Monday, May 29, 2006

FÚTBOL Y LITERATURA


Comenzó desde antes de la conferencia de prensa y la premiación. La película proyactada en el autobús es un aspecto de la crónica. “Melinda y Melinda”, del director Woody Allen. La trama, una plática de dramaturgos en un restaurant –el drama es la vida real, la gente quiere ver comedia para olvidar sus problemas, no quiere algo que se los recuerde–. Nada más. Dentro de ella, una historia que puede tratarse como drama o comedia, sólo acomodando sus aspectos de diferente manera, abordándola desde diversos puntos de vista. El resultado son tres filmes en uno. La cena. Melinda, una mujer a quien separaron de sus hijos, que llega a casa de unos amigos sin avisar. Otra Melinda que también llega sin previo aviso en medio de una cena. A ambas les presentan a un hombre; las dos se enamoran. En el primer caso, de un pianista negro que conoce en la reunión –su amiga, con quien se hospeda, se enamorará también de él. Al final, Melinda intentará el suicidio frente a una ventana–. En la comedia, el esposo de su amiga siente celos del hombre que le presentaron a Melinda. Termina separándose y teniendo un romance con ella.
La película, como preámbulo de la conferencia de prensa en el Goethe Institut–Mexiko, nos dice las variaciones que puede tener una historia según el enfoque al abordarla. Un tema como el fútbol también tiene miles de aristas, pude comprobarlo en los trabajos ganadores del concurso Futbol y Literatura, categorías cuento corto y poesía, convocado por el Goethe Institut.
En la conferencia de prensa, además de efectuarse la premiación del concurso, se dio a conocer la página web www.goethe.de/gol donde se mencionan las diferentes actividades culturales a efectuarse dentro del marco del mundial de fútbol, Alemania 2006, así como los trabajos premiados en el concurso literario y los miembros del jurado (Luis Miguel Aguilar, Hernán Bravo, Antonio Deltoro, Eduardo Hurtado, José María Pérez Gay y Juan Villoro).
También se presentó la nueva imagen de la camioneta institucional, obtenida, como en el caso anterior, de un concurso dirigido a diseñadores residentes en la ciudad de México, con el tema central, por supuesto, del mundial de Alemania y el lema: “Mete un gol con el Goethe. Aprende alemán”. Como respuesta a dicha convocatoria, se recibieron proyectos que a la larga se convirtieron en la imagen adoptada para todos los eventos del instituto dentro del marco del mundial.
Se realizarán exposiciones fotográficas y de carteles editados por la FIFA, así como un ciclo de cine.
La exposición fotográfica “Planeta fútbol” se presenta en diversos países, y las imágenes, provenientes de la agencia fotográfica MAGNUM PHOTOS, fundada en tiempos de la guerra civil española, muestran aspectos del balompié desde diversos enfoques.
En México se presentará de 25 de mayo al 3 de junio en el Centro de Estudios Integrales de la Imagen, del 9 de junio al 9 de julio en el Goethe Institut–Mexiko –Tonalá 43, colonia Roma, entre las calles de Durango y Colima–, y en la segunda quincena de julio en la Universidad Tecnológica, campus Sur.
El ciclio de cine se presentará en la Cineteca Nacional del 23 al 31 de mayo, del 8 al 22 de junio en el Parque México, a finales de junio en el Pasagüero, a partir de la segunda semana de julio en la Biblioteca de México y en la Biblioteca José Vasconcelos, en el mes de agosto en la Universidad Tecnológica, campus Sur.
El Goethe–Institut compiló películas en formato DVD, 12 largometrajes y documentales, y 44 cortometrajes –que incluyen dos producciones mexicanas–. Cada filme presenta historias en torno al fútbol: el espíritu de equipo, la competencia, victorias y derrotas. Las narraciones están inmersas en diferentes ambientes, como las calles de Honduras, chicas turcas en Berlín o poblados de África.
En la exposición de carteles editados por la FIFA, titulada Art Poster 2006 World Cup Germany, participan artistas de los seis países pertenecientes a la Federación Internacional de Fútbol.
Los pósters serán exhibidos durante el mes de mayo en la estación del metro San Lázaro, los viernes 26 de mayo y 2 de junio en el programa “Suave es la noche”, a las 21:00 hrs., canal 22; del 3 al 20 de julio en la Biblioteca José Vasconcelos y en agosto en la Universidad Tecnológica, campus Sur.

Detrás de la premiación
Llegué una hora antes. Un café y la mirada de “entiendo perfectamente el alemán” en el televisor, en programas sin subtítulos donde se presentan las impecables canchas, los estadios imponentes para este mundial. Allí conocí a Pastor Covián, ganador del primer lugar de la categoría de poesía con sus Cinco sonetos futboleros. Me llamó mucho la atención, pues en estos tiempos los poemas, o al menos la gran mayoría de ellos, ignoran las antiguas métricas, las rimas, tienen nuevas estructuras.
Antes de la conferencia de prensa, estando en el auditorio donde se efectuaría, empezaron las entrevistas ante una cámara y un micrófono –en cuanto vi a Pastor, mis manos se convirtieron en hormigueros, me llegaría el turno de pasar al banquillo–. Se retrasó un poco y los asistentes se acercaron a una mesa: agua, croissants, servilletas, refrescos... Lucia Mitter, ganadora del segundo lugar de la categoría de cuento corto, platicaba con Esteban Illades, el tercer lugar de la misma categoría.
Al fin conocía a la profesora de alemán en el German Centre de México, nacida en Austria y colaboradora de periódicos y revistas de ese país, quien me sorprendió gratamente con su texto La carreola, el fútbol mirado desde la perspectiva de un hombre que hace referencia a una amiga muerta, una aficionada diferente, que suena extraña al principio. El cuento sorprende con el final: la causa de su comportamiento, de llevar un balón de fútbol dentro de una carreola. Después vinieron otras entrevistas, esta vez sin cámaras –¡¡¡fiu!!!– y la cacería de los autógrafos de los autores. Sólo Lucia y Pastor, quien como yo, iba acompañado por su familia. Se me perdió el segundo lugar de poesía, Óscar de Pablo Hammeken, ganador del Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, en 2004, por el libro Los endemoniados, y del primer premio de Poetas Jóvenes de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en el 2005, con Sonata para manos sucias, ahora en prensa.
En la misma página de internet pueden leerse todos los trabajos premiados, pues la revista Nexos únicamente publicó primer y segundo lugar de cada categoría.

Narrativa
Como en Melinda y Melinda, el fútbol se abordó desde puntos de vista diversos, con un elemento común: el juego, el mundial, las canchas.
En Las manos en la espalda se presenta la presión de Mussolini hacia la selección italiana en el segundo mundial, Italia 1934. Al final ellos resultarían vencedores. Tercera persona, presente histórico.
El cuento refleja el manipuleo que en muchas ocasiones hace la política con el deporte. Y no es privativo de un gobierno o de una época. En la actualidad, más de un candidato a la presidencia se colgó del título obtenido por la Selección nacional en el Mundial Sub’17 (“Yo soy como los seleccionados sub’17, los otros contendientes, son la selecicón de los penalties”), incluido al equipo nacional en sus discursos (“Ustedes regresarán campeones del mundo y yo los recibiré en Los Pinos, como Presidente de la República”), o como el candidato a diputado por el 9º distrito de Puebla, Emilio Maurer, directivo del equipo Puebla F.C. de la Primera División A, quien en sus mensajes aparece junto a la portería, a un balón de fútbol, en el Estadio Cuauhtémoc de la ciudad de Puebla. Son estrategias, pero debían apoyarse más en sus propuestas.
La carreola, en palabras de la autora, es un texto que tiene inmerso un caso conocido por ella combinado con ficción. La atmósfera que rodea a los aficionados, el entusiasmo al tener una fotografía del jugador favorito. Está narrado en primera persona, y el personaje se refiere en segunda a un tiempo pasado, a una amiga, la gran aficionada de la selección alemana. El aspecto que brinca: un balón dentro de una carreola llevada por alguien de catorce años. Se sorprenderán con el final.
En La coincidencia es lógica, de la autoría de Esteban Illades, el narrador, en primera persona, se lamenta de no poder jugar fútbol como estrella ni de poder escribir un best-seller, pues (con sentido del humor), se da cuenta de que es un ser humano común y corriente.
Los ganadores de las dos menciones Francisco Javier Valenzuela Martínez y Daniel Esparza Hernández, con los textos Fuera de lugar y El gran juego, primera y segunda mención respectivamente, de igual forma abordan el balón por otros ángulos. En el primer cuento se hace patente la aversión de una mujer hacia el empleo del marido: comentarista de fútbol, próximo a viajar al mundial. Tiene un final sorpresivo, aunque la mujer a la que le gustan las novelas y odia el fútbol me parece que está quedándose atrás. En mi opinión, el llamado “juego del hombre” cada vez atrae más público femenino.
En el último texto, el narrador, en primera persona, recuerda al padre muerto, separado desde mucho antes de su esposa, con el que en ocasiones jugaba fútbol. Él vive una experiencia paralela, pues también se ha separado de su hijo. Al final decide no regresar a trabajar y llevar a su hijo “a pelotear”. Tal vez tendrían el mejor juego de su vida.

Poesía
En esta categoría no hubo menciones honoríficas. Primer lugar, Cinco sonetos futboleros de Pastor Covián Andrade –aficionado al fútbol desde la década de los sesentas, redactor en diversas editoriales y traductor, poeta sin obra publicada–, quien me sorprendió, pues los sonetos casi no se escriben. Mayormente son versos que ignoran las viejas reglas, la métrica y rima. Recordé las palabras de José Prats, en referencia a lo que sería trasgresor en estos tiempos. Tiene razón, lo serían textos que siguieran las reglas impuestas desde hace siglos.
Óscar de Pablo Hammeken fue el ganador del segundo lugar con Épica y derrota (petrarquista tercera) y Luis Jorge Boone el tercer lugar con el poema Balón fantasma. Óscar de Pablo nació en 1979, estudió ciencias políticas en la UNAM. En dos ocasiones ha sido becario de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía, en tanto que Luis Jorge es autor de los libros de poemas Legión (2003), Galería de armas rotas (2004) y Material de ciegos (2005; Premio Nacional de Poesía Joven Salvador Gallardo Dávalos 2004). Ha colaborado en las revistas Letras libres, Oráculo y Luvina.

Friday, May 12, 2006

A LA MEXICANA

Una protesta frente al Congreso del Estado de Puebla; la calle 5 Poniente casi a la altura de la 3 Sur, en el Centro Histórico, cerrada por un buen rato, como de costumbre cuando se le exige algo a las autoridades. Soluciones drásticas. Hombres de sombrero y una camioneta del Ayuntamiento 2005–2008 de Huehuetlán el Grande. Y no podían faltar los curiosos rodeando al grupo –me declaro culpable–, los uniformados de café hablando por radio. La figura central, un burro blanco con el letrero: “Señores diputados, soy Leandro Barrales Mega, presidente municipal de Huehuetlán el Grande. Por favor no me destituyan, nada más me robé 26,000,000 (millones)” pegado en los flancos, un costal atado por detrás. Signos de pesos rojos rodeando el nombre del político. Alrededor del burro, los hombres hablaban sobre la corrupción del presidente municipal. A un lado, un auto rojo saliendo del estacionamiento, lo que ocasionó el nerviosismo y los rebuznos del animal, la dificultad para regresarlo a la calma, y un retroceder de los curiosos, entre ellos una servidora –no fuera a ser que se soltara tirando patadas.
Y bueno, lo que fue una protesta para los del municipio de Huehuetlán el Grande, para un niño de aproximadamente tres años fue un momento de montar en burro. Para los fotógrafos de los periódicos, una foto curiosa. Uno de ellos, desaprovechada la primera oportunidad, pidió subir una vez más al niño, “¡para la foto!” El padre, obediente, accedió. Un comentario entre los reporteros, “el burrito va a ser famoso”.
Desde las puertas del Congreso una voz que accedía a recibir a la delegación. Un hombre vestido de negro, muy parecido al “Rey del tomate”, entró, y yo abandoné la escena. Alcancé a ver que ataban al burro a la parte posterior de la camioneta de Huehuetlán.
Un rato más tarde, desde las ventanas de conocido bar en contraesquina de la Catedral, donde se exhiben fotografías de la ciudad en dos momentos distanciados por décadas, vi al grupo inconforme, que pasó caminando detrás de la camioneta, del burrito guiado por uno de los hombres. Doblaron en la 16 de septiembre y se perdieron.
A estas horas, la foto del burro con su letrero habrá aparecido en los periódicos. Y sí, muy probablemente será famoso.
Seguiremos informando.

Monday, May 01, 2006

PANORAMA DEL ARTE COLONIAL EN MÉXICO

México, la ciudad novohispana, nació de los escombros de Tenochtitlán, la ciudad azteca. En ella comenzó el arte que llamamos colonial o virreinal y sus inicios fueron de alarde y de temor.
Sus remembranzas medievales no fueron simplemente el recuerdo de la España del siglo XV, sino una actitud defensiva ante la posibilidad de una reacción del indígena vencido. La primera obra de arquitectura que se elevó entre la isla y la laguna fue una fortaleza, las atarazanas, basto almacén torreado con almenas y aspilleras que sirvió para guardar la artillería y los bergantines que lograron la victoria.
De esta señal surgieron las primeras casas de los conquistadores, tan recias y solemnes que harían decir a Cervantes y Salazar, primer cronista de la ciudad: “cualquiera diría que no son casas, sino fortalezas”, y el obispo Zumárraga escribía al Emperador a propósito de la mansión de Nuño de Guzmán: “mandó construir una gran casa con cuatro torres horadadas con troneras, lo que le dio la figura de una fortaleza”. Llevaban torres en las esquinas, almenas y hasta fosos. La visión general de la ciudad de los conquistadores, debió ser como la de los burgos españoles o italianos del final de la Edad Media. Cuando el cronista subió a la cresta de la roca de Chapultepec, no pudo menos que decir: “está la ciudad toda asentada en un lugar plano y amplísimo, sin que nada le oculte a la vista por ningún lado; los soberbios y elevados edificios de los españoles se ennoblecen con altísimas torres...” Tal fue el paisaje arquitectónico del México del siglo XVI, la última ciudad medieval del mundo.
Pero si en su alzado fue un feudo en el que dominó la arquitectura civil, en su trazo fue una ciudad moderna, renacentista, es decir, rectilínea y sobre un plano reticular. Alonso García Bravo, el “geómetra” que delineó la urbe, no recordó nunca las tortuosas ciudades de su patria y prefirió el urbanismo desahogado y recto con el que soñaron Leonardo y Alberto Durero. El plano de la antigua Tenochtitlán ayudó a su empresa porque, como observaron los conquistadores, la capital azteca era un cuidadoso conglomerado de pirámides, palacios, y casas que formaban paralelogramos perfectos como nunca habían visto en el Viejo Mundo.
También el medievo se prolongaba fuera de la ciudad. En Cuernavaca, el conquistador erigía su palacio almenado y con bastiones angulares y las torres de vigilancia, o “rollos”, señoreaban sus posesiones como en Tepeaca y Tlaquiltenango. Las Casas Reales de las primeras ciudades se hacían con añoranzas toledanas, como las de Tlaxcala, con portadas de enormes piedras en jambas y dinteles y en los arcos mixtilíneos de sus terrazas.
Un cambio a finales dell siglo XVI dulcificó esta vigorosa arquitectura. La alborada del Renacimiento se presentó triunfante y un nuevo matiz decorativo se unió a la mansión feudal añadiendo columnas, escudos, medallones y rejas torneadas, así como abriendo los estrechos vanos de la primera arquitectura militar. Una de las primeras obras, ya francamente renacentistas, fue la Universidad, edificada hacia 1580.
Después, el plateresco y el mudejár harían de las ciudades hispanomexicanas otro tipo de construcciones hasta su entrega definitiva en brazos del barroco.
No fue muy diferente la solución del problema arquitectónico religioso, aunque produjo, por sus peculiares necesidades, formas nuevas que supieron conjugarse admirablemente con las antiguas. En los monasterios del siglo XVI seguimos contemplando la Edad Media, pero sólo en sus exteriores, grandiosamente almenados y hasta con pasos de ronda, desde el sencillo de Huejotzingo, en la fachada principal, hasta los complicados que dan vuelta a toda la iglesia, horadando sus contrafuertes, como en Tepeaca y en Cuautinchan.
Mas a pesar de esto, la planeación de un convento mexicano del siglo XVI es toda una novedad arquitectónica. Nunca en Europa existieron los inmensos atrios de México, que eran a la vez escuela, lugar de culto y cementerio. Es inconfundible un monasterio de esta época. Al fondo del atrio, por el cual se entra bajo arcadas esculpidas, está la iglesia, siempre de una nave y sin cruceros, cuajada de frescos en sus muros y un gran retablo de madera dorada al fondo, ocupando todo el testero. A un lado del convento, con su portería cabe la portada principal del templo, compuesta de uno o varios arcos; luego el claustro, en cuya planta baja van el refectorio, la cocina y otras dependencias utilitarias, y en el piso alto la biblioteca y las celdas. Huertas y caballerizas completan el grandioso conjunto.

Francisco de la Maza. Panorama del arte colonial en México, tomo 3. Cuarenta siglos de arte mexicano. Ediciones Herrero/Promexa.

Friday, April 28, 2006

REMEDIO IV

El calendario dice que es mañana el día calificado como nefasto, donde el sol es negro y se quiebra hasta la última cacerola. No fue sábado sino viernes, el día rebautizado, el que debería ser cincuenta y dos espacios en blanco. Una despedida, el desayuno en la bolsa, y te volví a ver sólo tendida en la cama, rígida como una estatua; los estampados azules latiendo sobre tu pecho, debajo de los brazos. Eran esperanzas de respiración, de un beso en la frente, de enderezarse para volver a medir con el bastón la amplitud de la sala.
Pero no hubo remedio para ese sueño sin sube-baja. Sólo el fuego, que te devolvió granulada, en un conjunto de partículas de diferentes intensidades de gris, dentro de la bolsa blanca y de la caja de piedra blanca.
No deberías estar mirándome desde tu altura de librero, de fantasma que traspasa la pared y humedece mis ojos, de loa que ayuda con el brazo a caminar a los que todavía derramamos vaho en los cristales helados.
Deberías tener sombra, sonidos debajo de los zapatos, volumen que aparte el aire de donde estás caminando. Deberías ser eterna, como estos deseos de meterme en tu abrazo de ochenta años, de mirarte al regresar arrastrando mis pasos, de tener tu respiración en mis pulmones de tercera generación. No quiero llamarte y que me responda el siseo de los cipreses en la ventana. Quiero verte, pero no como el cuerpo blanco, a escala de los que permanecen en un campo lleno de cruces y flores marchitas.

Wednesday, April 26, 2006

EL REINO DE ESTE MUNDO

Del escritor cubano Alejo Carpentier, El reino de este Mundo recrea el Haití de la esclavitud, y, posteriormente, de los trabajos forzados bajo la tralla de otros negros, de mulatos.
Narra la vida de un esclavo negro, Ti Noel, primero propiedad de Monsieur Lenormand de Mezy, quien lo pierde a las cartas en Santiago de Cuba. La atmósfera está llena de tambores que suenan frenéticamente, de selvas y montañas exuberantes de verde y sonidos anónimos. El vudú es el camino para la liberación de los esclavos, los houngans, los loas, el terror a un veneno que parece venir de la sierra, arrastrarse como si se tratara de una serpiente –de la Gran Serpiente, diría Carpentier–, entrar en los establos, en las casas y cocinas, en los calderos.
La novela inicia con Ti Noel acompañando a su amo a rasurarse. Y se enfrenta con el Gran Allá, África, con postales de negros rodeados de plumas y abanicos. “Ese es un rey de tu país”, le dicen, y recuerda las palabras de Mackandal, otro esclavo un futuro houngan que escapará del amo luego de que un accidente lo deje manco. El que se disfrazará de jabalí, de iguana, de perro, y que escapará a la hoguera volviendo a disfrazarse. Los poderes mágicos del vudú traído de África con los esclavos, practicado en Haití con el fervor del Allá.
Alejo Carpentier maneja las palabras como si se tratara de una burbuja de vidrio soplado. A su antojo, crea melodías donde una esclavitud sucede a otra. Sólo los amos son diferentes. Son negros que obligan a Ti Noel a trabajar después de la independencia para construir el castillo del nuevo rey de Haití, Henri Cristophe. El final sugiere un nuevo houngan, tal vez un nuevo intento de liberación.
El título “El reino de este Mundo”, toma sentido en el final:
“Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita, despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas. El hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.”
El prólogo de la primera edición de la novela, escrito por Alejo Carpentier en 1949, ha pasado a formar parte de un libro de ensayos, con el título “De lo real americano”. No apareció en las siguientes ediciones. Carpentier es de los primeros en abrir el abanico de Latinoamérica (¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?).
Sólo puedo decir que esta novela es ya una de mis favoritas, recomendar su lectura porque está ¡¡¡¡bueníííííííííííííííííííííísima!!!! Las palabras saben a selva; al pasar las páginas casi pueden escucharse los sonidos de los montes vivos.

Thursday, April 20, 2006

RIUS

Hace un tiempo encontré un libro del caricaturista RIUS, “El católico preguntón. 222 preguntas que quisiéramos hacerle al Papa, pero que nos da pena hacerlo”. Con el estilo y los dibujos del autor, se critican muchísimos aspectos de la Biblia, de la religión, de la iglesia católica. Una edición de Grijalbo muy divertida, recomendable, y que deja pensando.
Aquí unos fragmentos de su contenido.

“¿Jesús hizo el sermón de la montaña?
Lamentamos informar a nuestra apreciable clientela que el famosísimo SERMÓN DE LA MONTAÑA NO fue pronunciado por Jesús, según lo han comprobado varios malditos historiadores y estudiosos de las Sagradas Escrituras”.

“¿Alguien ha ido al cielo y regresado?
Hasta orita los únicos que han ido a los cielos y regresado han sido los astronautas. (Junto al texto, un redondo eclesiástico de alto rango, señalando hacia arriba, con una carta lista para ser entregada por un astronauta)”. (Je, je).

“¿Jesús, pobre entre los pobres, fundó una iglesia que se convirtió en un poderoso y corrupto imperio? (Y una imagen de Jesús, que señala esa parte del texto: “¡Me gusta la pregunta!”)
Confieso que el tema de la iglesia se me ha vuelto una obsesión y meta de vida. ¿Cómo es posible –me digo– que una institución basada en falsedades y falsificaciones de la figura y el pensamiento de Jesús haya perdurado por casi veinte siglos? ¿A qué se debe que Dios no haya intervenido para acabar con la isntitución más nefasta que ha tenido la humanidad y que se apoya en ese mismo Dios (y su Hijo) como principales patrocinadores?” Un fragmento del prólogo que comienza: “Especie de Introito (no hace falta arrodillarse...)

Y entre sus agradecimientos:
–A la Santa Inquisición, por haber desaparecido de la faz de la tierra antes que yo naciera (je, je).
–A la Santa Madre Iglesia Católica, por haberme vuelto ateo y descreído.
–A mis lectores por seguirme tolerando.

Wednesday, April 05, 2006

NUEVO MUNDO.


Es una película de Gabriel Retes, de 1976. Encontré el DVD en una tienda y llamó mi atención la portada. En letras blancas: “¡Por primera vez después de veinte años de veto!” y una pequeña frase del director mexicano: “El sometimiento de un pueblo a través de una imagen”. Colores cálidos encerrados en un negro que simula la sombra de una mano, el calendario azteca insinuado en el fondo y en primer plano, un crucifijo en el mango de una daga cubierta de sangre. Alguien la sostiene entre los diez dedos, la dirige a sí mismo.
En la contraportada no hay una reseña de la trama: “La iglesia, a lo largo de la historia, siempre se ha enfrentado al cine como de sus principales censores. “Nuevo Mundo” cuestiona el mito guadalupano al presentar cómo para someter a los indios, un sacerdote jesuita inventa la presencia de una Virgen que pide la reconciliación entre conquistadores y conquistados. Retes nos muestra en esta película una alegoría del método utilizado por los españoles para imponer su religión y asumir con ello un completo poder político sobre los indígenas. Producida en 1976 “Nuevo Mundo” fue boicoteada en su exhibición por el controversial tema al que hace referencia”.
Las actuaciones de Aarón Hernán, Juan Ángel Martínez, Tito Junco, Bruno Rey y María Rojo, recrean un México de poco después de la conquista, dando la idea de aproximadamente treinta o cuarenta años después de la caída de Tenochtitlán. Inicia con una caravana de soldados y sacerdotes que llegan a una población. María Rojo es la intérprete; los españoles quieren saber la razón para abandonar el caserío. Un anciano contesta en nahuatl repetidas ocasiones, sin que haya subtítulos, lo que añade atmósfera a la escena, y al final de este diálogo, con la entonación del anciano, los sacerdotes saben que no les dirán porque huyen.
El anciano mata a la intérprete. Un buen inicio para la trama: la investigación de los sacerdotes católicos para dar con los cabecillas de una revuelta indígena.
El filme está hecho con escenas muy bien logradas, como la adoración de los indígenas, a la usanza antigua, en las nuevas iglesias católicas. Brazos y oraciones en nahuatl dirigidas a las imágenes de santos y mártires. “Es un milagro”, dicen, creen, “el Señor les ha iluminado el entendimiento”. Por la noche, y gracias a un ruido proveniente del altar mayor, descubren que ídolos prehispánicos están ocultos debajo de los vestidos púrpuras y blancos. Está también el español, el encomendero que protege a sus indios, convicción sobre el remordimiento que siente al haber matado a miles en los tiempos de la conquista. “Era su vida frente a la mía. Era la guerra”, declara frente a Aarón Hernán, sacerdote de La Santa Hermandad, con la que se recrean las torturas y procesos de la Inquisición Española. La muerte de un soldado que intentaba violar a una india. El encomendero ha aprendido a hablar nahuatl, y realiza un ritual compuesto de golpes y frases sin subtítulos coronadas por algo en castellano: “Este cerdo debe morir”, antes de que la mujer atraviese el corazón del soldado con su propia daga. El sacerdote trata de impedirlo, pues está bajo su protección.
Mención aparte merece el indio aparentemente converso, artista de la madera y la arcilla, organizador de la planeada matanza de españoles, encarnado por Juan Ángel Martínez, a quin se encarga una imagen religiosa original. No tiene el manto azul de la Guadalupana, pero los ojos entornados de la pintura son los mismos. Él, al término, la protege del sacerdote que intenta destruirla después de una discusión (¿por qué el artista no se opuso, si sabía que los matarían tanto a él como a la modelo?). Mi opinión sobre las motivaciones es que no fue porque haya comenzado a creer en su propia mentira, mentira elaborada por encargo, sino por el valor artístico que tiene la pintura. Una joven india posó para él, él sólo era copista, nunca se había aventurado a ir más allá, a crear una obra propia. Ése es el valor, no el de milagro que se le otorga.
En una de las escenas finales, donde se recrean las peregrinaciones actuales, con cantos a la reina del cielo, indígenas marchan mientras enarbolan el retrato de la Virgen inventada por la Santa Hermandad, mientras el sacerdote inicia en diligencia un largo viaje. Esta toma llena de impotencia al espectador, y le hace recordar el tiempo de duración que se le da a un engaño. “¿Quién puede saberlo? Quizás años, quizás siempre. Depende de los indios”.
Y aquí seguimos, llegando de rodillas al centro de la creencia más arraigada en el mexicano, dejando caminos continuos de sangre que se intersectan en el santuario que la reina del cielo ordenó se le construyera a las faldas del Tepeyac.
También, debo reconocer, se maneja con algo de maniqueísmo. El español malo, el indio bueno. Los indios como en manada, sin quejarse o intentar escapar de los soldados de casco y caballo que los conducen a las mazmorras, a la tortura y la muerte en la hoguera. Los interrogatorios a gritos, en lengua indígena y castellano, mientras el potro estira brazos y piernas. Nadie quiere confesar, resisten en silencio hasta la muerte.
Los europeos llegaron a invadir un lugar y a expandir su poderío más que una religión. A fin de cuentas se aprovecharon de ella para atesorar riquezas, propiedades y trabajo esclavo. Hay una frase de la película que se relaciona un poco con esto: “Lo único que los mantenía a salvo, es que nadie sabía que existían. Si no hubiéramos sido nosotros, serían los franceses, los ingleses”. Es cierto, pero también lo es que saquearon hasta donde pudieron, que trajeron a México la Edad Media –cuando el Renacimiento era la actualidad de otros países europeos–, la represión de la Inquisición, impusieron sus costumbres sin siquiera intentar comprender las que anulaban. Hay excepciones, por supuesto, como la obra de Fray Bernardino de Sahagún “Historia General de las Cosas de la Nueva España” (obra que, a final de cuentas, terminó siendo el Códice Florentino, regalo del monarca español al italiano, a quien Sahagún le había enviado sus manuscritos originales).
La película pone en duda el mito guadalupano, ¿en verdad se le habrá aparecido la Virgen a Juan Diego (ahora San Juan Diego)? No afirmo ni niego nada, creo que es algo muy difícil de comprobar, incluso para los estudiosos del tema. Pero, a la vista, por toda Latinoamérica, hay imágenes religiosas que se presentan a los pobladores: indígena para los antiguos aztecas, negra para los cubanos (donde la población taína fue anulada, y la de esclavos africanos llegó a ser mucho mayor que la de españoles): la Virgen de la Caridad del Cobre. Así hay una promesa más personalizada de una mejor vida después de la muerte, de la gloria eterna. Y si aguantas, si sufres martirio como Jesús, serás siempre feliz en el cielo.
Recomiendo ampliamente esta película, rodeada de una atmósfera opresiva tanto para los índígenas –la religión y sus métodos de tortura y sometimiento–, como para los españoles –las palabras que no entienden, que incluso el espectador ignora y debe interpretar por la reacción de los interlocutores–; claro, en menor medida para estos últimos. Y me quedo con una de las frases, llena de tolerancia para lo extraño, tal vez hasta de respeto, dicha, por cierto, por el encomendero español que muere en las mazmorras de la Santa Hermandad: “Después de todo, la fe es la misma”.

Monday, April 03, 2006

REMEDIO III.


El no encontrarse con dos pupilas que reflejen nuestras manos en el acto de empuñar un bolígrafo, que miren las vocales y consonantes dejadas a cada paso como si de huellas se tratara; el hablar o reír junto al oído de un ser de aire, sin vestigios de respiración pero no por eso ahogado o imaginario, y esperar una respuesta que nos llegará en otro tiempo, en otra vida –que sólo será la ninfa siguiéndonos los pasos, bailando con las manos de leche y los cabellos y las gasas que cubren su delgadez abandonados al viento, rodeando cada secreta frase con siseos, risas de cristal y pisadas desnudas sobre el antiguo vestido de las ramas–, todavía no tiene solución.
Quien se coloca frente a la rigidez y frialdad de un espejo, que únicamente sabe vernos a nosotros sin responder a semejante estímulo, y grita lo realizado en el lapso entre una luna y otra, ante un auditorio de miles de sordomudos, y cree haber encontrado una cura para esa sensación de actuar a la vista de nuestra sombra, está loco –debía vestir de blanco y estrellar sus ideas contra colchonetas verticales– o está fanfarroneando. Nunca debe creérsele. Está comprobado: a fuerza de hablar con quien habita detrás del espejo y escuchar su voz de silencio, se piensa que cuando llegue el remedio, será la hora en que los hombres dejarán de morir e incluso respirarán bajo el agua.

LOLITA.


El libro de Vladimir Navokov, publicado en 1955, narra la historia de un hombre de cuarenta años obsesionado con las nínfulas, como nombra a ciertas niñas de doce o trece años de edad. Humbert Humbert conoce a Charlotte Haze y a su hija Dolores, Lolita. Se casa con la madre, quien muere en un accidente, y así el hombre se queda a cargo de la niña, por ahora en un campamento, ignorante de su nueva situación: huérfana. Él va a recogerla y es donde se inician una serie de viajes y la relación de amantes entre los dos.
A lo largo de dichos viajes se presentan los celos de Humbert, quien adivina en cada hombre a un amante de su Lo. La niña, podríamos decir, que aviva y tal vez hasta le divierten las reacciones de su padrastro. Ha tenido experiencias sexuales antes de él, en el campamento, y repetidas ocasiones trata de escapar. Humbert se da cuenta de que son perseguidos, teme que su relación con Lolita se haya descubierto, que un policía o un detective sea el perseguidor. La niña parece ayudar a ese hombre anónimo que cambia de autos constantemente –según Humbert–: borronea el número de placas del primer auto, rojo, intenta conducir cuando, en un camino y con una llanta ponchada, Humbert descubre a su perseguidor estacionado detrás de ellos y se acerca al auto gris, incluso habla con él...
Lolita escapa del hospital donde pasa unas dos noches, internada por una infección. Un supuesto hermano de su “padre” la recoge. Entonces Humbert empieza una búsqueda de tres años, que culmina con otra relación –Rita, una mujer de treinta–, y una carta donde la misma Lo, Dolly, le confía que está casada, embarazada, a los diecisiete años, y que necesita dinero. Él lleva cuatro mil dólares y una cómplice: un arma.
La narración, los actos de Humbert, el cargar una pistola y la actitud cada vez más exasperante de su joven amante, llevan al lector a pensar que tal vez podría ser capaz de asesinarla. Se intuye gracias al inicio: se sabe que el hombre está preso, acusado de asesinato, que al momento de publicar sus memorias está muerto. En el prólogo no se menciona quién es la señora de Richard F. Schiller –el esposo de Dolores Haze–, que muere después de dar a luz a un bebé muerto.
Pero el asesinado resulta ser un hombre, autor teatral que comparte con Humbert su gusto por las niñas: él los siguió, Lolita aceptó irse con él al ser dada de alta del hospital.
El prólogo señala que las memorias llegaron a manos de John Ray Jr., amigo del abogado de Humbert.
Es interesante cómo el propio narrador, Humbert, pasa de la primera a la tercera persona al referirse a sí mismo, y la estructura de la novela: primera persona, con un prólogo narrado por otro personaje en posesión de dichas memorias. A lo largo de toda la novela se pone de manifiesto la obsesión, iniciada al perder a Annabel, su amor de adolescente; pero también el enamoramiento del personaje, expresado al final en su deseo de una larga vida para su ninfa caída, al extrañar la voz de su Lo no junto al oído, sino entre las de los niños que juegan en una ciudad alejada, voces que llegan a él un instante antes de ser aprehendido sin oponer resistencia alguna, antes de abandonarse.

Thursday, March 16, 2006

EDGAR ALLAN POE.


Gracias a los cuentos y poemas por los que adquirió fama a Edgar Allan Poe, escritor estadounidense nacido en Boston en 1809 y muerto en 1849, siempre se le ha relacionado con la oscuridad. Las narraciones de su autoría son un gran aporte para la estructuración del cuento contemporáneo y la novela policiaca. De atmósferas opresivas, siempre imaginadas en tonalidades de gris y negro, llenas de gatos negros, por supuesto, con un punto luminoso en los ojos, lunas colocadas detrás de nubes y hombres con el cabello en desorden y la cabeza entre las manos –si la sueltan seguramente caerá–. Se le asocia al consumo excesivo del alcohol y, probablemente, al de las drogas. Siendo un famoso escritor, vivió en la miseria, muy cerca de las enfermedades y de la muerte: su esposa Virginia, sus padres. En la escuela, estas respuestas escritas en un examen significan el acierto.
A la distancia poco mayor de siglo y medio de su muerte, se han hecho diversas hipótesis acerca de las causas de la misma, con la finalidad de arrojar luz en circunstancias tan parecidas a las imperantes en sus relatos.
Se dice que lo encontraron casi sin vida con la ropa de alguien más, que tras ingerir una pequeña cantidad de alcohol adquiría el aspecto de una persona en estado total de embriaguez, que pudo padecer ataques epilépticos, que su muerte pudo ser la consecuencia de un envenenamiento por mercurio, monóxido de carbono o la carencia de una enzima metabolizante del alcohol.

Era época de elecciones en Baltimore. 1849.En esos tiempos –algo parecido a las prácticas políticas de hoy, ¡parece mentira!–, se secuestraba a personas para llevarlas a votar por determinado candidato, se les hacía beber hasta la embriaguez y se les cambiaba de ropa constantemente. Así podrían emitir su voto más de una vez. Si la persona ya no era capaz ni de trazar una equis sobre una línea, la abandonaban donde fuera. Esta hipótesis explicaría la ropa que llevaba Poe. ¿Y la muerte por envenenamiento alcohólico?
Su organismo pudo carecer de la enzima deshidrogenasa alcohólica. Alojada principalmente en el hígado, es la sustancia que se encarga de metabolizar el alcohol –la reacción es oxidación–, en acetaldehído, y posteriormente en ácido acético o etanóico, sustancia menos agresiva, presente en un 4% en el vinagre. De esta forma se descompone del 90 al 98% del alcohol presente en la sangre; el porcentaje restante se elimina por la orina, el sudor o las lágrimas.
En dado caso, e ignorando su condición, las personas que lo secuestraron para llevarlo a votar, lo embriagaron, causándole la muerte por envenenamiento, al no poder eliminar el alcohol.

Los personajes de Edgar Allan Poe siempre fueron de salud frágil, propensos a enfermedades, inmersos, más que rodeados, en atmósferas que les infieren terribles tormentos psicológicos. Un ejemplo es el cuento "El pozo y el péndulo", donde el personaje–narrador es encarcelado en una celda sin siquiera una partícula de luz; donde él, al principio, no aventura el movimiento más mínimo. Durante el tiempo que dura la oscuridad, sufre de constantes desmayos y sus movimientos son tambaleantes; todo ello a causa del desconocimiento del entorno.
Pero en este cuento, podría estar describiendo los síntomas de la epilepsia que, se aventura, pudo padecer. Esta situación lo llevó a un conocimiento preciso de síntomas como los movimientos espasmódicos de los músculos de la cara o un andar tambaleante, hasta la pérdida de consciencia, espasmos convulsivos de partes del cuerpo, explosiones emocionales, o periodos de confusión mental.

“... Y entonces se deslizó en mi imaginación, como una rica nota musical, la idea del reposo delicioso que nos espera en la tumba. La idea vino dulce y furtivamente, y me parece que me fue menester un largo tiempo para tener de ella una apreciación completa; pero en el momento mismo en que mi espíritu comenzaba al fin a comprender bien y a conservar esta idea, las figuras de los jueces se desvanecieron como por encanto; los grandes hachones se redujeron a la nada; sus llamas se extinguieron enteramente; lo negro de las tinieblas sobrevino; todas las sensaciones parecieron hundirse como en una inmersión loca y precipitada del alma en el Hades. Y el universo no fue más que noche, silencio, inmovilidad...
... A la larga, con una loca angustia de corazón, abrí vivamente los ojos. Mi horroroso pensamiento se encontraba confirmado. La negrura de la eterna noche me rodeaba. Hice un esfuerzo para respirar. Me parecía que la intensidad de las tinieblas me oprimía y me sofocaba...” (El pozo y el péndulo. Narraciones extraordinarias, EMU).

El Calomel es otra de las posibles causas de su muerte. Este medicamento, hecho a base de cloruro de mercurio, se recetaba contra el cólera. A principios de la década de los 30’s, y en 1849, cuando Poe vivía en Baltimore, hubo epidemias de cólera. La primera mató a más de 850 personas. El narrador, poeta y crítico, pudo haber sido recetado con dicho medicamento para prevenir una muerte por cólera. En dosis elevadas, el Calomel es causa de envenenamiento por mercurio. Sus síntomas: excitación, pérdida de la memoria, insuficiencia renal, sudoración, temblor, dificultad para hablar.
Algo a lo que también estuvo expuesto, es el monóxido de carbono (CO), respirado muy probablemente en Nueva York y Baltimore, en casas iluminadas por lámparas de gas.

Con la finalidad de apoyar cualquier hipótesis, se le practicaron estudios a cabellos tanto del escritor como de su esposa Virginia, pedidos para tal efecto en la casa–museo de Edgar Allan Poe.
Diluyendo los filamentos en ácido nítrico (HNO3), se obtuvo un plasma en el que se determinó la concentración de mercurio, plomo, uranio y monóxido de carbono en el organismo. Los resultados que arrojó dicho análisis, en los cabellos de él, fueron que las concentraciones de mercurio y plomo son altas –esta última tal vez gracias al agua que ingería–, pero no determinantes como para causarle la muerte; no se detectó la presencia de monóxido de carbono, lo que sí estuvo presente en los análisis de Virginia.

La muerte de este escritor bostoniano sigue, como en cada uno de sus cuentos, rodeada por una atmósfera tan densa, que no permite ningún paso en dirección a su esclarecimiento. Los análisis no pueden decirnos si murió a causa del secuestro durante las elecciones, o de una golpiza –otra de las hipótesis, que hace referencia a los hermanos de Mrs. Shelton, primera amiga de la adolescencia, ahora viuda, a quien propuso matrimonio en 1849.
Para redondear la atmósfera, se dice que año con año, en el aniversario de su nacimiento, un extraño llega a visitar su tumba y deja como presente tres rosas, media botella de cognac, su sombrero, y se retira no volviendo a aparecer hasta el siguiente 19 de enero.

Tuesday, March 14, 2006

MINIFICCIONES Y ANUNCIOS.

Final
Después de saltar a través del aro y recibir una galleta como recompensa, terminó el acto. La joven se quitó las orejas de peluche rosa y fue a lavarse el rostro.

El mimo
Se sienta en una silla de aire, un periódico invisible frente al rostro blanco. lo voltea más de una vez antes de acomodarse la boina, que ahora le cubre los ojos. La prenda negra sale disparada, la empuja con el pie al intentar recogerla. El público reunido alrededor de la fuente lo ovaciona. El artista se inclina ante manos que, agitándose en alto, imitan el movimiento de las aspas de una lavadora.
Aprovecho para hacer un anuncio: los próximos dos sábados en Catedral, el Suplemento Cultural del periódico Síntesis, publicaré textos.

Friday, March 10, 2006

REMEDIO II


Para no despertar entre ecos de gritos no gritados, entre sombras de un escenario diluido al arrojar las cobijas. Para no encontrarse con mantas de aire escapadas del sueño, aprovechando la hendidura de la vigilia, hablando con alguien cuya voz acaba de difuminarse. Si no se desea abrir los ojos y sentirlos húmedos, haciéndose agua sobre las mejillas y la almohada, mirar no hacia el techo, o a la cortina de la ventana que está quieta como si el viento acabara de extinguirse, sino hacia el relleno de plumas, aún hacia el sueño, todavía flotando junto a la lámpara apagada. Si el último deseo que se tendría es salir del descanso con una mano aprisionando por dentro el cuello y traer el pasado de alguien más (por favor, de algún habitante de ojos permanentemente entornados, con doce horas de diferencia, que señala este sitio en el globo terrestre en el escritorio de su salón), que, se sabe, es el que arrastramos, el que, como los muertos, no se ve pero muerde una parte de la sombra para tener su casa, y está en el aliento de los vivos; el remedio es no soñar.

¿ESTO ES LA MUERTE?


En la fotografía que se arrincona en esta página se ve a tres hombres en el borde –auténtico, violento– de la muerte. Otros hombres, también desamparados, apuntan sobre ellos sus pobres armas. Todos parecen ajenos, lejanos, tristísimos en su condición de hombres que matan y que mueren. Los que disparan, con seguridad, también ya han muerto. La imagen detiene, indefinidamente, el instante de la nada.

Ante la muerte sólo hay preguntas. El “empujón brutal”(Miguel Hernández) siempre será sorpresivo y uno deseará, siempre, ser el hortelano que llora, no el que muere. Pero en la muerte no hay deseos, supongo.

La enfermedad y el accidente son absurdos. No hay razón en ellos. El cabello se eriza y se rebela ante tales posibilidades. ¿Quién puede imaginar su muerte? Hay opciones: la cama, el cáncer, el paredón, el asalto, la mala vida, el mismísimo corazón, una caída –como la de mi padre– desde veinte metros de altura, la soga, la comida, el alcohol, los barbitúricos, el golpe, la bala, la vida vivida, una bala. Todo mata.

La muerte tiene aliento y huele a flores. Es de noche.

Mis abuelas muertas eran jóvenes vivaces, conocían todo sobre el comino, la albahaca, los guisos ancestrales, las sábanas blancas. Me conocieron a mí, que he de morir. Cuando vemos a alguien, vemos su muerte. En el recuerdo sólo hay lluvia.

Es conocida la historia que Borges recuenta: un jardinero pide permiso a su patrón para irse de la ciudad porque ha visto a la Muerte. En realidad, la Muerte quedó sorprendida al verlo, porque esa noche lo tomaría en el lugar al que huyó. Así, la vida: uno va al encuentro de su muerte.

La muerte rejuvenece: ahora, mi padre, López Velarde, Jesucristo, José Carlos Becerra, James Dean, Jim Morrison, muchos más, siempre serán más jóvenes que yo.

En el espacio confuso de los sueños, en la madrugada, alguien susurra: es la muerte fiel. Sobre las huellas que dejamos en los objetos, la muerte sopla. Va y viene, Ella, por nuestra vida.

Asustado, el recién muerto pregunta: “¿Dónde estoy?”

Sobre la mesa –cubierta de papel de China morado–, hay velas, panes, licores, complejas viandas, sencillas flores. En el claroscuro de la habitación, hombres y mujeres rezan por sus muertos. Los niños juegan con sus calaveritas.

¿Cómo seré cuando no sea? En las fotografías que permanezcan alguien verá mi rostro, mis ropas, mi antigüedad, el cielo de un noviembre irrecuperable. Verá a mi hija junto a mí, a mi mujer que me toma la mano para siempre, a los niños de la tarde de ese parque. Además, un personaje siniestro, a quien nadie reconoce, que se coló a la fiesta y aparece a mis espaldas.

Alejandro Meneses.

Tomado de la revista Erinias, No. 4, invierno 2005–2006, pág. 23. Escuela Libre de Psicología.

Wednesday, March 08, 2006

MUJERES, MÚSICA, LITERATURA...


La música observa desde diferentes ángulos a la mujer, uno de sus temas recurrentes; a veces con desprecio, con picaresco doble sentido, a veces esperando su presencia o que se digne siquiera a voltear, para así, confirmar la propia existencia. Rock, boleros, pop, música popular... La mujer está presente interpretando o siendo parte de la letra.
Alguien que tiene cierta visión fantasmagórica de la mujer, es el cantautor puertorriqueño Robi Draco Rosa. Haciendo alusión a la frase de Jules Michelet que inicia el libro Aura, de Carlos Fuentes (Ediciones ERA, 39ª. Reimpresión, 2001):

El hombre caza y lucha. La mujer intriga y sueña;
es la madre de la fantasía, de los dioses. Posee la
segunda visión, las alas que le permiten volar hacia
el infinito del deseo y de la imaginación... Los
dioses son como los hombres: nacen y mueren sobre
el pecho de una mujer...

Robi Draco incluye a la mujer en sus canciones cubierta con bruma, con velos que, tirados por los dedos del viento, remarcan las siluetas de reloj de arena. Las palabras de Michelet se relacionan con la canción “Blanca mujer” del disco Vagabundo, lanzado en el año de 1996. En ella, alguien espera ser llevado entre los brazos de una mujer que representa a la muerte; además, tiene el anhelo incumplido, por decisión propia, de la compañera:

New Orleans
a primeros de abril
en el noventa y cuatro,
él está condenado a morir
por amar demasiado.

Si quisieras ahora venir
y acabar de una vez con mi vida
yo te lo pido blanca mujer
que me lleves a tu eterna guarida.

Tengo tantas ganas de ti
pero no puedo llevarte ahora.
Te toca todavía vivir,
porque aún no te ha llegado la hora...

En el caso de "Penélope", de esa misma producción, el velo impuesto no es el de la muerte, sino el de un sueño que separa, una pesadilla donde la mujer es un punto inapresable, rodeado de árboles como esqueletos, a quien se desea prodigar regalos, atenciones. La causa de la separación es generada por quien la extraña:

Me despierto en el alba, soñando no sé qué;
desayuno con lluvia y te recuerdo en el café.
Soñé tu figura lejos
esperando en los suburbios del olvido
y me vi solo, zarpando en barcos de oro
que llené con regalos para ti
y luego vi que por celos, el mar de mis tormentos
se tragaba el barco y aquel loco que era yo.
Y todo naufragó.
Qué lejos tú...

Así como la música, la literatura aborda a las mujeres para conferirles diferentes investiduras: medio para obtener algo que se desea o pretextos para desviarse del sendero, en el cuento de "El pescador y su alma" –donde el personaje desea entregarse al amor de una bella sirena (¿qué es una sirena, sino una mujer que el mar ha arrastrado para acariciarla?)–; actriz ingenua que antes excitó la imaginación, en la novela El retrato de Dorian Gray, ambos de Oscar Wilde:

“... Padre... Una vez subí en mis redes a la hija de un rey. Es más bella que la estrella de la mañana y más blanca que la luna. Por su cuerpo entregaría gustoso mi alma y por su amor renunciaría al cielo...”

“...Y a mediodía recordó que uno de sus compañeros... le había hablado de cierta bruja joven que vivía en una caverna... Y fue hacia ella corriendo, tal era su impaciencia por deshacerse de su alma... la joven bruja supo que él se acercaba y riendo, se soltó la roja cabellera...”
“... ¿Qué te falta?... Soy más rica en tormentas que el propio viento, porque sirvo a uno que es más poderoso que el viento... Pero pongo precio, buen mozo, pongo precio...”
“...Quiero desprenderme de mi alma...”

“...Y el alma le dijo:
–En una ciudad que conozco hay una posada. Estuve en ella con marineros que bebían vino de dos colores... se nos acercó un anciano con una alfombra de cuero y un laúd... Y cuando hubo extendido su alfombra... tocó las cuerdas metálicas de su laúd y una muchacha con el rostro velado entró corriendo y se puso a bailar para nosotros... ”
“...cuando el joven pescador oyó las palabras de su alma, se acordó de que la sirenita no tenía pies y no podía bailar, y un gran deseo se apoderó de él y se dijo:
No es más que una jornada de camino y puedo volver junto a mi amor...” (Editorial Época).

En El retrato de Dorian Gray, la mujer es Sibyl Vane, la primera víctima de la transformación del alma de Dorian, actriz de teatro, quien antes de conocerlo vivía para actuar enamoramientos y ahora, ante la realidad del amor, dentro de una promesa de matrimonio, se convierte en una pésima actriz, y está feliz de serlo:

“Has matado mi amor... Solías excitar mi imaginación. Ahora no excitas ni siquiera mi curiosidad... Te amaba porque... tenías talento e inteligencia, porque hacías realidad los sueños de los grandes poetas y dabas forma y sustancia a las sombras del arte... Lo has tirado todo... Ahora no eres nada para mí... Has estropeado el romance de mi vida. ¡Qué poco sabes del amor, si dices que él echa a perder tu arte... ¿Qué eres ahora? Una actriz de tercera con una cara bonita...
...No hablas en serio Dorian... Estás actuando...” (Ediciones y distribuciones Mateos. Clásicos Selección).

Sibyl termina suicidándose, siendo una marca en un retrato mágico.
En Los miserables, del francés Víctor Hugo, la mujer es inocencia y luminosidad para una vida silenciosa, que se cuida de caminar en las sombras, como la de Juan Valjean: Cossette. O bien, es un juguete que se puede manipular hasta el cansancio, exprimir, tirar de sus miembros y romperlos; entonces se le abandona en un rincón o en una fosa común: Fantina.

“...Luego, volviéndose hacia Fantina, añadió:
–Ya tienes para seis meses.
La desgraciada se estremeció.
–¡Seis meses, seis meses de prisión! –exclamó. ¡Seis meses de ganar siete sueldos por día! ¿Qué va a ser de Cossette, mi hija, mi hija? Debo más de cien francos a los Thernardier, señor inspector, ¿no lo sabeís?...”

“...El cura creyó... que lo mejor era reservar, de lo que había dejado Juan Valjean, la mayor cantidad posible para los pobres. Al fin y al cabo, ¿de quién se trataba? De un presidiario y de una mujer pública. Por estas razones simplificó cuanto pudo el entierro de Fantina, y le redujo a lo estrictamente necesario que se llama la fosa común...” (Editorial Porrúa, Sepan cuantos...).

En el ámbito local, el escritor Alejandro Meneses, fallecido a mediados del año pasado, dedica un libro de relatos a su visión de la mujer, de lo femenino: Ángela y los ciegos.
“En Ángela y los ciegos, dos primos–amantes se buscan, se persiguen, sin encontrarse: sus fugaces contactos confirman la lejanía que, paradojícamente, los une... Ángela –maestra de ciegos que no logra dar con la escuela a la que había sido enviada– adopta diversos rostros y diversas edades.
Su primo padece esas constantes metamorfosis: está sujeto al tiempo de Ángela Adónica. Sin embargo, siempre irá tras ella, en la niñez y en la juventud, por los corredores de una casa crepuscular y por playas soleadas, por las calles de una ciudad fantasmal y por cantinas donde sólo beben ancianos; será su compañera en la universidad para después abandonarlo un domingo por la noche, mientras él sufre un implacable dolor de muelas...”
Con Alejandro Meneses, la mujer es lejanía, algo que se observa, imposible acercarse a ello, aunque se deseé y se busque el camino. Es separación perpetua y una masa aglutinada que sólo admite a las de su mismo sexo, excluyente:

“...Yo me quedé tras la puerta, rodeado por el resplandor de las ceras; entre ellas, la de mi hermano.
Me asomé:
Mi madre pasó su mano áspera por el cabello de mi prima. La estrechó contra su pecho, acercándola hasta un sitio al que yo nunca había podido llegar. Mi madre vio mi cara lejana: luz y sombra sobre los rasgos que algún día fueron de mi padre. Con la cabeza me señaló la escalera, el mundo exterior, la lluvia.
Y se quedaron solas. Como siempre, sin mí.” (Ediciones Cal y Arena, 2000).

Thursday, March 02, 2006

REMEDIO.


Convertirá el corazón en cenizas, las humedecerá para que el fuego no regrese a pintarlas de rojo y las haga bailar y subir. Al mismo tiempo, el agua de los ojos se evaporará, dejando caminos de sal a lo largo de la piel de cera, senderos irrenovables. Los paisajes dibujados en blanco por el lápiz del invierno, las alfombras de cerdas ocres y marrón tendidas a lo largo del camino de otoño, los colores azules, rosas, amarillos violetas... La primavera, el sol durante la estación húmeda, serán cada uno accidentes dentro del negro y el vacío. Serán los labios cerrados y las pupilas cubiertas por párpados y alturas de polvo.
No regresarán los días de punzadas frente a un monolito blanco, a una cruz y un ramo de verde acartonado. No regresará el día, ni el sol sacará la humedad de los poros. Ni autos en la avenida escoltada por señalamientos, ni los acordes de una canción que habla del único hombre que mide las calles nocturas con su sombra. Tampoco crecerá un hoyo negro en la garganta ante una fotografía de alguien sin respiración ni peso.
Pero tampoco habrá deseos de hundir los dedos en una piel ajena. Las fuerzas para conducir un bolígrafo sobre el papel, transportar paisajes mentales a la realidad de la celulosa vacía, quedarán reducidas a cero. ¿Cuál será entonces su valor, el valor del fin del eco de un eco emitido antes de las glaciaciones?
El que tome este remedio podría preguntar si valió la pena abandonarse a las paletadas de los hombres, regresar al espacio ocupado antes de nacer, por dejar de sentir el alma hecha de cáscaras que se van desprendiendo con los golpes de la respiración. Y querrá de nuevo oir voces, sentir punzadas en cada cambio en el ambiente, observar el monolito que resguarda a alguien igualmente ciego, sordo y mudo.
Pero es entonces cuando quienes lo tienen en la mente, oyen sus pisadas en cuartos vacíos y mojan sus rostros con la sal que ha dejado de correr por su cuello, estarán tomándose de las manos alrededor de una mesa casi hecha virutas, apretando los ojos ante una mujer de turbante y uñas ultramar que, asegura, puede hablar con el ausente porque conoce el lenguaje de los cementerios y las salas crematorias.
La única contraindicación del remedio no es para el paciente, sino para quienes esperan a sus espaldas. Es la transferencia de los síntomas, contra los que es inservible.

Tuesday, February 21, 2006

MÁS DE "BLANCO Y NEGRO"


“El día 1º de enero de 2003, Fulano de Tal se levantará de su lecho. Un aparato le administrará una magnífica ducha, y no de agua vulgar infecta, llena de microbios y nada rica en oxígeno, sino de aire líquido, convenientemente esterilizado y saturado de brisas campestres, de olores a tomillo y a mejorana, que desperecen, refresquen y comuniquen nueva alegría y fresco bienestar al interesado. Y tampoco será una simple ducha exterior como las que ahora nos damos, sino que, por medio de complicadísima red de tubos y enchufes, limpiará boca, dientes, narices, oídos y aparato digestivo, dejando al paciente tan lubricado por dentro y por fuera como un cañón modelo en un parque de artillería.
Como la limpieza del cuerpo engendra la alegría del alma, Fulano estará contento y satisfecho. Abrirá, pues, el balcón de su cuarto, que supondremos situado en la 123 avenida de la ciudad de Nueva York, y se dejará caer suave y graciosamente al suelo, merced a un paracaídas perfeccionado, que evitará el trabajo de bajar escaleras y el consiguiente desgaste muscular. Al llegar a la calle, Fulano encontrará en ella el bullicioso espectáculo habitual. Las aceras movibles instaladas a derecha e izquierda trasladarán de un punto a otro miles y miles de personas, que de pie o sentadas en el suelo se distraerán, esperando, como el borracho del cuento, que llegue la casa a donde van, y leyendo revistas o libros, conversando de negocios o jugando al ping–pong y al salta en mesitas que alquilarán los golfos del siglo XXI. Fulano será hombre pudiente y podrá permitirse el lujo de andar a pie por el centro de la calle, bajo la sombra de los árboles, pagando para ello su cumquibus, supuesto que el andar a pie y despacio será entonces una diversión carísima, sólo asequible a los potentados, quienes habrán de indemizar en buena moneda a la sociedad el perjuicio que le causen a eludir la general ley del trabajo y al escurrir el hombro en el concierto del universal ajetreo.
Una vez en paseo, Fulano sentirá curiosidad de saber cuanto pasa en el mundo, y para cumplir su deseo se dirigirá a cualquiera de los puestos de periódicos situados a lo largo de las calles y paseos, es decir, que se colocará ante una elegante columna de hierro forjado, algo parecida a las actuales básculas automáticas, y depositando un penique en la rendija, si quiere enterarse de la discusión verificada el día anterior en tal o cual academia, liceo o reñidero político, al punto verá desarrollarse ante sus ojos toda la escena en la tira de un cinematógrafo polícromo, mientras un fonógrafo perfecto y que no sonará a voz cascada de castañera vieja, como los de ahora, repetirá los discursos de los oradores, los rumores, los aplausos y hasta el ruido de las bofetadas y de los puntapiés, cuando los haya; si quiere saber de la obra estrenada en la noche precedente, el mismo cinematógrafo periodístico reproducirá todas las escenas, y el mismo fonógrafo todas las palabras de los actores, o los gorgoritos de las tiples; y si a más de ver la pieza aspira a formar una opinión sensata sin molestarse en discurrir, por un penique más verá reproducidos los gestos y las palabras de los señores que compongan a la sazón el trust de la crítica teatral.
Saciada su momentánea curiosidad en poco tiempo, Fulano sentirá ganas de almorzar y acto continuo se dirigirá a la botica o laboratorio alimenticio más acreditado de Nueva York. Allí, por unos cuantos perros grandes, le suministrarán cinco píldoras de sustancia químicamente pura asimilable en su totalidad, equivalentes a un consommé; un plato de huevos, otro de carne, otro de pescado y otro de legumbres, con los cuales quedará nutrido para unas cuantas horas, sin miedo a complicaciones gástricas ni intestinales. Pero como ya hemos dicho que Fulano es hombre rico, y la alimentación química, si bien habrá resuelto para entonces la parte más ardua y terrible del problema social, no tendrá nada de sibarítica, Fulano se irá con sus píldoras a uno de los más delicados restaurants platónicos, y mientras deglute la píldora correspondiente al caldo, un camarero le pondrá ante ojos y narices una taza de auténtico, dorado y humeante caldo, y se la llevará intacta cuando con vista y olfato haya el cliente apurado el goce más intenso y espiritual de la gastronomía; lo mismo ocurrirá con los demás platos. Y aun cuando entonces las sociedades de templanza formarán parte de la máquina gubernamental del mundo, y el alcohol y sus preparados figurarán en la lista de los venenos, a los ricos se les tolerará la nefanda corruptela de oler una copita de whisky o de coñac después de la comida; pero olerlo nada más, y eso teniendo en cuenta que la olfación de semajantes porquerías constituirá una intoxicación lenta, y el Estado tendrá verdadero interés en que fallezcan muchos ricos, porque, abolido ya el sistema de los patrimonios, no habrá más universal heredero que la sociedad, la cual se encargará de enterrar al muerto y de mantener y cuidar a los vivos. De tal manera, nadie tendrá en que se muera este o el otro señor sino un interés infinitesimal y a prorrata, quedando con esto suprimidos los tíos ricos y los sobrinos derrochadores tan usuales en comedias y caricaturas.” (Fragmento).

F. Navarro y Ledesma.

Tomado de Blanco y Negro, Madrid, año trece, número 609, 3 de enero de 1903.


En el texto se incluyen objetos de la época, como el fonógrafo, moneda de ese entonces e incluso, en el libro, se ilustra con un hombre con una hélice que lo ayuda a saltar del balcón, pero vestido con sombrero y flor en el ojal, monóculo, bastón.
Por otro lado, ¿qué pensamos ahora que pasará de aquí a cien años? Tal vez los países sean enteramente suburbios de casa abandonadas y fogatas en las calles, y las islas albergarán a los nietos de los actuales políticos, con un séquito de sirvientes –personal selectísimo, no cualquiera que se consiga en una agencia– y permanentemente vestidos con pijamas de seda, hablando de su última función privada de cine.

Friday, February 17, 2006

LA PERVERSIÓN DEL IDIOMA.


Del caso que en estos días está en boca de todos –y lo estará durante un buen tiempo, creo–, me referiré a la perversión que los personajes dan a las palabras utilizadas. ¿Qué tienen que hacer en boca de un gobernador –abogado– y de un empresario frases como “mi gober' precioso”, “papá”, “mi héroe”, además de un reducido catálogo de insultos usados más de una vez a lo largo de la conversación (¡qué pobreza de lenguaje!)? Y no son las palabras en sí, sino la intención impresa en ellas. Alguna ocasión, en tardes cuando la Matraca era un punto de reunión para beber osos, cervezas y escuchar al mejor maestro, Alejandro Meneses comentó que después de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, los escritores alemanes tuvieron que reinventar su propio idioma; palabras como “pureza”, “horno”, “ario”, “judío”, necesariamente, irremediablemente, remitían a los horrores vividos por judíos, gitanos, etc. Guardando distancias, éste es el mismo caso (ya no podremos pensar en Superman o los niños en su padre, como nuestro héroe, o en un longevo e impredecible personaje literario cuando se pronuncie “precioso”), y no es un hecho aislado, pues en general, los políticos hacen trizas el idioma desde que existen. Cuando abren su mentirosa boca, todo el mundo da un significado contrario a los discursos –ya saben: la solidaridad, el apoyo a los que menos tienen, servir al pueblo, los ingresos, bla bla, bla.
Pareciera que tanto el textilero como sus interlocutores se criaron en la bragueta de un cargador –pido perdón a los cargadores por emparentarlos con tan finas y selectas personalidades.
Y no es que ellos no hallan recibido la educación adecuada, pues tienen los medios para hacerlo. Por lo menos en el caso de Kamel Nacif pienso que es una manera de demostrar hasta dónde se extiende su poderío, es un signo de prepotencia –véanme como me dirijo a los miembros del gobierno, valgo más que esa periodista–. En el transcurso de esta semana el presidente de la Cámara de la Industria textil de Puebla y Tlaxcala, comentó que se podría pensar que la totalidad de los empresarios textiles son iguales, y que no es cierto. En este punto puedo externar mi opinión, basada en las experiencias que he tenido, en mi propia vida. Durante nueve años estuve laborando en empresas del ramo del acabado textil y constato que el presidente de la Cámara está equivocado. Los dueños, todos, son un conjunto de prepotencia y palabras soeces, hacen sentir su poder gritándole a las personas que, quieran reconocerlo o no, son quienes los ayudan al aumento de su riqueza: los obreros, personas de producción que en muchas ocasiones no gozan del seguro social, se les adeudan prestaciones como el fondo de ahorro para el retiro y el INFONAVIT, que trabajan con muy poca o nula protección personal, con productos químicos y tienen que meter mano en máquinas con rodillos, pinzas... Bueno. Lo también lamentable, además de la persecución a la escritora, es que un gobernador de supuesta extracción popular –ya no estoy tan convencida–, esté obedeciendo a intereses empresariales.
Por último, quiero informar que la muy célebre Comunidad del Anillo organizó un encuentro con carácter de urgente: una sesión espiritista con el objetivo de convocar a J.R.R. Tolkien. Frodo Bolson fue el convocante, pues escuchó que alguien que no es el Gollum estaba pronunciando “precioso”, para su gusto, con mucha insistencia. Armados de quija y ejemplares ilustrados de los libros del mencionado Tolkien, llegaron hasta Sudáfrica para tan memorable ocasión. Las pesadillas que habían tenido antes de reunirse se confirmaron: el escritor está furioso, se revuelve en su tumba. Después de tomarse las manos alrededor del primer libro de la trilogía, el autor habló por la boca de Gandalf el blanco y está pidiendo, exigiendo, que el Congreso poblano aplique un impuesto a la bancada priísta, que se reduzca en un quince por ciento el salario de Mario Marín por lo que resta del sexenio, que se graven con impuestos especiales las ganancias por la maquila de pantalones de mezclilla, un boteo, un teletón, lo que sea, para que se le paguen los derechos de autor, pues la palabra “precioso” es de uso exclusivo del Gollum, además de formar parte de su imagen y personalidad... ¿o acaso será que tendremos pronto un nuevo Gollum?

Thursday, February 09, 2006

HACE MÁS DE UN SIGLO


Revisando en un libro del año 1903, encontré esta poesía. Se trata de la revista semanal Blanco y negro, de Madrid, año trece, número 613, 1 de febrero de 1903, acompañada en el libro por los números publicados a lo largo del año. Y bueno, me parecieron interesantes las metáforas, en las que compara a una bailarina clásica, creo, por la descripción de su vestuario, con un ángel, un fantasma, una flor o remolino.

La bailarina

Aérea, gentil, vaporosa,
esparce al abrir sus gasas
perfumes enervadores
que la atmósfera embalsaman.
Desde el fondo de la escena
rápidamente adelanta
encorvándose o alzando
su figura soberana.
Tiene caprichos de ondina;
yérguese furiosa, salta;
ya es flor que gira, ya es rápido
remolino que arrebata;
ya es la mujer picaresca
que, rebosando de gracia,
lleva el compás de la música
con su cabeza gitana;
ya es el ángel que, moviendo
con suave rumor las alas,
al tomar impulso adquiere
vaguedades de fantasma,
y que en éxtasis divino
súbitamente se para,
envuelta en el rayo de oro
que la sigue mientras baila.
Destellos deslumbradores
la luz de su traje arranca,
y claridades de aurora
se reflejan en su cara;
es la figura sublime
que no envejece ni pasa,
es eterna; simboliza
la juventud y la gracia.

Leopoldo López de Sáa.

Monday, February 06, 2006

ALGO PARA QUE SU SANGRE SE HAGA PIEDRA


Encontré en una publicación mensual gratuita –Kombo, cultura y lugares. Enero 2006, No. 5– algunos datos sobre la tortura, usada, por ejemplo, para extraer una declaración del torturado, la que muchas ocasiones es falsa, provocada por el dolor físico.
Esta publicación hace un pequeño recuento de los instrumentos usados en esta práctica. Entre ellos, el “aplasta cabezas”

“La cabeza se ubica bajo el casquete superior y la barba en la base del instrumento, se gira lentamente el tornillo para comprimir el cráneo. Primero se destruyen los dientes, se rompen o astillan en la boca. Los ojos salen de sus órbitas y finalmente el cráneo se rompe. En las primeras etapas el torturador podía pisar o golpear el casquete provocando más dolor en la víctima”.

Fue utilizado por la inquisición, está considerado dentro del grupo de instrumentos causantes de muerte, pero después de dejar sentir al reo el tormento aplicado.

Sólo un comentario después de leer el artículo y admirar la fotografía: ¡¡Auch!!

Thursday, February 02, 2006

NO ESTOY DE ACUERDO.

Hoy quisiera expresar mi opinión acerca de la entrevista concedida por el poeta Alí Calderón al diario Intolerancia, publicada en la sección cultural del día lunes 30 de enero de este año.
En ella, expresa que “la generación anterior no es tan exitosa en los medios de legitimación de la literatura. La generación nueva, con poco trabajo, y esto por una cuestión de edad, han demostrado mucho más que los anteriores”, y que “la muerte de Meneses, tan sentida en el medio, es un símbolo de que esa vieja manera de entender, hacer y vivir la literatura “ya fue” y que está apareciendo una nueva manera de trabajar la literatura a través del rigor. Es un curioso símbolo producto de la sincronicidad que se construyó. Claro, lo digo con respeto y pena”.

“El poeta poblano Alí Calderón, ganador del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde 2004, habló en entrevista para Intolerancia Diario sobre Imago Prima, el poemario publicado a finales del año pasado por la Universidad Autónoma de Zacatecas después de obtener el galardón; también sobre el proceso de transición que vive la literatura poblana, de la manera bohemia de hacer vivir y comprender la literatura por parte de algunos escritores de la generación anterior, hacia una nueva forma “más razonada”, de los jóvenes escritores con formación universitaria”. (Tomado de Intolerancia diario, sección cultural, pág. 22, del lunes 30 de enero de 2006).

Primero, sería muy elitista excluir a los que no tuvieron la suerte o los medios para ser universitarios. No todos los escritores jóvenes tienen esa formación. Dejando de lado a una servidora –técnico en química industrial, asistente a los talleres de cuento de Alejandro Meneses desde el 2002, con la inquietud de escribir–, hay escritores egresados de la universidad, sí, pero no de una carrera de letras o de una escuela privada. Por ejemplo Alejandro Badillo Cervantes, quien ha publicado en cinco ocasiones en la revista Crítica de la Universidad Autónoma de Puebla. Él es egresado de la carrera de Economía de la Universidad Autónoma de Puebla y de los talleres impartidos por Alejandro Meneses en la SOGEM–Puebla. En mi humilde opinión, es uno de los mejores escritores jóvenes, narrador que se ha hecho presente, además de en Crítica, en los suplementos culturales de periódicos como Intolerancia, Cambio y Síntesis, y en la antología “De párvulas bocas”.
Luego, sobre la vieja forma de vivir la literatura, “bohemia” o de una nueva forma “más razonada”, no creo que sea cuestión de generaciones. Es algo personal –con todo respeto, no veo que los integrantes de la generación de Alejandro Meneses estén muriendo también–. Alguien que tenga el gusto por escribir, o que se dedique a ello de tiempo completo, lo visualizará desde su punto de vista, ya sea bohemio, muy académico, abstemio, haciéndole caso más a los instintos que a los conocimientos que se puedan tener, sea de la generación que sea...
La muerte de Alejandro no es ningún símbolo, o una señal para el cambio de dirección de la literatura. Es un acontencimiento que nos tomó por sorpresa, que a quienes fuimos sus alumnos nos sigue doliendo y quisiéramos fuera ficción. Extrañamos al amigo, quien también, con el solo hecho de estar presente, en su departamento, en La Matraca, en quién sabe dónde, y hablo a título personal, daba una especie de seguridad al momento de estar estructurando un cuento.
Alejandro Meneses ES un excelente narrador. No siento que la fama o algún premio sean los indicadores de éxito, sino el ser constante, el vivir la literatura –vivir– y tener su propia manera de expresarse, de buscar dentro del alma, como Meneses lo hizo hasta el final.