÍA DE MUERTOS EN MÉXICO


Tanto para los prehispánicos, como en la cristiandad, la muerte es sólo un paso para llegar a otro mundo –al Paraíso, al temido Infierno, en el caso de los católicos, al Mictlan, el lugar azteca de los muertos, el reino del Señor de Trono de Huesos.
El destino del hombre puede seguir diferentes senderos pero siempre terminará en el punto de la muerte. El momento está rodeado de bruma sólida y negra. No es posible regresar de ella, tampoco echar una ojeada; por eso se le teme tanto. En México se acostumbra burlarse un poco de ella, y hay un día señalado.
La celebración mexicana de Muertos, el día 2 de noviembre, está catalogada como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Dentro de las festividades está la colocación de ofrendas a los difuntos con objetos personales, comida que les agradara, botellas de licor, calaveras de azúcar, pan en forma de huesos tendidos en un círculo, fotografías, velas, papel picado, cruces y copal.
Esta tradición se ha fundido irremediablemente con la religión católica impuesta por los conquistadores, pero su raíz es prehispánica.
La fiesta de muertos, se celebraba al inicio de las cosechas. Era el primer banquete después de la época de escasez, e incluso se convidaba a los muertos. Otro posible origen está en las ofrendas dadas a un muerto en el instante de su funeral. Mantas de algodón, esclavos sacrificados en la pira funeraria, para continuar su servicio en la otra vida, en el “lugar sin puertas ni ventanas”, diría Salvador de Madariaga en su obra, comida, el xoitzcuintli, perro que ayuda al alma a cruzar las aguas del río Chiconahuapan, eran los presentes otorgados a emperadores, a los señores principales y a sus mujeres y parientes. Unos días después del entierro se realizaba una segunda ofrenda: más esclavos, copal, mantas y comida, pues tal vez la anterior estuviera por terminarse.
Esta tradición la recoge el historiador español Salvador de Madariaga (1886-1978) en su novela de corte histórico El corazón de piedra verde, donde nos presenta muchas de las tradiciones del pueblo azteca, retrata los sacrificios humanos, cuya finalidad era dar fuerza a los dioses por medio de su sangre, retribuirles la vida que corría a través de su corazón, y donde también hace un contraste entre las culturas chocantes –un poco tendencioso, dicho sea de paso, por la nacionalidad del autor. La visión de un vencido difiere bastante.
En la actualidad, las celebraciones se hacen en el panteón, sentados en la cripta del abuelo, del padre, de los hijos, se come con ellos, se reza, se limpia la lápida, el altar se coloca en casa. Las ceremonias más famosas mundialmente son las que se llevan a cabo en Patzcuaro, Michoacán, en el pueblo de Mixquic, en el Estado de México.
Las letras también hacen referencia a la muerte, además de las famosas calaveras, antiguamente llamadas panteones. Desde épocas prehispánicas, poetas se refieren al hombre como un ser temporal, un ejemplo, Netzahualcoyotl (1391-1472), el rey poeta:
Somos mortales,
todos habremos de irnos,
todos habremos de morir en la tierra…
Como una pintura,
todos nos iremos borrando.
Como una flor,
nos iremos secando
aquí sobre la tierra…
Meditadlo, señores águilas y tigres,
aunque fuerais de jade,
aunque fuerais de oro,
también allá iréis
al lugar de los descansos.
Tendremos que despertar,
nadie habrá de quedar.
Otra vertiente literaria del Día de Muertos son las famosas calaveras, que se empezaron a realizar a finales del siglo XIX, y permitían burlarse de los políticos –que desde siempre han sido una lacra, ni hablar–. Muchas eran anónimas, las más aventadas. Muchas eran incautadas y quemadas por las autoridades. Pasada la Revolución, las calaveras se centraron en artistas, literatos, periodistas, por ejemplo, el muralista Diego Rivera. Las calaveras se acompañaron de grabados, como los del mexicano José Guadalupe Posada, creador de la famosa Calavera Catrina. Los textos se repartían en papeles dados de mano, en periódicos.
Y bueno, hoy, aludiendo a este aspecto de la tradición, y de paseo por el Centro Histórico de la capital poblana, viendo ofrendas dedicadas a las culturas indígenas en desaparición al Papa, a Benito Juárez, algunas con más detalles prehispánicos que otras, veo que regresaron las calaveras puestas en hojas y repartidas a la gente con el título: Calaveras peligrosas, renegadas y rijosas. Están, por supuesto, dedicadas a la finísima persona que es nuestro honorable presidente saliente, Vicentito Fox y su muy querida Martita… (fuchi!). Aquí una probada:
En este sexenio gacho
en que prometió de tocho
ya no queda ni un hilacho,
ni tele changarro y vocho…

“–Tu castigo,pues, Vicente,
será implacable y sin fin:
te condeno, eternamente,
a ser gobernado por ti…”
(Creo que esto es un signo de que la represión está regresando a posarse sobre el pueblo, de nuevo).

ALTAR

Sin flores,
sin velas ni papel naranja.
Sin el segundo aprisionado en un papel,
detrás del vidrio.
Sin dulces,
sin vino, sin agua,
sin un rectángulo pegado a cenizas,
nota que dice: “Te extraño”,
“Quiero que regreses”.

Sólo lágrimas;
el altar dentro de mi pecho.
Tus mejillas sembradas en el recuerdo
y tu mano tocándome.

Sólo tú;
transparente,
aliento sin boca.

Escucho el eco de tus pasos
a un lado del bastón,
tus huellas junto a mis pies.

Mi cara no es la misma;
preguntas por aquella sonrisa.
Se ha refugiado en otros labios
–no importa si vecinos, si fuera del mundo.

La sonrisa encontrará el camino de regreso
si quieres quedarte,
si vuelves a cobijarme
–contesto a las palabras del aire,
respuesta que se tiende sobre la mesa,
que sostiene mi ofrenda.