Saturday, April 17, 2010

VIRGINIA WOOLF, ORLANDO, LA LITERATURA...


El lector que haya intimado con las severidades del trabajo de redactar no necesitará pormenores: cómo escribió y le pareció bueno; releyó y le pareció vil: corrigió y rompió; omitió; agregó, conoció el éxtasis, la desesperación; tuvo sus buenas noches y sus malas mañanas; atrapó ideas y las perdió; vio su libro concluido y se le borró; personificó sus héroes mientras comía; los declamó al salir a caminar; rió y lloró; vaciló entre uno y otro estilo; prefirió a veces el heroico y pomposo; otras el directo y sencillo; otras los valles de Tempe; otras los campos de Kent o de Cornwall; y no llegó nunca a saber si era el genio más sublime o el mayor mentecato de la tierra. (pág. 72, edición de Edhasa, 2009)

Porque parece –su caso era una prueba– que escribimos, no con los dedos, sino con todo nuestro ser. El nervio que gobierna la pluma se enreda en cada fibra de nuestro ser, entra en el corazón, traspasa el hígado. (pág. 211, edición de Edhasa, 2009)

¿La Literatura? ¿La Vida? ¿Convertir la una en la otra? ¡Qué monstruosamente difícil! (pag. 248, edición de Edhasa, 2009)

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