Wednesday, June 25, 2008

REENCUENTROS


Permítaseme dejar de lado, por unos momentos, reseñas de libros y recomendaciones, para recordar la marea de brazos, las manos rematadas por celulares en modo de grabar, de tomar instantáneas, los gritos coreando el nombre de quien, solo en el escenario, un micrófono como trampolín para sus palabras, agradeció la asistencia de casi diez mil personas, recordó cómo la vida es un hilillo entre las hojas de unas tijeras.
El fin de semana pasado el Auditorio Nacional cobijó seis voces salidas de los discos de 33 1/3 revoluciones por minuto, bailes y notas que llevaron al público hasta épocas alojadas en el fondo de la memoria. El Reencuentro actuó en cartelera doble. Afuera, la lluvia, las cámaras atrapando los gritos de “¡Menudo, Menudo!”, las portadas de discos en alto, seis rostros infantiles –adultos en el escenario.
Por espacio de casi cuatro horas, repartidas en dos sesiones, la música de los ochentas llenó un espacio del nuevo siglo. Veintiocho canciones coreadas a rabiar, ovaciones y gritos de pie, intentos de seguir el próximo paso en la coreografía, de alcanzar la camioneta antes de que se sumerja en el estacionamiento, temas como Quiero ser, Claridad, No te reprimas, Cuándo pasará, músicos ejecutando con maestría los nuevos arreglos. Menudo volvió a transpirar magia sobre el escenario. Otro nombre, la misma esencia: El Reencuentro. ¿El concierto de despedida? ¿Para siempre? Espero que no.
También fue el reencuentro con amistades añejas. Las preguntas acerca de las clases se fueron con el tiempo; ahora son los hijos, el trabajo, tal vez una mayor disposición para estar fuera del vestíbulo, esperando hasta las diez de la noche, sin la presión por la tarea, qué va a decir mi mamá, me van a castigar, no tendré un nuevo permiso.
Las amigas. Estuve una vez más con chicas que conocí en convivencias, por correspondencia. En ese instante los años fueron cero. De nuevo la mirada atenta al movimiento de la camioneta, las pláticas con los encargados de transportar al Reencuentro, los pasos que intentan ser seguros ante el personal del hotel. La diferencia, la madurez; los gritos fuera del hotel se quedaron en el tiempo del Azteca, la Plaza de Toros, el Estadio Universitario de Nuevo León.
Disfruté los conciertos como si fueran los primeros, bailé, canté, sudé, disparé flashazos a diestra y siniestra, a discreción, admiré a los seis niños antiguos, ahora hombres atractivos, sin duda alguna, de traje negro y gafas oscuras, de mezclilla, tal vez unos kilos de más, una disculpa por el estado de salud… No importa, son los amigos que recorren nuestro camino, que hacen uso de la voz para desenterrar épocas mejores, o peores, por qué no, pero de las que definitivamente son pieza fundamental.

1 comment:

judyslas said...

tocaya!!......de nuevo encontrandoite en la red!!, que gusto leerte, en una nota de hace años, pero con un sentimiento y expresion unico en ti...me da gusto saber de tus exitos. te mando un abrazo y espero me puedas responder! Judith Islas!