Tuesday, February 10, 2009

JORGE REYES IN MEMORIAM...


Ayer me encontré en la televisión con la noticia de la muerte de Jorge Reyes. Mal, el mundo se vacía de lo que vale la pena... Lo vi sólo una ocasión, el Día de Muertos, en el zócalo de la ciudad de Puebla. Antes del concierto revisaba cables, instrumentos, hablaba con personas de su equipo, alguien lo llamó y él se acercó para dar autógrafos, para que pudiera tomarle una fotografía.

En el concierto, tanto él como sus compañeros crecieron a la estatura de cinco metros. Así de imponentes, así de grandes con su vestuario sacado de Tenochtitlán, del momento en que la obsidiana buscaría los latidos rojos en el pecho, de un rincón del Mictlán. La música salía de unas bocinas enormes, muy cerca de donde me encontraba. Me habló con zumbidos y vibraciones. No pude evitar gritarle al excelente intérprete que tenía cerca, a un costado.

Él desenterró los tambores, las cuentas, los caracoles, el tiempo viejo, y extenderlo sobre una plancha de inspiración hispánica, ajena a estas tierras del Nuevo Mundo; les devolvió el espacio que les pertenecía y les fue robado, arrebatado a golpe de espada y cruz. Siempre la cruz. Sólo por un momento aquí en la tierra -la eterna preocupación del príncipe Nezahualcoyotl- y todo volvió a ser catedral, zócalo, ángeles de hierro vigilando por encima del enrejado.

Y hoy, para siempre, así será, hasta que llegue otro día de Muertos, que suenen los tambores y los gritos y regresen los bailes frenéticos en torno a una hilera de fuego y flores anaranjadas. Pero entonces, en verdad, esos ritos vendrán del lugar de los muertos, sin puertas ni ventanas. Del Mictlán, donde ha ido a morar el alma de Jorge Reyes.

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