Tuesday, August 08, 2006

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL SACRIFICIO HUMANO

La práctica de sacrificios humanos ha despertado muchas reacciones de horror y condenación. Menos numerosos han sido, en cambio, los intentos de comprensión de los mismos. En el caso de Mesoamérica abundan las expresiones de rechazo por parte de los cronistas, tanto eclesiásticos como seculares. Hay, sin embargo, más de un testimonio de admiración. Buen ejemplo lo ofrece Fray Bartolomé de las Casas, quien llegó a decir de los antiguos mexicanos que los sacrificios que ofrecían a sus dioses daban testimonio de su gran religiosidad. A lo cual puede añadirse que esa religiosidad implicaba la creencia en que la sangre de los sacrificados –la chalchiuhatl, agua preciosa– fortalecía la vida de los dioses, en particular del Sol. De ese modo se propiciaba la perduración de la presente edad cósmica, diríamos que se redimía a los seres humanos de su destrucción cósmica.
Sobre esto cabe ampliar la reflexión atendiendo a otra creencia de acuerdo con la teología cristiana. Según ella un sacrificio humano y divino ha sido el origen de la redención de todos los hombres y mujeres en la Tierra. En el Concilio de Trento se debatió además el significado último de las siguientes palabras de Jesús en la última cena: “Tomad y comed, este es mi cuerpo” (aplicado al pan, y asimismo en el caso del vino) “esta es mi sangre que será derramada por vosotros. Haced esto en memoria mía”.
Es cierto que algunos se inclinaron por dar un sentido simbólico a estas palabras. En el Concilio, sin embargo, se les adjudicó significación literal y plena. Según esto la “institución de la Eucaristía”, renovada en la misa, constituía verdaderamente la reactualización del sacrificio de la cruz. En consecuencia, para los católicos, no sólo el sacrificio humano y divino de Cristo es fundamento de su fe, sino que asimismo la eucaristía, en el ritual de la misa, es reactualización del sacrificio primordial bajo las especies de pan y vino. Los que no creen esto, son herejes en términos de lo definido en Trento.
¿No es ésta una idea que contrasta con la que tienen los que simplemente se horrorizan ante la sola mención del sacrificio humano o de quienes se empeñan en negar su existencia por considerarlo oprobioso? En el caso de Mesoamérica, como en el del cristianismo, el sacrificio humano es elemento escencial de su realidad cultural. Por ello importa entender su significación más plena: en Mesoamérica, ofrecimiento que redime a los humanos de su destrucción cósmica; en el cristianismo, fundamento de la redención del género humano.

Miguel León–Portilla.

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