Ahora quieren restaurar la casa en La Antigua, ¿acaso el ocupante pondrá otra vez el peso de la armadura entre esas piedras?
¿Era necesario aplastar cabezas, quebrar arcos y flechas, obligar al sol a permanecer sobre un imperio siempre, trasplantar ciudades al otro lado del mar, instituir listas de libros que sólo pueden ser leídos fuera del alcance de cualquier ojo humano, hacer dormir al jaguar que los naturales llevaban en el pecho, darle otra vestimenta, otra finalidad, a un mismo cuerpo -al que exige latidos y gotas rojas, calientes, para no morir de hambre? ¿Fue justo humillar la persona del pueblo, arrearla a las orillas de un lago siempre visto, matar a quienes vivían en ese trozo de cielo, a los dobles de las piedras -a las piedras mismas?
No.
¿De cuál raza es el día?
De ninguna.
Los peninsulares siempre tendrán una marca negra a media frente: culturas muertas y sin un lugar donde llevarle el pésame a modo de rosas, vistas por debajo del hombro, confiriéndoles una estatura que no alcanza los tobillos rosados de los nuevos dueños.
2 comments:
hola que tal:
Llegue hasta aqui por ocioso, checando los perfiles de blogueros poblanos.Esta interesante tu bitacora, que chido que trabajes en una libreria, yo solo las visito para comprar y lo disfruto mucho.
Veo que admiras muchoa a Alejandro Meneses, yo lo conoci gracias a un cuento de el que oublicaron en CONFABULARIO de el universal, es un numero especial sobre el QWuijote...UNA MARAVILLA DE TEXTO.saludos
Que onda Judith. Supe que canaste el concuso Alejandro Menesses. Estaría bien leer tus cuentos. Por cierto, ¿tú trabajas en Profética de la UDLA?
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