No. No es meter a la fuerza una maleta en el anaquel más cercano. En uno pequeño, donde se aferre hasta con las uñas en cuanto queramos sacarla. No. En realidad el surco es el mismo, ambos extremos prolongación uno del otro. Y entonces cabe la palabra como si el espacio se hubiera creado para ella. La tierra de la vida y de la muerte es la misma. Es espejo. Basta mirarse. Basta tocarlo. Basta romperlo. Y estamos del otro lado. Entonces somos nosotros, a quienes abandonan para ir al otro lado del surco, los remitentes del sobre con escasas tres palabras. Y metemos esa súplica en el bolsillo del pantalón del que se va. No se trata de un Quédate por favor, de los jaloneos y gritos y portazos. Es el Reza por mí bebé, casi niño, apenas llega a la estatura de murmullo. Sostenemos la mano, la apretamos, de todos modos se rompe. No esta hecha de piel y huesos, sino de cristal. Es una nada transparente y débil y temblona. Ahora estamos solos. Nos queda la sangre en los dedos, la voz en lo alto, la silueta dentro de la memoria, en algún incierto papel fotográfico, perdido entre inciertos papeles fotográficos, una promesa dentro de la mirada muerta –rezará por los vivos–. Aunque en verdad quisiéramos ese cuerpo cerca. Muy cerca, respiración con respiración. Sonreímos; por lo menos un pedacito nuestro se va con él (ella). Es entonces o luego cuando llega el fertilizante. La publicidad: Te fuiste tú también, completo, no un pedazo nada más, eres un rincón hueco que debe llenarse. Reza por mí, repite. Reza por mí. Gotea, sopla, gotea… Un suspiro vencido. Es nuestro y no lo sabemos. El avivador de crecimiento viene de una tecnología que da a luz objetos redondos y sin centro, brillantes, que sin embargo no alcanzarían a alumbrar un diminuto cuarto de castigo a media tarde. Sí, nos dice el infomercial, aplícalo, las gotas y el aliento trabajan alternativamente, acabarán por vencer la piedra, mira, lo dice en la garantía, vale hasta la caída de las ciudades y si no es de tu entera satisfacción te devolvemos el triple de tu dinero, pero funciona, basta dar vuelta al tapón y verter el contenido, a solas el efecto es doble, hazlo, pruébalo, y pronto verás un brote de llanto al fondo de la garganta…
Friday, October 23, 2009
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