Thursday, October 12, 2006

¿DE CUÁL RAZA?


El 12 de octubre se celebra un aniversario más del encontronazo entre dos continentes. Cristóbal Colón abrió una nueva ruta para quienes vinieron después. En 1508, en Puerto Rico Juan Ponce de León y Diego Velázquez en Cuba. 1519 señaló la llegada de Cortés a México, y 1530 vio a Francisco Pizarro llegando al Perú.
A partir de entonces la historia de América es similar: trabajo en minas y plantaciones bajo el pie español, muerte a causa de las larguísimas jornadas, de la mala alimentación (en Perú, se reanudó el uso de la hoja de coca, ya no para fines ceremoniales, como antes, sino para trabajar más con menos alimento, como es el caso de los mitayos en las minas de Potosí, donde extrajeron plata hasta agotar el yacimiento).
Las consecuencias de la población indígena, prontamente mermada, se extendieron hasta el continente africano, a la “Costa de los Esclavos”: Guinea, Senegal, Gambia, etc., donde los mismos negros secuestraban a miembros de tribus ajenas por las ganacias prometidas, y los entregaban a los europeos, quienes se encargaban de transportarlos a las nuevas colonias y venderlos a plantaciones en las que eran sometidos a jornadas larguísimas, a ocasionales torturas por cualquier razón, y donde quedaban sentenciados a unos siete u ocho años más de vida.
La esclavitud, conquista y tributos no eran desconocidos para las culturas precolombinas. En Perú, los incas conquistaron un enorme territorio, hasta el actual Chile, y acostumbraban alejar de su lugar a los integrantes de los pueblos sometidos, con la intensión de evitar revueltas.
En México, el imperio azteca alargó los dedos hasta las costas y fue uno de los más importantes de Mesoamérica. Su riqueza más bien procedía de los tributos. Ellos conquistaban un pueblo y se contentaban con exigir impuestos; les permitían vivir en el mismo sitio, el cacique local seguía mandando, sólo subordinado a las órdenes del emperador, los dejaban adorar a sus propios dioses –incluso adoptaron a algunos de éstos–. Había esclavos, sí, pero no eran considerados objetos, como en el derecho romano: podían tener bienes, sus hijos nacían libres, incluso podían a su vez tener esclavos. Las clases sociales estaban muy marcadas, pero el noble tenía mayores responsabilidades y se le trataba con más severidad que a un macehual o plebeyo: el delito de embriaguez en público, que en el hombre común significaba una reprimenda y la vergüenza de tener la cabeza afeitada, era la pena de muerte para un noble.
Su enorme religiosidad ayudó a su caída, Quetzalcoatl regresando como lo prometió. Al igual que en los demás territorios conquistados trabajaron para el enriquecimiento de los españoles, entregaron los frutos de su tierra, su tierra misma, a manos extrañas, vieron cómo los antiguos dioses, los códices guardianes de su historia, se convertían en arena o alimentaban hogares, cómo las piedras grabadas, las pirámides, se desgajaban para traer ciudades ajenas, cómo las mujeres parían niños que no eran indios ni españoles.
Y entonces viene de regreso la pregunta: ¿De cuál raza?

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