La presentación del libro póstumo del escritor tlaxcalteca–poblano Alejandro Meneses, Tan lejos, tan cerca, de Ediciones de Educación y Cultura, Colección Íntimos, comenzó el martes 24 de enero, cuando, poco antes de las nueve de la mañana, encendí la televisión en el canal de Televisa Puebla. Anunciaron la presentación del jueves 26 en Profética, a las siete de la tarde; también me enteré que habían regalado tres libros.
En Profética ya está a la venta Tan lejos, tan cerca, las gruesas tapas negras protegen papel lustroso y letras grandes. El libro incluye seis cuentos: Cosas veredes, La vocación del soldado y Luna árabe, conforman el apartado Tan lejos; La bella vida, Los días de baile y Mientras llueve, es el Tan cerca. El cuidado de la edición estuvo a cargo de Beatriz Meyer.
El jueves, desde el mediodía, una inusual lluvia lavó las calles para que Meneses asistiera a la presentación de su libro póstumo; inevitablemente, el último. El agua se deslizó por paredes y aceras, pertinaz, tranquila en su respiración acompasada, con la sutileza de quien no ha sido invitado y se le deja por educación. La lluvia, comprendiendo su calidad de extranjera en esta época del año, terminó por la tarde.
Antes de las siete todo estaba listo. Las sillas en el patio central de la casona antigua que es Profética, las mesas y bancos para los presentadores, micrófonos, agua, unos cuantos rostros conocidos repartidos entre el pizarrón de la entrada y la librería. Con mi papá, regresé a las siete. Esta vez más de sus alumnos estaban presentes. En la pared, frases blancas con fondo negro; frases de Meneses, sacadas de su pluma, de su alma. Fotografías de una presentación anterior, Casa vacía, recopilación de sus tres libros. Bety Meyer llegó retrasada. Vodkas con refresco en vasos alargados, la bebida ligada irremediablemente a Alejandro. En el ánimo de los asistentes, un escritor ido, un amigo ausente. Fue la noche de Alejandro Meneses, donde sólo faltó su voz grave dando más vida a uno de sus cuentos, sus sonrisas, su autógrafo en cada ejemplar adquirido –la edición de lujo, tapas gruesas y cubierta negra–. También los ojos líquidos, la boca cerrada, descendente, la pregunta –¿cómo se atrevió a irse?–, reclamaron su lugar entre los amigos, dentro de las gargantas, en el pecho.
La banda menesiana estuvo completa: Sergio, tarde; Alejandro, Princesa, Elías, Maribel, una servidora. (En la foto, Maribel, yo y Princesa, de izquierda a derecha).
Sólo me faltaste tú, profe, Meneses. Quise no llorar pero, ante tus frases, tus fotografías, tu recuerdo, la tristeza es un reflejo más de mi cuerpo, como estirar la pierna en un consultorio médico, al sentir un leve golpe de martillo en la rodilla. Prometí tomarme un oso, o por lo menos medio, a tu salud, en honor a ti. No lo hice, y no por falta de valor, sino por falta de osos, se fueron cuando los busqué.
Al igual que en la presentación de Casa vacía, la pequeña cámara con rollo 110, de 24 exposiciones, la misma que ha seguido a quienes admiro, a mí misma hasta Aguascalientes, captó instantes de la presentación, tus frases sobre el muro, a mis amigos –tus amigos– reunidos en torno a ti. Sólo faltaste tú, repito. Me gustaría, cuando la revelación saque a la luz esas imágenes, ver tu silueta junto a mis hombros, como en una fotografía anterior.
Al mismo tiempo, este libro, como el de Noche adentro, se quedará sin una frase de tu puño y letra, sin una dedicatoria para mi alma de escritora. Sin un autógrafo.
En Profética ya está a la venta Tan lejos, tan cerca, las gruesas tapas negras protegen papel lustroso y letras grandes. El libro incluye seis cuentos: Cosas veredes, La vocación del soldado y Luna árabe, conforman el apartado Tan lejos; La bella vida, Los días de baile y Mientras llueve, es el Tan cerca. El cuidado de la edición estuvo a cargo de Beatriz Meyer.
El jueves, desde el mediodía, una inusual lluvia lavó las calles para que Meneses asistiera a la presentación de su libro póstumo; inevitablemente, el último. El agua se deslizó por paredes y aceras, pertinaz, tranquila en su respiración acompasada, con la sutileza de quien no ha sido invitado y se le deja por educación. La lluvia, comprendiendo su calidad de extranjera en esta época del año, terminó por la tarde.
Antes de las siete todo estaba listo. Las sillas en el patio central de la casona antigua que es Profética, las mesas y bancos para los presentadores, micrófonos, agua, unos cuantos rostros conocidos repartidos entre el pizarrón de la entrada y la librería. Con mi papá, regresé a las siete. Esta vez más de sus alumnos estaban presentes. En la pared, frases blancas con fondo negro; frases de Meneses, sacadas de su pluma, de su alma. Fotografías de una presentación anterior, Casa vacía, recopilación de sus tres libros. Bety Meyer llegó retrasada. Vodkas con refresco en vasos alargados, la bebida ligada irremediablemente a Alejandro. En el ánimo de los asistentes, un escritor ido, un amigo ausente. Fue la noche de Alejandro Meneses, donde sólo faltó su voz grave dando más vida a uno de sus cuentos, sus sonrisas, su autógrafo en cada ejemplar adquirido –la edición de lujo, tapas gruesas y cubierta negra–. También los ojos líquidos, la boca cerrada, descendente, la pregunta –¿cómo se atrevió a irse?–, reclamaron su lugar entre los amigos, dentro de las gargantas, en el pecho.
La banda menesiana estuvo completa: Sergio, tarde; Alejandro, Princesa, Elías, Maribel, una servidora. (En la foto, Maribel, yo y Princesa, de izquierda a derecha).
Sólo me faltaste tú, profe, Meneses. Quise no llorar pero, ante tus frases, tus fotografías, tu recuerdo, la tristeza es un reflejo más de mi cuerpo, como estirar la pierna en un consultorio médico, al sentir un leve golpe de martillo en la rodilla. Prometí tomarme un oso, o por lo menos medio, a tu salud, en honor a ti. No lo hice, y no por falta de valor, sino por falta de osos, se fueron cuando los busqué.
Al igual que en la presentación de Casa vacía, la pequeña cámara con rollo 110, de 24 exposiciones, la misma que ha seguido a quienes admiro, a mí misma hasta Aguascalientes, captó instantes de la presentación, tus frases sobre el muro, a mis amigos –tus amigos– reunidos en torno a ti. Sólo faltaste tú, repito. Me gustaría, cuando la revelación saque a la luz esas imágenes, ver tu silueta junto a mis hombros, como en una fotografía anterior.
Al mismo tiempo, este libro, como el de Noche adentro, se quedará sin una frase de tu puño y letra, sin una dedicatoria para mi alma de escritora. Sin un autógrafo.
3 comments:
No te preocupes amiga, invocamos al Meneses para que firme los libros. Necesitamos una Ouija, varios litros de oso negro y el humo de unos delicados. Salud
Salud mi estimado caballero!!!!!!!
Qué os parecen las fotos???
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