Sin flores,
sin velas ni papel naranja.
Sin el segundo aprisionado en un papel,
detrás del vidrio.
Sin dulces,
sin vino, sin agua,
sin un rectángulo pegado a cenizas,
nota que dice: “Te extraño”,
“Quiero que regreses”.
Sólo lágrimas;
el altar dentro de mi pecho.
Tus mejillas sembradas en el recuerdo
y tu mano tocándome.
Sólo tú;
transparente,
aliento sin boca.
Escucho el eco de tus pasos
a un lado del bastón,
tus huellas junto a mis pies.
Mi cara no es la misma;
preguntas por aquella sonrisa.
Se ha refugiado en otros labios
–no importa si vecinos, si fuera del mundo.
La sonrisa encontrará el camino de regreso
si quieres quedarte,
si vuelves a cobijarme
–contesto a las palabras del aire,
respuesta que se tiende sobre la mesa,
que sostiene mi ofrenda.
sin velas ni papel naranja.
Sin el segundo aprisionado en un papel,
detrás del vidrio.
Sin dulces,
sin vino, sin agua,
sin un rectángulo pegado a cenizas,
nota que dice: “Te extraño”,
“Quiero que regreses”.
Sólo lágrimas;
el altar dentro de mi pecho.
Tus mejillas sembradas en el recuerdo
y tu mano tocándome.
Sólo tú;
transparente,
aliento sin boca.
Escucho el eco de tus pasos
a un lado del bastón,
tus huellas junto a mis pies.
Mi cara no es la misma;
preguntas por aquella sonrisa.
Se ha refugiado en otros labios
–no importa si vecinos, si fuera del mundo.
La sonrisa encontrará el camino de regreso
si quieres quedarte,
si vuelves a cobijarme
–contesto a las palabras del aire,
respuesta que se tiende sobre la mesa,
que sostiene mi ofrenda.
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