El autor, Yasunari Kawabata, recibió el Premio Nobel de Literatura en 1968, y se suicidó en 1972. Su obra La casa de las bellas durmientes, fue escrita en 1961, y trata de un anciano asistente a una especie de casa de citas con la peculiaridad de que las muchachas, muy jóvenes, permanecen dormidas. En el lugar sólo admiten ancianos. Las reglas: no despertarlas, no tocarlas.
El ver a las chicas dormidas provoca en el personaje, Eguchi, un cúmulo de recuerdos: de su esposa, de su hija menor, de otras mujeres. La historia parece instalada en una época más bien antigua. Los árboles con flores blancas, el té, el uso de kimonos, la fragilidad de las chicas dormidas y del cuerpo de los ancianos, le dan ese toque.
Kawabata describe cada detalle de las figuras durmientes, las pone en la intimidad de una habitación que parece sin puerta al quedar cerrada. El final es sorpresivo. Una muerte que se empieza a anunciar poco antes, en el mismo capítulo. No del anciano, quien podría morir por la edad, probablemente, y porque antes ya murió un cliente y fue llevado a otro sitio para que lo encontraran. Muere una de las dos muchachas que están en la habitación con él. La frase de la mujer que atiende la casa “baja, de unos cuarenta y cinco años”, es el toque inhumano, sorpresivo: “Está la otra chica”.
También al final se menciona un automóvil, lo que sitúa la narración en una época actual.
Yukio Mishima, otro escritor japonés también considerado para recibir el Premio Nobel de ese año, escribió sobre Kawabata: “...es un honor para Japón y para la literatura japonesa... Kawabata ha conservado en su propia obra las más frágiles tradiciones japonesas y al mismo tiempo, se ha paseado por los peligrosos senderos de este país que se ha lanzado temerariamente a la modernización...” Mishima se suicidó poco después.
Es un libro que recomiendo, de ágil lectura, con un inicio que invita a seguir leyendo: “No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada”.
El ver a las chicas dormidas provoca en el personaje, Eguchi, un cúmulo de recuerdos: de su esposa, de su hija menor, de otras mujeres. La historia parece instalada en una época más bien antigua. Los árboles con flores blancas, el té, el uso de kimonos, la fragilidad de las chicas dormidas y del cuerpo de los ancianos, le dan ese toque.
Kawabata describe cada detalle de las figuras durmientes, las pone en la intimidad de una habitación que parece sin puerta al quedar cerrada. El final es sorpresivo. Una muerte que se empieza a anunciar poco antes, en el mismo capítulo. No del anciano, quien podría morir por la edad, probablemente, y porque antes ya murió un cliente y fue llevado a otro sitio para que lo encontraran. Muere una de las dos muchachas que están en la habitación con él. La frase de la mujer que atiende la casa “baja, de unos cuarenta y cinco años”, es el toque inhumano, sorpresivo: “Está la otra chica”.
También al final se menciona un automóvil, lo que sitúa la narración en una época actual.
Yukio Mishima, otro escritor japonés también considerado para recibir el Premio Nobel de ese año, escribió sobre Kawabata: “...es un honor para Japón y para la literatura japonesa... Kawabata ha conservado en su propia obra las más frágiles tradiciones japonesas y al mismo tiempo, se ha paseado por los peligrosos senderos de este país que se ha lanzado temerariamente a la modernización...” Mishima se suicidó poco después.
Es un libro que recomiendo, de ágil lectura, con un inicio que invita a seguir leyendo: “No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada”.
2 comments:
País de Nieve, otra muy buena novela de Kawabata, sobre la vida de las geishas de montaña. Luego te lo paso. Salud
Salud, mi estimado, y gracias por el coment... Me gustó bastante la novela, el final muy cruel, pobre chava...
Nos vemos al rato, mi estimado.
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