Wednesday, April 26, 2006

EL REINO DE ESTE MUNDO

Del escritor cubano Alejo Carpentier, El reino de este Mundo recrea el Haití de la esclavitud, y, posteriormente, de los trabajos forzados bajo la tralla de otros negros, de mulatos.
Narra la vida de un esclavo negro, Ti Noel, primero propiedad de Monsieur Lenormand de Mezy, quien lo pierde a las cartas en Santiago de Cuba. La atmósfera está llena de tambores que suenan frenéticamente, de selvas y montañas exuberantes de verde y sonidos anónimos. El vudú es el camino para la liberación de los esclavos, los houngans, los loas, el terror a un veneno que parece venir de la sierra, arrastrarse como si se tratara de una serpiente –de la Gran Serpiente, diría Carpentier–, entrar en los establos, en las casas y cocinas, en los calderos.
La novela inicia con Ti Noel acompañando a su amo a rasurarse. Y se enfrenta con el Gran Allá, África, con postales de negros rodeados de plumas y abanicos. “Ese es un rey de tu país”, le dicen, y recuerda las palabras de Mackandal, otro esclavo un futuro houngan que escapará del amo luego de que un accidente lo deje manco. El que se disfrazará de jabalí, de iguana, de perro, y que escapará a la hoguera volviendo a disfrazarse. Los poderes mágicos del vudú traído de África con los esclavos, practicado en Haití con el fervor del Allá.
Alejo Carpentier maneja las palabras como si se tratara de una burbuja de vidrio soplado. A su antojo, crea melodías donde una esclavitud sucede a otra. Sólo los amos son diferentes. Son negros que obligan a Ti Noel a trabajar después de la independencia para construir el castillo del nuevo rey de Haití, Henri Cristophe. El final sugiere un nuevo houngan, tal vez un nuevo intento de liberación.
El título “El reino de este Mundo”, toma sentido en el final:
“Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse Tareas. En el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita, despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por ello, agobiado de penas y de Tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas. El hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida en el Reino de este Mundo.”
El prólogo de la primera edición de la novela, escrito por Alejo Carpentier en 1949, ha pasado a formar parte de un libro de ensayos, con el título “De lo real americano”. No apareció en las siguientes ediciones. Carpentier es de los primeros en abrir el abanico de Latinoamérica (¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?).
Sólo puedo decir que esta novela es ya una de mis favoritas, recomendar su lectura porque está ¡¡¡¡bueníííííííííííííííííííííísima!!!! Las palabras saben a selva; al pasar las páginas casi pueden escucharse los sonidos de los montes vivos.

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