El autor, Truman Capote, combinó el ser periodista y escritor al publicar esta novela en 1965. A sangre fría inaugura un género literario, bautizado por la crítica como “non fiction novel”.
El libro narra la historia de cuatro asesinatos cometidos en un pequeño pueblo llamado Holcomb, donde hasta mediados de noviembre de 1959, no había pasado nada extraordinario. “Como la corriente del río, como los conductores que pasaban por la carretera, como los trenes amarillos que bajaban por los raíles de Santa Fe, el drama, los acontecimientos excepcionales, nunca se habían detenido allí”. Capote comienza situando al lector en el ambiente del pueblo: granjas, un banco en ruinas, convertido en departamentos, una pequeña oficina de correos, hombres de botas y sombrero, de mezclilla, que acuden a la iglesia y cuidan sus árboles frutales.
Perry Smith y Richard Hickock son los asesinos, siembran la desconfianza en la población, huyen a México, regresan a Kansas y terminan en la horca. A lo largo del libro se nota el exhaustivo trabajo de investigación del autor, de la clasificación de los datos hasta lograr una trama prácticamente lineal. Incluso podría pensarse que Capote mismo está dentro de su novela, que aparece al final como un reportero tan amigo de Hickock como de Smith, y presencia la ejecución de ambos –bastante cruel en opinión de una servidora: la horca.
La justificación que se da para matar a cuatro personas, la familia Clutter, es el desequilibrio que presentan Richard y Perry, enojados con la sociedad que no los ha tratado bien, en el caso de Perry, y de cierto accidente que tuvo Richard, tal vez con algunas secuelas mentales. El enojo de Perry se hace latente cuando tiene que arrodillarse para buscar una moneda que ha rodado debajo de un mueble. Hasta esa situación llega al no encontrar ninguna caja fuerte, como le habían dicho a Richard; después comete los cuatro asesinatos.
Hay momentos excelentes, como cuando describe la cabeza envuelta de los cadáveres como un capullo o el fuego verdeoro del trigo a medio crecer, el de los acontecimientos que pasan de largo, como si fueran autos o ferrocarriles.
El final, con el detective Dewey en el cementerio, visitando a su padre, nos dice que la vida sigue. Dejar a los muertos y seguir, como lo hace la amiga de Nancy Clutter –una de las personas asesinadas–, Susan Kidwell, quien visita la tumba de los Clutter y le dice al detective que el novio de su amiga muerta se ha casado. Termina también con la añoranza de lo que hubiera sido Nancy, una joven parecida a la que se fue tan de prisa. “Se fue hacia los árboles, de vuelta a casa, dejando tras de sí el ancho cielo, el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado”.
Al final de la película "Capote", se menciona que el escritor nunca volvió a publicar algo, ni siquiera terminó una obra. A sangre fría es una novela ampliamente recomendable, de fácil lectura y frases sorprendentes entre algunas a veces coloquiales, de leyes o de diagnósticos psiquiátricos.
El libro narra la historia de cuatro asesinatos cometidos en un pequeño pueblo llamado Holcomb, donde hasta mediados de noviembre de 1959, no había pasado nada extraordinario. “Como la corriente del río, como los conductores que pasaban por la carretera, como los trenes amarillos que bajaban por los raíles de Santa Fe, el drama, los acontecimientos excepcionales, nunca se habían detenido allí”. Capote comienza situando al lector en el ambiente del pueblo: granjas, un banco en ruinas, convertido en departamentos, una pequeña oficina de correos, hombres de botas y sombrero, de mezclilla, que acuden a la iglesia y cuidan sus árboles frutales.
Perry Smith y Richard Hickock son los asesinos, siembran la desconfianza en la población, huyen a México, regresan a Kansas y terminan en la horca. A lo largo del libro se nota el exhaustivo trabajo de investigación del autor, de la clasificación de los datos hasta lograr una trama prácticamente lineal. Incluso podría pensarse que Capote mismo está dentro de su novela, que aparece al final como un reportero tan amigo de Hickock como de Smith, y presencia la ejecución de ambos –bastante cruel en opinión de una servidora: la horca.
La justificación que se da para matar a cuatro personas, la familia Clutter, es el desequilibrio que presentan Richard y Perry, enojados con la sociedad que no los ha tratado bien, en el caso de Perry, y de cierto accidente que tuvo Richard, tal vez con algunas secuelas mentales. El enojo de Perry se hace latente cuando tiene que arrodillarse para buscar una moneda que ha rodado debajo de un mueble. Hasta esa situación llega al no encontrar ninguna caja fuerte, como le habían dicho a Richard; después comete los cuatro asesinatos.
Hay momentos excelentes, como cuando describe la cabeza envuelta de los cadáveres como un capullo o el fuego verdeoro del trigo a medio crecer, el de los acontecimientos que pasan de largo, como si fueran autos o ferrocarriles.
El final, con el detective Dewey en el cementerio, visitando a su padre, nos dice que la vida sigue. Dejar a los muertos y seguir, como lo hace la amiga de Nancy Clutter –una de las personas asesinadas–, Susan Kidwell, quien visita la tumba de los Clutter y le dice al detective que el novio de su amiga muerta se ha casado. Termina también con la añoranza de lo que hubiera sido Nancy, una joven parecida a la que se fue tan de prisa. “Se fue hacia los árboles, de vuelta a casa, dejando tras de sí el ancho cielo, el susurro de las voces del viento en el trigo encorvado”.
Al final de la película "Capote", se menciona que el escritor nunca volvió a publicar algo, ni siquiera terminó una obra. A sangre fría es una novela ampliamente recomendable, de fácil lectura y frases sorprendentes entre algunas a veces coloquiales, de leyes o de diagnósticos psiquiátricos.
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